medio siglo de las últimas penas de muerte en españa
El 29 de julio de 1936 se publicaba en el 'News Chronicle' de Londres la primera entrevista internacional a Francisco Franco desde el golpe de Estado del 18 de julio. El periodista norteamericano Jay Allen salió de Tetuán, donde se celebró el encuentro, impactado con el jefe de los rebeldes españoles. "Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste", dice Franco en un momento de la conversación. "Pronto, muy pronto, mis tropas habrán pacificado el país y todo eso (el general movió sus manos en la dirección de España) será pronto algo como una pesadilla.” Allen le pregunta: "¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?". Y el texto sigue: "El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: 'Repito, cueste lo que cueste'”.
La frase es premonitoria. Durante la guerra civil y, sobre todo, durante la posguerra, la represión alcanza la categoría de "exterminio", en palabras del profesor de la UCLM Pedro Oliver Olmo. La lista de ejecutados no termina hasta el 27 de septiembre de 1975, hace ahora 50 años, y menos de dos meses antes del fallecimiento de Franco, cuando el régimen fusila a los cinco últimos condenados a muerte en España.
Esos fusilamientos fueron "el ajuste de cuentas final de Franco con los rojos, que en 1975 tenían para él forma de terroristas", dice el historiador Julián Casanova.
la GUERRA CIVIL
Es un odio que llevaba vivo 40 años. "La guerra civil fue una guerra con muchos muertos en retaguardia, llaman mucho más la atención que los asesinados en la zona del frente", afirma Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y uno de los principales expertos en ese periodo. De los números comúnmente aceptados se desprende que hubo una represión importante en la trastienda de los dos bandos, pero aproximadamente tres veces mayor en el nacional.
LA CARNICERÍA DE LA POSGUERRA
Monumento en homenaje a las Trece Rosas en el Cementerio de la Almudena de Madrid
Monumento en homenaje a las Trece Rosas en el Cementerio de la Almudena de Madrid
Hay acuerdo entre la mayoría de los historiadores en que la cifra de ajusticiados durante la posguerra se acercó a los 50.000, un número muy superior al que se dio en otros procesos comparables en el espacio y en el tiempo, como el de Finlandia o el de Grecia. Oliver Olmo, autor de 'La pena de muerte en España' (Síntesis), dice que si durante la guerra ya hubo una "hipertrofia" de los ajusticiamientos, la posguerra es "una continuación de ese agigantamiento, de esa política de venganza".
Hubo casos emblemáticos como el de las llamadas 'Trece Rosas', las jóvenes militantes socialistas fusiladas el 5 de agosto de 1939, que ejemplificó el cúmulo de irregularidades que solía acompañar a las ejecuciones. Sirva de ejemplo el alegato del fiscal de un consejo de guerra celebrado en Puente Genil (Córdoba): "Señor presidente, señores del tribunal, he aquí la morralla de la sociedad. Esta es la canalla marxista que tenemos que extirpar de todos los pueblos de España. Dirán que son inocentes, pero ¿quiénes han matado a nuestros curas? ¿Quiénes han quemado nuestras iglesias? ¿Quiénes mataron a nuestras personas de orden?".
En Barcelona adquirió siniestra fama el Camp de la Bota. En ese lugar, anegado por el mar desde que se construyó el puerto del Fòrum en 2004, el franquismo fusiló a 1.686 personas entre 1939 y 1952, entre ellas 12 mujeres. La Generalitat ha inaugurado recientemente un memorial a pocos metros de donde se produjeron las ejecuciones.
EL APERTURISMO Y LA DRÁSTICA
REDUCCIÓN DE LAS EJECUCIONES
"Ningún régimen se sostiene solo por la fuerza", dice Casanova. "Y después de la segunda guerra mundial, que es un factor de radicalización, el número de asesinados empezó a bajar por razones obvias. Primero, porque ya había habido una gran inversión en represión: estaba claro que ya nadie iba a echarles desde dentro", añade. El empleo de la pena de muerte desciende drásticamente de los 50.000 ejecutados de la etapa previa hasta los 70 que hubo entre 1952 y 1975. Pero la mayoría de esas penas no se dictaron por delitos comunes; el último ajusticiado por supuestos actos cometidos en la guerra civil fue el comunista Julián Grimau, en 1963.
