belleza natural

Una puerta abierta a las entrañas de Montserrat

Una visita a las cuevas de Collbató, o del salitre, no solo permite observar las fantásticas formas del conglomerado, sino también descubrir historias de artistas y guerrilleros

Turistes visitant el monestir de Montserrat.

Turistes visitant el monestir de Montserrat. / JOSEP GARCIA

David Bricollé

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El macizo de Montserrat, de renombre universal por su fisonomía y su monasterio, esconde en su interior un mundo subterráneo casi desconocido. Una variada gama de simas y cuevas agujerean el aparentemente compacto macizo conglomerático de Montserrat. Entre ellas, destaca la cueva de Collbató, conocida también como la cueva del Salitre, reconocida en todas partes tanto por ser una de las que mejor resume la historia de la espeleología catalana como por su espectacularidad, que fascinó e inspiró a lo largo de los años a artistas como Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Mossèn Cinto Verdaguer y, según dice la tradición, Antoni Gaudí.

La acción del agua de la lluvia sobre el conglomerado y el material calcáreo durante miles de años y las múltiples grietas generadas por diversos movimientos orogénicos han dejado como legado un impresionante paisaje kárstico que la visita a la cueva de Salitre permite observar de cerca. Basta con traspasar el umbral de la entrada para empezar un recorrido de unos 500 metros siguiendo los conductos más espaciosos y más bellamente ornamentados por las sucesivas generaciones de espeleotemas (estalactitas, estalagmitas y columnas).

Primeros pobladores

Paseo enriquecido por expertos guías que, además de contarnos las características y el resultado de los procesos geológicos que ha dado forma a la cavidad, nos mostrarán el hábitat de los primeros pobladores de Montserrat y nos adentrarán en un mundo lleno de historias y leyendas. Por ejemplo, la del guerrillero Mansuet Boxó, de quien se dice que se refugió en este paraje para combatir contra los franceses a principios del siglo XIX.

Unas cuantas indicaciones necesarias en este caso para que el visitante sepa de antemano lo que se va a encontrar. Para acceder a las cuevas hay que subir 244 peldaños, es decir, unos 10 minutos desde el último aparcamiento. Ya en el interior, se realiza un recorrido lineal de unos 800 metros y 500 escalones. El desnivel acumulado entre la ida y la vuelta es de 64 metros, que salen de los 500 escalones que hay en la cueva.

Durante todo el año, la temperatura interior de la cueva es de 14 grados positivos y la humedad relativa es del 99 %. Debido a ello, las barandillas y el suelo pueden estar húmedos. Se recomienda llevar calzado deportivo y una prenda de ropa de manga larga incluso en verano.