Los hijos del exilio: el lado de la historia que clama por la memoria
Recorrido por un capítulo negro de la historia española a través de cinco testimonios
Por Ana Cabanillas
"La Historia la escriben los vencedores. Ya es hora de contar la historia de los vencidos". La guerra civil partió a España en canal y dejó una herida abierta para aquellos que tuvieron que dejar su país atrás. Un exilio obligado que cambió el rumbo de sus vidas, y también la de sus hijos. A lo largo de cinco testimonios, EL PERIÓDICO repasa este legado, el de la memoria, que muchos vivieron a través de sus padres, arrojando luz a un capítulo negro de la historia que, por negligencia o comodidad, ha sido en muchos casos desterrado al olvido.
Costanza Tobío. Foto: Jose Luis Roca
Costanza Tobío. Foto: Jose Luis Roca
CONSTANZA TOBÍO
"Fue un error no ejercer la memoria antes"
“No me exilié, nací en el exilio. Yo no volví, yo vine". La historia de Constanza Tobío está marcada por el exilio. Sus padres, él diplomático y funcionario de la República, y ella estudiante universitaria, salieron de Barcelona el 26 de enero de 1939. Se habían casado el día de antes en Barcelona y dejaron todo atrás en coche oficial y a la carrera, ante el avance de las milicias franquistas. Tras Francia, México y Nueva York llegaron a Uruguay, donde nació Tobío y donde siempre fue conscientes de la situación que vivía el país de sus padres: "En España el franquismo era un manto de silencio y de olvido", rememora. "En el mundo de los exiliados, en cambio, hablaban porque era una manera de mantener el vínculo, de explicarse a sí mismos".
Permiso de residencia como asilada política en México de María del Carmen Soler, 4 de marzo de 1940
Permiso de residencia como asilada política en México de María del Carmen Soler, 4 de marzo de 1940
Dos décadas después, la familia regresó tras prescribir los delitos. El exilio no fue sólo de quienes se fueron. "también hubo un exilio interior" por parte de quienes se quedaron en el franquismo. Un silencio que cubrió todo y que ahora quiere rescatar: "La historia se hereda como responsabilidad".
Luis Tobío y María del Carmen Soler a finales de 1940 en Río de Janeiro camino de Montevideo que será la escala final del exilio
Luis Tobío y María del Carmen Soler a finales de 1940 en Río de Janeiro camino de Montevideo que será la escala final del exilio
Premio Nacional de Sociología, Tobío apunta a una deuda social: "Hay una responsabilidad colectiva de memoria". Y aunque admite "el deseo de olvidar" tras el franquismo, cree que "fue un error profundo el no ejercer la obligación de memoria antes". "La razón fue el temor y el deseo de construir una nueva España olvidando las tristezas y las tragedias del pasado. Pero fue un error".
Costanza Tobío. Foto: Jose Luis Roca
Costanza Tobío. Foto: Jose Luis Roca
CONSTANZA TOBÍO
"Fue un error no ejercer la memoria antes"
“No me exilié, nací en el exilio. Yo no volví, yo vine". La historia de Constanza Tobío está marcada por el exilio. Sus padres, él diplomático y funcionario de la República, y ella estudiante universitaria, salieron de Barcelona el 26 de enero de 1939. Se habían casado el día de antes en Barcelona y dejaron todo atrás en coche oficial y a la carrera, ante el avance de las milicias franquistas. Tras Francia, México y Nueva York llegaron a Uruguay, donde nació Tobío y donde siempre fue conscientes de la situación que vivía el país de sus padres: "En España el franquismo era un manto de silencio y de olvido", rememora. "En el mundo de los exiliados, en cambio, hablaban porque era una manera de mantener el vínculo, de explicarse a sí mismos".
Permiso de residencia como asilada política en México de María del Carmen Soler, 4 de marzo de 1940
Permiso de residencia como asilada política en México de María del Carmen Soler, 4 de marzo de 1940
Dos décadas después, la familia regresó tras prescribir los delitos. El exilio no fue sólo de quienes se fueron. "también hubo un exilio interior" por parte de quienes se quedaron en el franquismo. Un silencio que cubrió todo y que ahora quiere rescatar: "La historia se hereda como responsabilidad".
