Polémica antes de la cumbre de la OTAN

El 5% del PIB para gasto en defensa era "una quimera" para jefes militares españoles: las claves

Un momento del desfile del Dia de las Fuerzas Armadas el pasado 7 de junio en Santa Cruz de Tenerife.

Un momento del desfile del Dia de las Fuerzas Armadas el pasado 7 de junio en Santa Cruz de Tenerife. / Ramón de la Rocha EFE

Juan José Fernández

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Barcelona
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Si bien no ha habido ni habrá declaración de los jefes de los ejércitos y la Armada, ni de los de sus unidades más significativas, una parte del planteamiento expuesto por Pedro Sánchez en su carta al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, cuenta con acuerdo en la cúpula militar. Y no es por que los militares no sean partidarios de invertir en defensa, sino por el escepticismo que venía generando, prácticamente desde su formulación, el planteamiento trumpiano de obligar a los aliados europeos y a Canadá a dedicar un 5% de sus PIBs a defensa sin fijar un horizonte temporal creíble. Un miembro de la cúpula militar comentaba días atrás que, así, ese 5% "es una quimera".

La posición española, no obstante, no puede ser una sorpresa en la OTAN. España ya venía dando señales, cada vez más expresas, de su oposición. Estas son algunas de las claves que venían animando el debate.

Es quimérico, en opinión del alto oficial mencionado, comprometer un 5% de PIB en todos los países y en todos los presupuestos europeos, de forma lineal, independientemente de la riqueza y las circunstancias de cada país. Un 5% del PIB de Montenegro no es lo mismo que un 5% del PIB de Alemania. "Si Alemania destinara el 5% de su PIB a defensa tendría un ejército descomunal con una demanda industrial hoy inabordable", explicaba el alto oficial. Y no siempre un ejército enorme es el más operativo, como se ha visto en el intento ruso de invasión de Ucrania. Sin embargo, hay países pequeños que carecen de defensa aérea propia, por ejemplo, que sí precisan alcanzar niveles altos de gasto para llegar a un estándar mínimo de resiliencia militar.

No obstante, el gasto depende de las capacidades de cada país. El Gran Ducado de Luxemburgo no tiene población ni espacio físico suficiente como para crear innumerables divisiones acorazadas y acuartelar a centenares de miles de soldados, pero sí invierte en capacidad satelital, que cede a la OTAN o alquila a sus miembros, y en programas complejos de inteligencia artificial para interpretar los datos de inteligencia obtenidos desde el espacio.

"Algunos aliados critican que España no gaste el 5% de su PIB en defensa, pero, llegado el momento, es España quien les envía los cazas para asegurar su cielo", explicaba a este diario, y también muy gráficamente, un general del Ejército del Aire irritado con críticas que desde el flanco oriental europeo -el más acríticamente proamericano de la Alianza- se habían formulado contra España a finales de 2024.

Entre los altos oficiales de las Fuerzas Armadas -y también entre asesores militares de Pedro Sánchez y de Margarita Robles- venía reinando el escepticismo en torno al porcentaje exigido por el presidente norteamericano, Donald Trump: "No da tiempo, no da tiempo", venían repitiendo.

Desde la vuelta de Trump a la presidencia se estaba hablando de multiplicar el gasto en defensa en un sector en el que encargar hoy mismo un nuevo caza supone no recibirlo, quizá, hasta finales de 2031. El propio Mark Rutte ha admitido ante los aliados que, si hoy mismo un país decide comprar misiles Patriot, no los tendría hasta dentro de diez años. Y esperas similares se producen en el sector naval... "si el país con el que contratas no decide, de repente, decirte que no tiene más remedio que pasar tu barco a prioridad 2, hayas pagado lo que hayas pagado", explica un capitán de navío analista estratégico. Por eso, entre otras razones, cada país europeo se empeña en mantener sus propias industrias y no ponerse a la cola ante industrias ajenas.

"El gasto en defensa no consiste en ir a una tienda y coger un tarro de mermelada del estante, pasar por la caja y pagar. Esto no funciona así. Hay que gastar, pero con cabeza y con tiempo", solían repetir, antes del plante formulado por Sánchez este jueves, ejecutivos de la Dirección General de Armamento y Material, la DGAM, órgano inversor del Ministerio de Defensa.

En la industria militar española, donde las voces son tan discretas como entre la alta oficialidad de los ejércitos, se manejan parecidos argumentos. En la pasada feria de la industria de seguridad Feindef nadie quería hacer de aguafiestas, pero tampoco podía nadie defender subido en un atril que el 5% es un nivel de gasto creíble en corto plazo, sobre todo sin un trabajo previo para determinar, antes que nada, cuáles son las capacidades que precisan las Fuerzas Armadas y cuáles se pueden atender en un plazo razonable.

"En este mundo hay un problema de ritmos: las licitaciones tienen un tempo, obligatoriamente lento, y la tecnología otro mucho más rápido -comentaba a este diario en Feindef una ingeniera del área de los blindados de combate-. La innovación en tecnologías disruptivas va tan rápido que unas van dejando viejas a otras en un año". Asevera esta consideración lo aprendido en Ucrania con la guerra de drones: unos desplazan a otros en cada estación.

