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La Marcha Verde: el jaque mate a la España imperial

Hace medio siglo, una gran manifestación de civiles organizada por militares marroquís con ayuda de EEUU hizo un ensayo de invasión de la última colonia española

Antes de entrar en su agonía, Franco se dispuso a la guerra, pero ¿iban sus tropas a disparar contra una muchedumbre de civiles?

MULTIMEDIA | Los últimos fusilados del franquismo

Participantes en la Marcha Verde para la toma del Sáhara por Marruecos, en nviembre de 1975.

Participantes en la Marcha Verde para la toma del Sáhara por Marruecos, en nviembre de 1975. / EFE/ARCHIVO

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Madrid
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Cuando no es una Jornada de Inversores internacionales, es el Congreso de las Bahías más Bellas del Mundo; y si no, un encuentro internacional de Economía del Desierto o la reunión anual de la Sociedad Matemática. En el paisaje árido y ventoso de Dajla, una punta sur del territorio que controla, Marruecos organiza muchos mítines, y los invitados extranjeros que acuden se encuentran al llegar una profusión de banderas rojas marroquís por las avenidas, un goteo de aperturas de consulados y una creciente construcción de hoteles para ejecutivos y de 'resorts' para turistas del surf y el desierto.

Hace 50 años, ese punto costero del Sáhara Occidental, 634 kilómetros al sur de Gran Canaria, se llamaba Villa Cisneros y era un enclave español en el que el Ejército había situado fuerzas de reserva y un entramado de retaguardia. En esa ciudad, nunca oficialmente entregada a Marruecos, firmó el general y gobernador Federico Gómez de Salazar la "Orden General Extraordinaria" de evacuación de soldados españoles el 12 de enero de 1976, 67 días después de la Marcha Verde.

Hoy Dajla tiene decorada una de sus plazas con la bandera marroquí más grande del país, visible desde las ventanillas de los aviones que se dirigen a su pequeño aeropuerto internacional. Se ha convertido en un foco de atracción de inversiones para un puerto logístico (1.100 millones de euros) que rivalice con el de Las Palmas en el aprovisionamiento de buques para la travesía a América, y para la minería de tierras raras y el cultivo y exportación de hortalizas.

Y todo este esfuerzo de desarrollo a 18 horas en coche de Rabat –en un punto que reclama el Frente Polisario, ejército de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en el exilio– sirve a la corte de Mohamed VI para clavar una estaca de la marroquinización del Sáhara.

Transformación étnica

Cuenta el general Adolfo Coloma que la última vez que estuvo en El Aaiún, en un viaje que hizo de jubilado hace pocos años, en la que ya es ciudad de 200.000 vecinos no se veía por ninguna parte el dráa, la túnica azul de los saharauis: "Solo vi dos hombres que lo llevaran, y uno de ellos era yo".

El detalle reseña cómo la ocupación marroquí de la que ahora se cumple medio siglo ha obtenido su primer objetivo: la transformación étnica de la población a base de implantar súbditos marroquís en el territorio del que la guerra y la represión ha expulsado a sus primigenios pobladores.

En noviembre de 1975, cuando la Marcha Verde de civiles –y militares camuflados– marroquís reclamó el Sáhara Occidental, Coloma era un joven teniente de la Legión destinado en el norte de la entonces provincia española, escenario de la operación híbrida que aceleró la salida de España del territorio. Su coetáneo Ángel Moreno, general retirado del Ejército del Aire, era también teniente. Mandaba la sección que servía a un radar antiaéreo en El Aaiún. "Los repuestos empezaron a escasear un año antes; los americanos no nos los enviaban….", relata. Y eso era ya una señal, un hito geoestratégico.

Un episodio de la guerra fría

Desde esa perspectiva, la geoestratégica, también puede enfocarse la evacuación española del Sáhara: no solo es parte de la historia de las descolonizaciones africanas, ni tampoco solo un capítulo del final de la dictadura franquista; también fue un episodio de la guerra fría.

