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Iñaki Gabilondo: "Que el franquismo muriera en la cama fue una deshonra y una vergüenza generacional"

A sus 83 años, el periodista repasa los 33 que vivió bajo la dictadura de Franco y analiza la percepción que hay hoy en España sobre ese período de nuestra historia

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Entrevista a Iñaki Gabilondo

José Luis Roca

Juan Fernández

Juan Fernández

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El día que murió Franco, Iñaki Gabilondo era director de Radio Sevilla, de la Cadena SER, que por entonces era una emisora del Estado. Después ocuparía algunos de los puestos de mayor relevancia mediática del país: el 23-F le pilló al frente de los informativos de Televisión Española y durante dos décadas dirigió el programa radiofónico con más oyentes de España, ‘Hoy por hoy’, entre otros destinos. Ahora, retirado de la primera línea y con la perspectiva que da el tiempo, el periodista hace memoria de los 33 años que vivió bajo la dictadura franquista y analiza la percepción que hay de aquella época, y de la que vino a continuación, en la España de hoy.

Me gustaría invitarle a viajar a 1975. ¿Recuerda el 20-N? ¿Qué ambiente se respiraba en el país?

Me acuerdo perfectamente, como si fuera ahora, de los días anteriores, de ese día y del ambiente que había. Recuerdo el momento en que Europa Press lanzó, a las cinco y media de la mañana, el célebre teletipo: “Franco ha muerto, Franco ha muerto, Franco ha muerto”. Llegó así, repitiendo la frase tres veces, a todas las redacciones de España. Todos estábamos pendientes de esa noticia. En el país había una atmósfera de gran incertidumbre, de desconcierto total. La pregunta era: y ahora qué va a pasar. En la mayoría de los casos, la respuesta que daba la gente era: lo que sea menos volver a las andadas y que nos matemos de nuevo. Había una gran masa inerte que, como siempre, esperaba ser pastoreada porque llevaba así toda su vida, y también había gente muy concienciada y esperanzada en el cambio. Pero en unos y en otros reinaba la sensación de no saber a ciencia cierta cómo se hacía lo que hubiera que hacer.

¿No se sabía?

En ese momento en este país nadie tenía ni idea de política. El Partido Comunista era el único con conocimiento de activismo resistente contra el franquismo, pero tampoco era una organización democrática en el sentido técnico de la palabra, de democracia no sabían gran cosa. Había mucho movimiento, los sindicatos llevaban años trabajando en la clandestinidad, se crearon grupos vecinales y en la Iglesia, y los incipientes partidos políticos empezaban a buscar referencias en el extranjero, como el PSOE, que las buscó en la socialdemocracia alemana. Pero cuando entrevistabas a un político de entonces, te quedabas sorprendido de la bisoñez que transmitía. Cuando murió Franco, nadie en España sabía cómo se hacía una democracia.

¿Qué se pensaba que significaba esa palabra?

En general, el gran público tenía la sensación de llevar 40 años encerrados en un cuartel y quería vivir en un país normal. Los que vivíamos cerca de la frontera, como yo, que soy de San Sebastián, teníamos una experiencia muy táctil de la democracia, porque en 30 minutos pasábamos al otro lado y allí veíamos ondear la ikurriña, que en España podía llevarte a la cárcel, y escuchábamos la radio y veíamos que allí la información no estaba amputada, como pasaba aquí. Al otro lado podíamos ver las películas que aquí estaban prohibidas y comprar los libros que aquí no existían. La demanda generalizada era vivir en un país como el de los franceses, los italianos, los belgas o los alemanes, nada más.

Cuando murió Franco, nadie en España sabía cómo se hacía una democracia. Cuando entrevistabas a un político de entonces, te quedabas sorprendido de la bisoñez que transmitía.

¿Hubo riesgo de involución?

Le contaré una anécdota personal que da la medida de cómo estaban las cosas en ese momento. En los días previos a la muerte de Franco vinieron a verme a la emisora dos militares del Estado Mayor para anunciarme que el día que se produjera la noticia del fallecimiento, la emisora debía trasladarse a la Capitanía General, en la plaza de España de Sevilla, y los contenidos se dictarían desde allí. A mí me iban a asignar un militar al mando. Mientras manteníamos esta conversación, pude ver cómo varios militares cortaban el enlace de onda corta que había en la emisora y se lo llevaban a la Capitanía para calcular el tiempo que tardarían en hacer el recorrido. Al final, aquella hipótesis que me plantearon esos mandos militares no pasó, pero da pistas de cómo estábamos. Estábamos pendientes de la noticia que más pronto o más tarde iba a suceder, pero nadie sabía cómo iba a acabar aquello. Mientras tanto, en la radio no paraba de sonar música clásica a punta de pala. Junto a la esperanza de cambio que había entre la mayoría, también existía la sensación de que aquello estaba bien atado y que las resistencias del régimen lo iban a poner difícil. La transición no fue una merienda en Versalles, como dicen algunos.

Iñaki Gabilondo.

Iñaki Gabilondo. / José Luis Roca

¿A qué se refiere?