"Se ha de poner especial cuidado en cómo se invierte y cuándo y con qué perspectivas: te puedes gastar un montón de dinero en blindados o aviones o sistemas de comunicaciones que, cuando te los puede entregar la industria, son ya tecnología obsoleta porque ha aparecido un señor con un programa cuántico con el que te hackea todo... ", corroboraba esta primavera un jefe militar con mando en Catalunya.

El error de gastar con tanto riesgo tiene menos impacto en el presupuesto si, al menos, la inversión perdida ha generado industria, conocimiento y puestos de trabajo en el país propio. Pero las prisas que mete Trump a los aliados conducen al gasto, no a la inversión. O sea, a la cuenta de resultados de Lokheed Martin, Northon Grumman, Boeing, Raytheon y otros gigantes de la industria de defensa norteamericana.

La próxima semana, cuando Donald Trump tome asiento ante sus aliados europeos en La Haya, se estará sentando también ante clientes que para la industria militar americana representan actualmente más de 400.000 millones de euros en pedidos. Pedro Sánchez ha argumentado en su carta al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que elevar tan aceleradamente el gasto en defensa supondría enviar aún más capital de los contribuyentes europeos fuera de la UE... lo cual no entusiasma precisamente entre los empresarios españoles, que están arriesgando inversiones para aumentar sus cadenas de producción y hacer frente a la esperada demanda del rearme.

Pero hay también un riesgo estratégico en el hecho de comprar fuera en exceso: la dependencia. Lo explicaba hace un mes en el Casino Militar de la Gran Vía madrileña el coronel Carlos Calvo González-Regueral, veterano en el área logística del Ejército, al contar lo difíciles que habían sido siempre las negociaciones con firmas miliares israelís: "Comprar fuera es depender luego, necesitar a tu proveedor para el mantenimiento de lo que compras durante su vida útil, porque en este sector nadie es muy proclive a transferir tecnología".

Pese a todos los peros que ponen los aliados europeos, en la OTAN apremian. Se está abriendo una brecha industrial militar entre Rusia y Europa que agranda sus proporciones cada trimestre. El análisis entre los expertos de la Alianza Atlántica lleva a la previsión de que, cuando concluya la guerra en Ucrania, y si esta no se cierra adecuadamente, Rusia podrá dedicar energías, capital y medios a "acondicionar y reforzar sus fuerzas armadas convencionales como nunca antes", indica una fuente de la dirección de la Alianza.

Se ha llegado a situaciones inquietantes para los militares. La UE tiene un PIB once veces superior al de Rusia, y toda la OTAN junta una economía 50 veces superior, pero, para ciertos tipos de munición de artillería, el Kremlin puede producir en dos meses la misma cantidad que Europa puede fabricar en un año y, en general, Rusia saca de sus cadenas de producción en tres meses la misma cantidad de munición que toda la OTAN en 12. Persiste, no obstante, la dificultad rusa para hallar soluciones tecnológicas de punta para inteligencia, comando y control de su sistema de defensa, pero en esa necesidad no le andan muy lejos los ejércitos de la UE.

La previsión habitual de los observadores atlánticos de la guerra de Ucrania venía siendo desde 2022 que Rusia estaría en condiciones de abrir otro frente en Europa en cinco años una vez acabada la guerra. Ahora esa previsión reduce el plazo a tres.

Poco antes de que esta polémica por el gasto en defensa pasara de los pasillos de Bruselas al plano público, en mayo el Instituto Español de Estudios Estratégicos -IEEE, dependiente de Defensa-, publicó un artículo del general de Brigada interventor retirado José María Cordero Aparicio. El título del artículo apuntaba una postura española: "Hacia una ponderada comparación de los gastos de defensa de las naciones".

El general interventor plantea en su análisis -que es portada en el escaparate digital de IEEE- que en la OTAN deberían abandonar los criterios de contabilidad por porcentaje puro y duro de PIB -lo que los funcionarios de la Alianza llaman "defense spending"- para pasar a considerar también "indicadores compuestos" -como el peso que en los recursos financieros de la defensa tiene la inversión en operaciones de paz- para obtener así una "imagen fiel de la aportación que hace cada nación a la Alianza Atlántica".

España, sin ir más lejos, es uno de los principales contribuyentes a la misión UNIFIL de cascos azules, con su general al mando -Aroldo Lázaro-, sus asistentes de Estado Mayor, y rotaciones de 700 soldados para el liderazgo de las patrullas en el sector Este de la Blue Line entre Líbano e Israel. En total, España tiene rotando a 3.000 militares en misiones de paz.

En la dirección de la OTAN, de cara a la cumbre de La Haya de la próxima semana ya se manejaba que el 5% exigido por Estados Unidos se podría repartir entre un 3,5% de gasto y "un nuevo 1,5%", explican las fuentes consultadas. Ese otro porcentaje estaría integrado, por ejemplo, por inversión del país en ciberdefensa de sus estructuras civiles, en lucha contra amenazas híbridas como la desinformación o en infraestructuras útiles para la movilidad militar. Como tiene explicado Mark Rutte, "el puente tiene que aguantar el peso del tanque". En ese 1,5% podría entrar también el dinero aportado por cada gobierno para ayudar a Ucrania a su defensa ante Rusia.

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