Luis Tobío y María del Carmen Soler a finales de 1940 en Río de Janeiro camino de Montevideo que será la escala final del exilio
Luis Tobío y María del Carmen Soler a finales de 1940 en Río de Janeiro camino de Montevideo que será la escala final del exilio
Premio Nacional de Sociología, Tobío apunta a una deuda social: "Hay una responsabilidad colectiva de memoria". Y aunque admite "el deseo de olvidar" tras el franquismo, cree que "fue un error profundo el no ejercer la obligación de memoria antes". "La razón fue el temor y el deseo de construir una nueva España olvidando las tristezas y las tragedias del pasado. Pero fue un error".
GONZALO BARREDA
"Vivimos con mala conciencia por no haber preguntado bastante"
Gonzalo Barrena (Tbilisi, Georgia, 1956), nació en el exilio de sus padres, que fue también el de sus abuelos. Reside en Cangas de Onís, donde ha sido maestro cuatro décadas y donde también lo fue Nicolás Diez Valbuena, su abuelo. Él marcó el rumbo de su propia historia. Tras estallar la guerra en 1936, cerca de tres mil de niños de entre 4 y 14 años pusieron rumbo a la URSS para alejarse del conflicto. Los padres -cuando había padres en lugar de orfandad- despidieron a sus hijos bajo una lluvia de bombas. Serían los llamados "niños de Rusia". El maestro Valbuena se embarcó con esos niños junto a su mujer y su hija, enfermera de 19 años. Lo que iban a ser tres meses terminaron siendo 20 años de destierro, aislados por el franquismo y el estallido de la II Guerra Mundial
Imagen del buque “Crimea” en el que tuvieron lugar la mayor parte de las repatriaciones masivas de los años 1956-57
Imagen del buque “Crimea” en el que tuvieron lugar la mayor parte de las repatriaciones masivas de los años 1956-57
Fruto del matrimonio entre la enfermera y su padre, un soldado republicano, nació en la república soviética de Georgia Barrena, que llegó a España con unos meses a finales de los 50. Pese a su corta edad rememora las dificultades de volver a una España franquista. "Vivimos bajo la sospecha de ser comunistas", rememora. Una segunda condena a la que siguió una tercera: el olvido. "Parece mentira que la memoria democrática suscite recelos", reflexiona. "Recuperar un nombre o un cuerpo, donde una familia pone un punto final a un interrogante, no implica odio, animadversión o inquina. La memoria da paz".
Niños españoles visitando el Palacio de Livadia, residencia veraniega de la familia imperial rusa durante el siglo XIX, en verano de 1938, durante su estancia en Alupka, Crimea.
Niños españoles visitando el Palacio de Livadia, residencia veraniega de la familia imperial rusa durante el siglo XIX, en verano de 1938, durante su estancia en Alupka, Crimea.
El "olvido" social, apunta, es consecuencia de lo que considera una "negligencia colectiva". "Es cómodo mirar para otro lado", resume. Admite además que él mismo también se culpa de este "borrado": "Estamos impregnados de mala conciencia, de no haber preguntado bastante"; se lamenta. "Tengo 68 años y mis padres ya no viven. Me encuentro ahora con álbumes de fotografías con imágenes mudas, y sin nadie a quien preguntar".
Gonzalo Barrena. Foto: Mara Villamuza
Gonzalo Barrena. Foto: Mara Villamuza
GONZALO BARREDA
Gonzalo Barrena. Foto: Mara Villamuza
Gonzalo Barrena. Foto: Mara Villamuza
"Vivimos con mala conciencia por no haber preguntado bastante"
Gonzalo Barrena (Tbilisi, Georgia, 1956), nació en el exilio de sus padres, que fue también el de sus abuelos. Reside en Cangas de Onís, donde ha sido maestro cuatro décadas y donde también lo fue Nicolás Diez Valbuena, su abuelo. Él marcó el rumbo de su propia historia. Tras estallar la guerra en 1936, cerca de tres mil de niños de entre 4 y 14 años pusieron rumbo a la URSS para alejarse del conflicto. Los padres -cuando había padres en lugar de orfandad- despidieron a sus hijos bajo una lluvia de bombas. Serían los llamados "niños de Rusia". El maestro Valbuena se embarcó con esos niños junto a su mujer y su hija, enfermera de 19 años. Lo que iban a ser tres meses terminaron siendo 20 años de destierro, aislados por el franquismo y el estallido de la II Guerra Mundial
Imagen del buque “Crimea” en el que tuvieron lugar la mayor parte de las repatriaciones masivas de los años 1956-57
Imagen del buque “Crimea” en el que tuvieron lugar la mayor parte de las repatriaciones masivas de los años 1956-57
Fruto del matrimonio entre la enfermera y su padre, un soldado republicano, nació en la república soviética de Georgia Barrena, que llegó a España con unos meses a finales de los 50. Pese a su corta edad rememora las dificultades de volver a una España franquista. "Vivimos bajo la sospecha de ser comunistas", rememora. Una segunda condena a la que siguió una tercera: el olvido. "Parece mentira que la memoria democrática suscite recelos", reflexiona. "Recuperar un nombre o un cuerpo, donde una familia pone un punto final a un interrogante, no implica odio, animadversión o inquina. La memoria da paz".