Los movimientos políticos y civiles antifranquistas se dividían entre los que querían la reforma y los que pedían la ruptura. Los primeros se enfadaron con los segundos porque les pareció una traición lo que ocurrió en España tras la muerte de Franco, como ha ocurrido siempre en las viejas disputas entre formaciones de izquierdas, que unos acusan a otros de posibilistas y estos a aquellos de ingenuos. Pero la ruptura no era posible porque se necesitaba una movilización de abajo arriba, integral, que no podía darse en un país cuyas estructuras estaban perfectamente marcadas y cerradas. Un día le dije a Pablo Iglesias: dentro de 30 años, a lo mejor tu hijo te dice, oye papá, tú que has sido vicepresidente del Gobierno España, con el poder que has tenido y siendo tan republicano, ¿por qué no trajiste la República? Entonces, tú le dirás: mira, querido hijo, te voy a explicar las circunstancias... Pues las circunstancias en la España que vio morir a Franco eran las que eran. Se hizo lo que se pudo, y un poquito más.

¿No estaba claro que la muerte de Franco significara el final del franquismo?

El régimen seguía en pie y oficialmente se iba a producir un relevo en la Jefatura del Estado para que todo siguiera como estaba. Esa sensación reinó hasta que se produjo el nombramiento de Adolfo Suárez en lugar de Arias Navarro en la presidencia del Gobierno. Mientras tanto, el país vivía sometido a una tensión enorme, con continuos atentados terroristas de ETA, del GRAPO, del FRAP, de grupos de extrema derecha… El día de la masacre de Atocha, yo dirigía el programa ‘Hora 25’ en la SER y me llamó Eugenio Fontán, director de la emisora, y me dijo: Iñaki, tú y tu familia no durmáis en casa esta noche. Por eso me hace tanta gracia cuando algunos dicen que aquello fue una merienda en Versalles. A toro pasado, parece que la llegada de la democracia estuvo regida por una inteligencia sabia que lo guio todo, pero no fue así, las corrientes humanas no funcionan así.

Hábleme de Franco. ¿Qué recuerda de él, qué transmitía su figura?

Es curioso, porque cuando piensas en personajes como Hitler, Mussolini o Franco, que tuvieron un papel relevante en la historia del siglo XX, y luego reparas en ellos como personas, como seres humanos, te das cuenta de que no habrían merecido ni cinco minutos de atención si no hubiera sido por el inmenso poder que atesoraron. Al parecer, en África había sido un militar muy valiente, o eso decían, pero el personaje inspiraba muy poca cosa. Ya en democracia, se organizaron visitas turísticas al Palacio del Pardo y un día fui para ver donde había vivido y me llamó la atención que no había libros. Ninguno. ¡No había leído un libro en toda su vida! Como personaje, no tiene interés alguno. Admito que no soy objetivo, porque mi referencia personal de la figura de Franco no me animaba a sentir mucha simpatía hacia él.

Yo a Franco nunca le vi el carisma. Tenía mucho poder, pero carisma, ninguno. Luego tenía esa vocecita de pito y era tan pequeñito, con esa carita… Como personaje no tiene ningún interés

¿Cuál era esa referencia?

Mi padre había sido gudari del nacionalismo vasco, un soldado raso mondo y lirondo, y tenía una carnicería muy cerca del edificio de la Diputación. Cuando Franco venía a veranear a San Sebastián y lo llevaban a cenar a la Diputación, la policía hacía una limpia en el barrio y se llevaban a la trena a todos los sospechosos, entre ellos a mi padre. Así que la referencia biográfica que yo tenía de ese señor era que cuando veía aparecer al Azor por la bahía, me echaba a temblar, porque sabía que esa noche mi padre dormía en la cárcel. Esto era vivir bajo el franquismo.

Iñaki Gabilondo.

Iñaki Gabilondo. / José Luis Roca

Y sin embargo, Franco estuvo casi 40 años al mando de España.

Porque ganó una guerra y luego ejerció un poder sin clemencia ni misericordia sobre el bando perdedor. Esa era su fuerza. Cuando llegaban los aniversarios y el régimen hablaba de los “15 años de paz” y los “20 años de paz”, mentía. No eran años de paz, eran años de victoria de unos españoles sobre otros, que estaban sometidos y callados.

¿Qué supuso que el régimen muriera en la cama?

Una deshonra y una vergüenza generacional. El franquismo murió en la cama porque logró construir una sociedad adormilada que lo había pasado muy mal en la posguerra pero que había entrado en contacto con las delicias de la pequeña prosperidad en los años 60, y si bien una gran parte acusaba la falta de libertad, otra parte no solo no la echaban de menos, sino que el régimen había inoculado en ella la idea de que la democracia, la libertad y la igualdad eran ideas malditas. Cuando tú te has pasado toda tu vida sin poder tener control de tus necesidades, esperas que alguien decida por ti, y en la masa más inerte de la sociedad se notaba la parálisis derivada de 40 años de dictadura. De todos modos, yo procuro ser muy misericordioso con los comportamientos sociales, porque hoy mismo, sin ir más lejos, estamos viendo y viviendo situaciones que hace poco nos habrían parecido inimaginables y las estamos consistiendo como si nada. Asistimos a diario a comportamientos del presidente de Estados Unidos que son intolerables y los admitimos, y hemos asistido a una matanza inmensurable en Gaza sin ser capaces de pararla. Algún día, las generaciones futuras nos preguntarán cómo lo permitimos, igual que ahora nos preguntamos cómo los alemanes permitieron los crímenes del nazismo o la sociedad española permitió que el régimen muriera en la cama.

