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Gambas de cristal en Casa Costa

Gambas de cristal en Casa Costa / Òscar Broc

Òscar Broc

Òscar Broc

Barcelona
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Ya están aquí, como los fantasmas de Poltergeist. Son pequeñas, crujientes, juguetonas. Las gambas de cristal han aparecido de repente en muchas cartas barcelonesas. Es un fenómeno inesperado y en cierto modo inexplicable, algo parecido a la fiebre repentina por el vitello tonnato, un cometa que pasó fugazmente por todos nuestro bares de vinos naturales y parece estar perdiéndose ya en el firmamento gastro.

Casa Costa (Baluard, 124) fue una de las avanzadillas. Una leyenda de la Barceloneta que volvió a la vida la primavera de 2024 y apostó, desde el día de su reapertura, por una combinación que no puede fallar jamás de los jamases: buena ración de gambas de cristal y un par de huevos fritos para dominarlos a todos.

Se ha convertido en uno de los platos más icónicos de este peculiar restaurante de espíritu marinero que renuncia a las paellas y prefiere centrarse en pescados frescos, tapas de calidad (excelentes la rusa y la croqueta de mejillón tigre) y guisos marineros con fundamento. Si no le tienes miedo a la canícula, puedes darle amor a sus gambitas desde la imponente terraza que tiene el local al lado de la playa.

También detecté hace unos meses, una ración de gamba de cristal en la carta del magnífico restaurante Casa Güell (Castella, 1) una de las joyas gastro de Poblenou. También las puedes encontrar, acompañadas de huevos, en las alturas de Sarrià, en el Piparra Bar (Buïgas, 26).

Y mi última ingesta de gambas de cristal tuvo lugar en el nuevo Bar Anita (Consell de Cent, 413), un espacio en pleno Eixample que ha abandonado el brunch para abrazar una cocina más reconocible, con tapas y platillos para el público local en zona tensionada. Está muy rica su fritura de gambitas, con unos huevos fritos señoriales (con puntilla), lima y una mayonesa muy ligera. Y recuerda: nada de sacarle la cabezita, la gamba de cristal se come entera, a puñados, sin miedo, que hemos venido a jugar.  

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