Niños españoles visitando el Palacio de Livadia, residencia veraniega de la familia imperial rusa durante el siglo XIX, en verano de 1938, durante su estancia en Alupka, Crimea.
Niños españoles visitando el Palacio de Livadia, residencia veraniega de la familia imperial rusa durante el siglo XIX, en verano de 1938, durante su estancia en Alupka, Crimea.
El "olvido" social, apunta, es consecuencia de lo que considera una "negligencia colectiva". "Es cómodo mirar para otro lado", resume. Admite además que él mismo también se culpa de este "borrado": "Estamos impregnados de mala conciencia, de no haber preguntado bastante"; se lamenta. "Tengo 68 años y mis padres ya no viven. Me encuentro ahora con álbumes de fotografías con imágenes mudas, y sin nadie a quien preguntar".
EL DECÁLOGO DE LA LEY DE MEMORIA DEMOCRÁTICA
La Ley de Memoria Democrática, aprobada en octubre de 2022, busca reconocer y reparar a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. Promueve el derecho a la verdad, la justicia y la dignidad, fomentando una memoria colectiva basada en los valores democráticos y los derechos humanos.
Eliane Ortega
Eliane Ortega
ELIANE ORTEGA
"La historia la escriben los vencedores, es hora de contar a los vencidos"
Eliane Ortega Bernabeu (Orán, 1954) nació en Argelia y no llegó a España hasta la veintena. En su caso, la historia familiar permaneció oculta hasta que, ya adulta, Eliane descubrió los diarios de su abuelo, republicano que tuvo que huir al norte de África. “A partir de ahí empecé a investigar", relata. Hasta entonces su pasado estaba envuelto en un manto de silencio. Un silencio que, cree, todavía permanece.
Eliane Ortega, en 1954, en brazos de su padre y junto a sus abuelos: Antonio Ortega Cadiz y Gerardo Bernabeu Vilaplana
Eliane Ortega, en 1954, en brazos de su padre y junto a sus abuelos: Antonio Ortega Cadiz y Gerardo Bernabeu Vilaplana
"En Francia o México los exiliados tienen más conciencia. En España Franco dejó una semilla de miedo. Hay un temor transmitido en las casas, como una pandemia".
A día de hoy es una de las principales investigadoras sobre el exilio africano y a través de la asociación ERAN ayuda a personas que, como ella, tratan de restituir su legado. "He rescatado la historia de mi abuelo pero aspiro a hacerlo con los 6.000 prisioneros que había en campos de concentración. Ahora tengo 4.000 expedientes", resume. Su próximo objetivo es lograr financiación para ir a los archivos franceses y a los cementerios marroquíes, en muchos casos en ruinas. "Es muy difícil".
Tumba del abuelo de Eliane Ortega, Gerardo Bernabeu Vilaplana
Tumba del abuelo de Eliane Ortega, Gerardo Bernabeu Vilaplana
Un acto de reparación que hace por libre, "sin ayuda institucional", pero con una convicción: "La historia la escriben los vencedores, es hora de contar la historia de los vencidos".