Y en 1974 tuvieron lugar las últimas ejecuciones llevadas a cabo por un método eminentemente español: el garrote vil, llamado ya en el siglo XVIII "garrote español" en el resto de Europa. Salvador Puig Antich y Heinz Chez fueron, en 1974, sus últimas víctimas.
¿Cómo funciona el garrote vil?
1- El reo se coloca en la silla y se le ajusta el collar metálico alrededor del cuello, preparando el mecanismo para aplicar presión sobre la nuca.
2- Al accionarse el tornillo del garrote, la presión sobre la nuca provoca la fractura cervical o la lesión del bulbo raquídeo, causando la muerte inmediata.
Garrote vil de la exposición las prisiones de Franco en el Museo de Historia de Catalunya
Garrote vil de la exposición las prisiones de Franco en el Museo de Historia de Catalunya
Tanto en el caso de Puig Antich como en el de los seis miembros de ETA condenados a muerte en el llamado Proceso de Burgos, en 1970, hubo una gran presión internacional para que la pena capital fuera conmutada por prisión. ¿Por qué el dictador cedió con unos y no con el otro?
"En 1970 los tecnócratas del Gobierno, López Rodó, López Bravo y Carrero Blanco, dijeron que no había que matarlos porque eso iba a dar una imagen de España en el exterior muy mala", recuerda Casanova. "Se estaba empezando a negociar lo que sería la entrada en el mercado común, y había un 'boom' económico. Pero después cambió todo eso, sobre todo con el asesinato de Carrero Blanco a manos de ETA", sostiene. Oliver Olmo añade que "ETA sale reforzada tras las conmutaciones de penas del Proceso de Burgos", y, con Puig Antich, Franco "cede a la pulsión de hacer valer su principio de autoridad pese a las campañas internacionales, que es verdad que preocupaban muchísimo al régimen".
LOS ÚLTIMOS FUSILADOS DEL FRANQUISMO
Tres miembros del FRAP (Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García Sanz) y dos de ETA político-militar (Juan Paredes 'Txiki' y Ángel Otaegi) se convierten, el 27 de septiembre de 1975, en los últimos ajusticiados del régimen.
El libro recién publicado 'El verano de los inocentes' (Anagrama), del periodista Roger Mateos, deja muy en entredicho la versión oficial que sirvió para condenar a Baena a muerte: numerosas pruebas apuntan a que en realidad no fue él quien asesinó a un agente de la Policía Armada en Madrid, en julio de 1975. En la carta que escribió a su padre horas antes de morir, Baena dijo: "Deseo que mi sangre sea la última que vierta un tribunal militar en este país". Y así fue, porque se convirtió en el último de los cinco en caer muerto, ese 27 de septiembre de 1975.
Mateos explica que, como se le acusaba del asesinato de un 'gris', el pelotón que disparó lo formaban guardias civiles. Pasaba al revés con García Sanz y Sánchez-Bravo, condenados por la muerte de un guardia civil. "El régimen quería trasladar que los fusilamientos no eran una venganza, pero no se lo cree nadie. Los cinco asesinatos fueron atroces, y de pura venganza", dice el periodista.
Como con Puig Antich, hubo presiones internacionales al más alto nivel para que Franco diera marcha atrás. El Papa Pablo VI llegó a ponerse en contacto con el dictador, que incluso recibió una carta de su hermano Nicolás pidiendo que recapacitara: "Querido Paco: no firmes esa sentencia. No conviene, te lo digo porque te quiero. Tú eres buen cristiano, después te arrepentirás. Ya estamos viejos, escucha mi consejo, ya sabes lo mucho que te quiero. Yo estuve algo enfermo, ahora ya estoy bien, gracias a Dios. Un fuerte abrazo de tu hermano, NICOLÁS".
No hubo nada que hacer, y Franco firmó el "enterado" el 26 de septiembre. Pocos días antes, Luis Eduardo Aute había compuesto la canción contra la pena de muerte 'Al alba', que quedó ya para siempre vinculada con esos últimos fusilamientos del franquismo.