La larga enfermedad y agonía del general Franco también flanquea el suceso. Pero es un factor clave visto desde España. Si se mira desde el nacionalismo marroquí, también es significativo que en 1975 se cumplía medio siglo del desembarco de Alhucemas, operación anfibia con la que España y Francia clavaron su poder colonial sobre el país. Y si se mira desde Langley, la sede de la CIA…

Rusia, eternamente condenada a buscar mares calientes por los que exportar, tenía en la descolonización del Sáhara una oportunidad para lograr una salida al Atlántico a través de Argelia, su peón en el Magreb. Y eso Estados Unidos no lo iba a permitir.

Desde que el franquismo anuncia la descolonización, EEUU y Francia se aprestan a que el resultado no sea una RASD vasalla de Argelia. Y eso ha determinado la irredenta penuria actual de un cuarto de millón de saharauis en el exilio, acreedores del gran incumplimiento del proceso: el prometido derecho de autodeterminación, que fija la Resolución 2711 de la ONU.

Invasión civil, plan militar

Los militares españoles no se llevaron una sorpresa a las diez de la mañana del 6 de noviembre de 1975. Al fin y al cabo llevaban viendo agolparse a una muchedumbre marroquí en la frontera desde el 26 de octubre, y el día 16 el rey Hasán II había dicho a su "pueblo querido" que el Tribunal de La Haya reconocía su derecho sobre el Sáhara, y dado instrucciones para una marcha pacífica sobre el territorio.

Un año antes, el monarca marroquí había prometido que en agosto de 1975 tomaría el té en El Aaiún. Se habían intensificado en el el territorio las acciones armadas contra el ejército colonial. Entre ellas, el secuestro de las patrullas Pedro y Domingo. Siete reclutas de la mili, dos cabos, dos sargentos y cuatro tenientes atrapados por unos miembros de las Tropas Nómadas (unidad del Ejército formada por saharauis) que se habían pasado al Frente Polisario.

Los militares españoles prescindieron entonces de su apoyo militar nativo, acentuando su aislamiento. En julio, un land rover con cinco soldados españoles había volado por los aires tras pisar una mina antitanque. La había colocado el Frente de Liberación y Unidad (FLU), comando irregular de Marruecos para desestabilizar con atentados.

El color de la bandera del Islam

En ese clima arrancaba la Marcha Verde. El color lo había decidido Hasán II, por ser el de la bandera del Islam y tenerse él como "guía de los creyentes".

Nunca se ha publicado un recuento exacto de participantes. Entre 200.000 y 350.000 personas marcharon sobre un Sáhara poblado por 60.000 habitantes. El general Coloma recuerda lo que vio sobrevolando en helicóptero a aquella multitud. Enarbolaban ejemplares del Corán, saludaban triunfales a la aeronave, "y tenían las tiendas de campaña alineadas muy militarmente, dejando entre ellas calles muy rectas…".

No solo había organización muy militar en los campamentos; también una logística norteamericana, cerca de 6.000 grandes camiones que pertrechaban a aquella muchedumbre con agua, frutas, tabaco y banderas.

Pasadas las diez y media de la mañana del 6 de noviembre, los más arrojados de la Marcha Verde cortaban una alambrada junto al puesto fronterizo de Tah. No hallaron resistencia española: la Legión se había replegado días antes unos kilómetros atrás. Pero sí estaban las minas.

Minas antipersona y antitanque

Se podía leer en español y árabe "Peligro minas" en numerosos carteles, bien visibles en el vacío del desierto. El Ejército había minado franjas de territorio en torno a la carretera que llevaba a El Aaiún. Eran minas antipersona y antitanque, para detener a los blindados de la Brigada Golán que Marruecos tenía desplegada al norte. El minado era parte de una operación militar de resistencia bautizada Marabunta.

Ningún testigo de la época ha reseñado que el Ejército recibiera órdenes de disparar al gentío que caminaba hacia la capital del Sáhara Occidental, aún a sabiendas de que entre los civiles había militares marroquís infiltrados. En los dos últimos consejos de ministros que presidió, en agosto y octubre de 1975, Franco expresó a su gobierno intención de llegar a la guerra si era necesario. Sentado a su derecha estaba el presidente falangista Carlos Arias Navarro, que no cumpliría con esa previsión.