ELIANE ORTEGA
Eliane Ortega
Eliane Ortega
"La historia la escriben los vencedores, es hora de contar a los vencidos"
Eliane Ortega Bernabeu (Orán, 1954) nació en Argelia y no llegó a España hasta la veintena. En su caso, la historia familiar permaneció oculta hasta que, ya adulta, Eliane descubrió los diarios de su abuelo, republicano que tuvo que huir al norte de África. “A partir de ahí empecé a investigar", relata. Hasta entonces su pasado estaba envuelto en un manto de silencio. Un silencio que, cree, todavía permanece.
Eliane Ortega, en 1954, en brazos de su padre y junto a sus abuelos: Antonio Ortega Cadiz y Gerardo Bernabeu Vilaplana
Eliane Ortega, en 1954, en brazos de su padre y junto a sus abuelos: Antonio Ortega Cadiz y Gerardo Bernabeu Vilaplana
"En Francia o México los exiliados tienen más conciencia. En España Franco dejó una semilla de miedo. Hay un temor transmitido en las casas, como una pandemia".
A día de hoy es una de las principales investigadoras sobre el exilio africano y a través de la asociación ERAN ayuda a personas que, como ella, tratan de restituir su legado. "He rescatado la historia de mi abuelo pero aspiro a hacerlo con los 6.000 prisioneros que había en campos de concentración. Ahora tengo 4.000 expedientes", resume. Su próximo objetivo es lograr financiación para ir a los archivos franceses y a los cementerios marroquíes, en muchos casos en ruinas. "Es muy difícil".
Tumba del abuelo de Eliane Ortega, Gerardo Bernabeu Vilaplana
Tumba del abuelo de Eliane Ortega, Gerardo Bernabeu Vilaplana
Un acto de reparación que hace por libre, "sin ayuda institucional", pero con una convicción: "La historia la escriben los vencedores, es hora de contar la historia de los vencidos".
EL MAPA DE LA MEMORIA
Mapa de enclaves declarados 'lugar de memoria democrática' por el Gobierno central, que figuran en el inventario estatal creado por la ley de memoria democrática de 2022, quedando excluidos los lugares declarados a nivel autonómico.
Enric Urraca de Diego. Foto: Jordi Cotrina
Enric Urraca de Diego. Foto: Jordi Cotrina
ENRIC URRACA DE DIEGO
"A los jóvenes les impacta cuando contamos nuestra historia"
Enric Urraca de Diego (Barcelona, 1946) abandonó Barcelona con 12 años rumbo a Francia. Era 1958, en pleno fanquismo. Sólo entonces comprendió el motivo de su huida. Eran republicanos. La política había sido tabú en casa: "Era peligroso hablar delante de los niños por si ellos lo contaban", recuerda. En un nuevo país conoció de la existencia de su tío, Juan de Diego, que vivía allí tras sobrevivir a la deportación en Mauthausen entre 1940 hasta la caída del nazismo en 1945. Era un campo de concentración de tipo 3, "de ahí no tenía que salir nadie vivo".
Juan de Diego en Mauthausen en mayo de 1945, con dos soldados estadounidenses que liberaron el campo.
Juan de Diego en Mauthausen en mayo de 1945, con dos soldados estadounidenses que liberaron el campo.
Y de Diego tenía el número de prisionero más antiguo cuando los norteamericanos lo liberaron. Le salvó la formación que hizo a contrarreloj para ser administrativo en el campo, gestionado por los propios reclusos bajo supervisión de las SS. Esto le permitió salvar las vidas de otros deportados.
Campo de concentración de Mauthausen, a la izquierda el preso que mira hacia la cámara es Juan de Diego
Campo de concentración de Mauthausen, a la izquierda el preso que mira hacia la cámara es Juan de Diego
"Nuestro trabajo es poner en alerta a las nuevas generaciones para que no caigan en lo mismo", advirtió el propio De Diego en 1979. Una reflexión que ahora recoge su sobrino. Presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica del Exilio Republicano, Urraca va a institutos a contar su testimonio: "No les enseñamos nada, les contamos una historia vivida, y les impacta escucharlo". Una manera, explica, cumplir la misión fijada por su tío: "La juventud se echa al extremismo de derechas y con nuestros testimonios intentamos contrarrestarlo".