Cuando Franco venía a veranear a San Sebastián, yo me echaba a temblar porque sabía que esa noche mi padre dormía en la cárcel

¿En 1975 imaginó que 50 años después se oirían tantas voces reivindicando el franquismo?

Sinceramente, no. Después de la Constitución, del 23-F y de la llegada del PSOE al poder, estaba convencido de que el franquismo había desaparecido de este país. Podía presuponer que dormía en el pensamiento de algunos sectores de la derecha que nunca lo condenaron, pero yo daba ese tiempo por superado. Sin embargo, viendo y oyendo lo que se dice hoy, compruebo que no. Los ciclos históricos no se cierran para siempre, algunos dejan flecos y provocan rebotes. Tampoco imaginé que volverían a reproducirse las hostilidades políticas en los términos en los que se plantean hoy, en términos de España y Antiespaña. Hasta ahora, la disputa política había consistido en quítate tú para ponerme yo con mis ideas, pero hoy, abiertamente, hay españoles que dicen a otros españoles: vete de aquí que sobras, que tú no eres España. No esperaba oír esto de nuevo en este país.

Iñaki Gabilondo.

Iñaki Gabilondo. / José Luis Roca

¿Cómo explica que jóvenes que no vivieron el franquismo hoy defiendan que fue mejor que la democracia?

Las generaciones no heredan la sabiduría adquirida por la generación anterior, igual que un niño no aprende que el fuego quema porque se lo expliques, sino cuando acerca su mano y siente el calor. A los jóvenes de hoy no les gusta lo que ven e impugnan el sistema, y lo hacen abrazando discursos que suenan fuertes, claros y agresivos, pero sin pararse a pensar si sirven para solucionar sus problemas. Una dictadura no solo va de que no haya partidos políticos, va de que no puedes ver la película que quieres ver, no puedes sentir lo que sientes, no puedes creer en lo que crees, no puedes decir lo que quieres decir, no puedes amar a quien quieres amar… Si esos jóvenes vivieran 15 días en una dictadura como la de Franco, no aguantarían, acabarían tirándose por un puente.

¿Y qué le parece que en el Congreso se haya oído por boca de un diputado de Vox que el franquismo fue un tiempo de concordia?

La historia siempre se manipula, pero yo creía que había que esperar a que murieran los testigos para hacerlo. Veo que no. A ese señor le podría contar muchas historias de mi familia y de otras muchas familias para que dejara de decir gilipolleces. Claro que hubo muchos españoles a los que le fue de cine durante el franquismo, pero también otros muchos que vivieron sometidos y sin libertad. Pero no hablamos de eso, hablamos de enjuiciar una etapa histórica que en absoluto fue un tiempo de concordia, fue un tiempo de vencedores y vencidos, y estos últimos nunca pudieron hablar. Ni siquiera pudieron honrar a sus muertos. Hablamos de una etapa en la que Franco convirtió a España en un cuartel aislado del mundo que nos rodeaba. Que nunca se nos olvide y que nadie trate de engañarnos.

¿La ley de Memoria Democrática propone remover el pasado y volver al guerracivilismo como sostienen algunas voces?

Vamos a ver, hagamos un poco de memoria y contemos cómo se vivía en España durante el franquismo. Recordemos que Radio Nacional de España iniciaba todos los días sus informativos con la frase: “por los gloriosos caídos, por Dios y por España, viva Franco, viva España”. Recordemos que en todas las instituciones del país se glorificaba a los caídos, a los caídos de un lado, claro, y que en los muros de casi todas las iglesias figuraban los nombres de esos caídos, y que en los autobuses había sitios reservados para caballeros mutilados de un bando, no del otro. Por eso, me parece impúdico, que se acuse de pensar solo en un bando cuando alguien en democracia ha alzado la voz para recordar a los que nunca fueron honrados, porque los del otro lado ya fueron honrados incesantemente durante 40 años. Hombre, que se opongan a que la gente quiera saber en qué cuneta están enterrados sus antepasados... En fin, a quienes dicen esto les animaría a que tuvieran un poco de vergüenza torera. Tengamos la fiesta en paz, por favor.

Hablando de fiestas y fastos, ¿con qué ánimo afronta la próxima conmemoración de la muerte de Franco?

Con bastante escepticismo. Y también con decepción, porque a estas alturas, después de 50 años, este país debería haber acordado un relato de lo que fue la dictadura, pero no lo hizo, y eso es un fracaso de los dos grandes partidos mayoritarios, que son quienes debieron acordarlo hace mucho tiempo. El aniversario nos pilla con los deberes sin hacer, desunidos, como de costumbre, como nos suelen pillar casi todas las citas históricas, salvo los Juegos Olímpicos y alguna cosa más. España no cierra nunca su historia.  

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