Tampoco lo hizo el jefe de Estado interino, el entonces príncipe de España Juan Carlos de Borbón, que el 2 de noviembre visitó y arengó a las tropas españolas en el Sáhara. "Deseamos también proteger los legítimos derechos de la población saharaui. Nuestra misión en el mundo y nuestra historia nos lo exigen", dijo entonces.

A su regreso, los ministros franquistas Antonio Carro y José Solís viajaban a Rabat para acabar negociando con Hasán II la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos. Si bien la negociación no trascendió del todo, es consenso entre historiadores que se pactó que la Marcha Verde sería paripé: no dejar mal al rey alauita ni llegar al derramamiento de sangre, con un tope de avance de 10 kilómetros en territorio controlado por España.

Reclutas haciendo la mili

Más al sur estaba la línea de defensa de la Legión, y más al sur El Aaiún, carros de combate AMX30 y M48, vehículos armados con ametralladoras, artillería y un aeródromo y un radar protegidos por los paracaidistas… y cerca de 10.000 reclutas haciendo la mili.

Entre medias de este dispositivo, y viendo llegar a Marruecos, un estado sin territorio. La República Árabe Saharaui Democrática nació en guerra. Antes de la Marcha Verde, el 30 de octubre de 1975 ya habían atravesado la frontera tropas marroquís para chocar con el Frente Polisario (Frente Popular de Liberación del Sáhara y Río de Oro). Desde entonces esa guerra no ha tenido fin –solo un alto el fuego negociado en 1991– ni han servido las rotaciones de la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental), que hoy tiene 245 cascos azules.

Ni se conoce el número exacto de muertos marroquís y saharahuis caídos en choques armados mientras Marruecos extendía su fortificación, un muro de arena seis veces ampliado hasta alcanzar en 1987 los dos metros de alto y 2.750 kilómetros de largo, protegido por campos de minas y más de 100.000 militares entre los que se han dado casos de corrupción y venta de secretos operativos denunciados por oficiales disidentes.

De momento el referéndum es inviable: el Polisario lo quiere sobre el censo elaborado por España para tal fin en 1974, y Marruecos lo admitiría si se toma como censo la actual población, nutrida por Rabat.

‘Dune’ entre las dunas

Desde el comienzo de la ocupación marroquí en 1976 –también una ocupación temporal mauritana al sur–, los saharauis fueron víctimas de una brutal represión denunciada reiteradamente por Amnistía Internacional, que causó una huida de población desde El Aaiún, Smara, Villa Cisneros… desierto adentro.

En el principal enclave de refugiados, Tinduf (Argelia), se hacinan 174.000 saharauis. A 600 kilómetros queda otro hito de esta historia. Se llama Bucraa o Fos Bucraa, pero la segunda denominación no es geográfica sino industrial, una marca: Fosfatos de Bucraa, sociedad constituida en 1969 para explotar un tesoro sahariano.

A cielo abierto, incluso a nivel del suelo, se arremolinan entre el polvo unas sales de ácido fosfórico claves para fabricar fertilizantes. Marruecos y Estados Unidos tienen hoy el liderazgo mundial en el comercio de ese mineral, tan abundante y valioso como la especia en la distópica 'Dune'.

Tras la Marcha Verde y la entrega del Sáhara, se hizo cargo de las minas una sociedad mixta hispano-marroquí, Office Chérifien de Phospates (OCP), dado que España había construido una cinta transportadora de 110 kilómetros y un muelle para sacar los fosfatos al mercado.

El 19 de marzo de 2022, sin aviso previo, Pedro Sánchez daba un volantazo a la política española sobre el Sáhara admitiendo el plan de autonomía de Marruecos como opción «más seria, creíble y realista» para el territorio. Otro hito en esta historia. Pero los hay previos y menos ruidosos. En 2002, la OCP que explota los yacimientos amplió capital. El gobierno de Aznar no acudió a la ampliación. Y ahí acabó la presencia de España en el Sáhara Occidental.

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