ENRIC URRACA DE DIEGO
Enric Urraca de Diego. Foto: Jordi Cotrina
Enric Urraca de Diego. Foto: Jordi Cotrina
"A los jóvenes les impacta cuando contamos nuestra historia"
Enric Urraca de Diego (Barcelona, 1946) abandonó Barcelona con 12 años rumbo a Francia. Era 1958, en pleno fanquismo. Sólo entonces comprendió el motivo de su huida. Eran republicanos. La política había sido tabú en casa: "Era peligroso hablar delante de los niños por si ellos lo contaban", recuerda. En un nuevo país conoció de la existencia de su tío, Juan de Diego, que vivía allí tras sobrevivir a la deportación en Mauthausen entre 1940 hasta la caída del nazismo en 1945. Era un campo de concentración de tipo 3, "de ahí no tenía que salir nadie vivo".
Juan de Diego en Mauthausen en mayo de 1945, con dos soldados estadounidenses que liberaron el campo.
Juan de Diego en Mauthausen en mayo de 1945, con dos soldados estadounidenses que liberaron el campo.
Y de Diego tenía el número de prisionero más antiguo cuando los norteamericanos lo liberaron. Le salvó la formación que hizo a contrarreloj para ser administrativo en el campo, gestionado por los propios reclusos bajo supervisión de las SS. Esto le permitió salvar las vidas de otros deportados.
Campo de concentración de Mauthausen, a la izquierda el preso que mira hacia la cámara es Juan de Diego
Campo de concentración de Mauthausen, a la izquierda el preso que mira hacia la cámara es Juan de Diego
"Nuestro trabajo es poner en alerta a las nuevas generaciones para que no caigan en lo mismo", advirtió el propio De Diego en 1979. Una reflexión que ahora recoge su sobrino. Presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica del Exilio Republicano, Urraca va a institutos a contar su testimonio: "No les enseñamos nada, les contamos una historia vivida, y les impacta escucharlo". Una manera, explica, cumplir la misión fijada por su tío: "La juventud se echa al extremismo de derechas y con nuestros testimonios intentamos contrarrestarlo".
VICENTA ALCOVER
"No se habla de los niños que se fueron. Somos los olvidados"
Durante la Guerra Civil, más de 3.000 niños españoles fueron evacuados a la URSS. Vicenta Alcover (València, 1930) fue una de ellos. Con ocho años, tras vivir en el Palacio de Pedralbes y gracias a la mediación del general republicano Cisneros, partió desde Barcelona en 1938. Fue sola, pensando que serían tres meses. “Pero fueron veinte años”. Huyó de los bombardeos y creció en Rusia, donde estudió y trabajó. Regresó en 1956, con 26 años, viuda y con un hijo. La bienvenida fue hostil. “En los trabajos decía que venía de Rusia y me rechazaban como si tuviera la peste.” También sufrió la vigilancia franquista: “Me interrogaban durante horas. Uno de la CIA me preguntó si conocía al Gobierno ruso”, lamenta. "Nos obligaron a bautizar a mi hijo y a hacer la comunión".
Vicenta Alcover
Vicenta Alcover
Hoy, con 95 años, Vicenta denuncia el silencio que la rodea. “De los niños se habla poco. Pero de nuestro retorno, de cómo nos trataron, no se habla en absoluto”. Nadie la ha llamado nunca para ningún acto de reparación. “No se habla de los niños que se fueron. Somos los olvidados".
Vicenta Alcover. Foto: Zowy Voeten
Vicenta Alcover. Foto: Zowy Voeten
VICENTA ALCOVER
Vicenta Alcover. Foto: Zowy Voeten
Vicenta Alcover. Foto: Zowy Voeten
"No se habla de los niños que se fueron. Somos los olvidados"
Durante la Guerra Civil, más de 3.000 niños españoles fueron evacuados a la URSS. Vicenta Alcover (València, 1930) fue una de ellos. Con ocho años, tras vivir en el Palacio de Pedralbes y gracias a la mediación del general republicano Cisneros, partió desde Barcelona en 1938. Fue sola, pensando que serían tres meses. “Pero fueron veinte años”. Huyó de los bombardeos y creció en Rusia, donde estudió y trabajó. Regresó en 1956, con 26 años, viuda y con un hijo. La bienvenida fue hostil. “En los trabajos decía que venía de Rusia y me rechazaban como si tuviera la peste.” También sufrió la vigilancia franquista: “Me interrogaban durante horas. Uno de la CIA me preguntó si conocía al Gobierno ruso”, lamenta. "Nos obligaron a bautizar a mi hijo y a hacer la comunión".