Para Casanova, la suerte de los condenados estaba echada: "El búnker tenía miedo, mucho miedo. Habían caído las dictaduras de Portugal y Grecia en el año 74, y Franco estaba en plena agonía. Muchos de los suyos se estaban planteando que iba a pasar, y allí nadie abandonaba la nave". Para el historiador, los fusilamientos son "el último ajuste de cuentas de Franco con los rojos, que ahora ya no tienen forma de republicanos, sino que, para él, tienen forma de terroristas".
Los tres miembros del FRAP fusilados
José Luis Sánchez-Bravo, de 22 años
Fusilado en Hoyo de Manzanares
Condenado como presunto cerebro del atentado del 16 de agosto de 1975 que costó la vida al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose.
Ramón García Sanz, de 27 años
Fusilado en Hoyo de Manzanares
Condenado como presunto autor material del atentado del 16 de agosto de 1975 que costó la vida al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose.
Xosé Humberto Baena, de 24 años
Fusilado en Hoyo de Manzanares
Condenado como presunto autor material del atentado contra el agente de la Policía Armada Lucio Rodríguez, cometido el 14 de julio de 1975.
El atentado del FRAP contra el policía Lucio Rodríguez Martín, según la versión policial
Infografía de Eduard Forroll. Publicado en 'El verano de los inocentes'
Infografía de Eduard Forroll. Publicado en 'El verano de los inocentes'
El atentado del FRAP contra el teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez, según la versión policial
Infografía de Eduard Forroll. Publicado en 'El verano de los inocentes'
Infografía de Eduard Forroll. Publicado en 'El verano de los inocentes'
La carta que Baena escribió a sus padres la noche anterior a su ejecución
" Papá, mamá:
Me ejecutarán mañana de mañana.
Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero pero que la vida sigue.
Recuerdo que en tu última visita, papá, me habías dicho que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos, para ver la muerte de frente.
Siento tener que dejaros. Lo siento por vosotros que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero. No por mí. Pero tenéis que consolaros pensando que tenéis muchos hijos, que todo el pueblo es vuestro hijo, al menos yo así os lo pido.
¿Recordáis lo que dije en el juicio? Que mi muerte sea la última que dicte un tribunal militar. Ese era mi deseo. Pero tengo la seguridad de que habrá muchos más. ¡Mala suerte!
¡Cuánto siento morir sin poder daros ni siquiera mi último abrazo! Pero no os preocupéis, cada vez que abracéis a Fernando, el niño de Mary, o a Manolo haceros a la idea de que yo continúo en ellos.
Además, yo estaré siempre con vosotros, os lo aseguro.
Una semana más y cumpliría 25 años. Muero joven pero estoy contento y convencido.
Haced todo lo posible para llevarme a Vigo.
Como los nichos de la familia están ocupados, enterradme, si podéis, en el cementerio civil, al lado de la tumba de Ricardo Mella.
Nada más. Un abrazo muy fuerte, el último.
Adiós papá, adiós mamá.
Vuestro hijo:
José Humberto"
Los dos miembros de ETA fusilados
Juan Paredes Manot ('Txiki'), 21 años
Fusilado en Barcelona
Condenado por la muerte del policía Ovidio Díaz en el tiroteo que tuvo lugar tras el robo de una sucursal del Banco Santander en Barcelona, el 6 de junio de 1975.
Ángel Otaegi, 33 años
Fusilado en Burgos
Condenado a muerte por participar en el asesinato del guardia civil Gregorio Posadas el 3 de abril de 1974 en Azpeitia.
LA ABOLICIÓN
La Constitución de 1978 acaba con
la pena de muerte en el ámbito civil.
En la jurisdicción militar sobrevive hasta 1995. Para defender en el Congreso la supresión la pena capital en tiempos de guerra, el entonces portavoz socialista en la Cámara, Jordi Solé Tura, dijo: “La muerte no se puede combatir con la muerte”. La propuesta fue aprobada por unanimidad.
LA PENA DE MUERTE EN EL MUNDO
¿Cuántos países la mantienen?
¿Cuántos ejecutados ha habido en los últimos años?
Un reportaje de EL PERIÓDICO
Textos:
Daniel G. Sastre
Diseño e infografías:
Alex R. Fischer
Coordinación:
Rafa Julve y Ricard Gràcia
Agradecimientos:
Roger Mateos