Vicenta Alcover
Vicenta Alcover
Hoy, con 95 años, Vicenta denuncia el silencio que la rodea. “De los niños se habla poco. Pero de nuestro retorno, de cómo nos trataron, no se habla en absoluto”. Nadie la ha llamado nunca para ningún acto de reparación. “No se habla de los niños que se fueron. Somos los olvidados".
Ignacio Meolans
Ignacio Meolans
IGNACIO MEOLANS
"Mis abuelos, por parte de mi papá, fueron quienes me dieron la posibilidad de poder obtener la nacionalidad"
"El proceso fue bastante simple, entiendo porque teníamos la partida de nacimiento", explica Ignacio Meolans, uno de los beneficiarios de la ley de Nietos, al igual que su hermana. "Mis abuelos, por parte de mi papá, fueron quienes me dieron la posibilidad de poder obtener la nacionalidad". Su bisabuela era de Alfos, Galicia. "Murió cuando era pequeño. Apenas llegué a conocerla". En Meolans se mezcla una conexión con aquel pasado familiar y las aprensiones del presente argentino, lo que llama "la realidad del país". Y añade: "hace tiempo que no conocemos la estabilidad, más allá de quien gobierne, siempre hay mucha incertidumbre sobre qué es lo que va a pasar mañana".
Los bisabuelos y abuelos de Ignacio Meolans junto a su padre, de niño, y su tía
Los bisabuelos y abuelos de Ignacio Meolans junto a su padre, de niño, y su tía
Galicia no es para Meolans un lugar remoto. "Tenemos contacto con la parte de la familia que quedó allá, y también siempre hubo mucho cariño de ese lado". El pasaporte en la mano es, por ahora, una puerta que se puede abrir. "Me pone contento esa posibilidad y la esperanza de que el día de mañana pueda conocer más en detalle toda la cultura, todas las cuestiones más puntuales y más intrínsecas de la hispanidad, y estar aunque sea de paseo, por los lugares de donde vienen mis antepasados"
IGNACIO MEOLANS
Ignacio Meolans
Ignacio Meolans
"Mis abuelos, por parte de mi papá, fueron quienes me dieron la posibilidad de poder obtener la nacionalidad"
"El proceso fue bastante simple, entiendo porque teníamos la partida de nacimiento", explica Ignacio Meolans, uno de los beneficiarios de la ley de Nietos, al igual que su hermana. "Mis abuelos, por parte de mi papá, fueron quienes me dieron la posibilidad de poder obtener la nacionalidad". Su bisabuela era de Alfos, Galicia. "Murió cuando era pequeño. Apenas llegué a conocerla". En Meolans se mezcla una conexión con aquel pasado familiar y las aprensiones del presente argentino, lo que llama "la realidad del país". Y añade: "hace tiempo que no conocemos la estabilidad, más allá de quien gobierne, siempre hay mucha incertidumbre sobre qué es lo que va a pasar mañana".
Los bisabuelos y abuelos de Ignacio Meolans junto a su padre, de niño, y su tía
Los bisabuelos y abuelos de Ignacio Meolans junto a su padre, de niño, y su tía
Galicia no es para Meolans un lugar remoto. "Tenemos contacto con la parte de la familia que quedó allá, y también siempre hubo mucho cariño de ese lado". El pasaporte en la mano es, por ahora, una puerta que se puede abrir. "Me pone contento esa posibilidad y la esperanza de que el día de mañana pueda conocer más en detalle toda la cultura, todas las cuestiones más puntuales y más intrínsecas de la hispanidad, y estar aunque sea de paseo, por los lugares de donde vienen mis antepasados"
El dictador Francisco Franco murió hace medio siglo, pero las secuelas de la guerra y la dictadura aún atraviesan varias generaciones. Hoy sus voces piden desempolvar el manto de olvido que cubrió España para afrontar una nueva era. Una memoria alejada de la división o del odio. O, en palabras de Tobío, "una toma de conciencia de lo ocurrido, una memoria sanadora para cerrar una herida".
Un reportaje de EL PERIÓDICO
Textos:
Ana Cabanillas / Abel Gilbert
Diseño e infografías:
Ricard Gràcia
Coordinación:
Rafa Julve
