Predicar en el desierto

Se afana Pedro Sánchez en exponer gestión. Que si los afiliados a la Seguridad Social son ahora más de 22 millones de españoles, que si el número de parados ha caído a los a 2,5 millones; e incluso que la fibra óptica, en estos siete años, ha pasado de llegar del 40 % al 95 % de los hogares.

Pero resulta un ejercicio abocado a la melancolía.

La corrupción lo acapara todo. Y una oposición encabezada por Alberto Núñez Feijóo que solo le pregunta por asuntos judiciales y que ahora tiene una nueva presa. Y no una cualquiera.

Santos Cerdán, hasta este jueves era la mano derecha del presidente del Gobierno, una de las personas en las que más confiaba Sánchez. Ciegamente dejó el control del partido en sus manos. Y ahora, otra vez, se equivocó al elegir a su secretario de Organización del PSOE. Como le pasó con José Luis Ábalos.

Hasta que estalló el informe de la UCO el presidente hablaba de océanos, pero no pisaba charcos. Seguía con una actitud a la defensiva, pero sin poder cambiar el marco de la conversación política.

Aunque intentó hacerse fuerte, enfundarse lo que él llamaba “piel de pingüino” para que resbalasen todos los ataques de la oposición, la trama Ábalos- Cerdán y Koldo le ha dejado herido en lo político, y en lo personal.

Tiene claro que seguirá al frente del Gobierno, y no convocará elecciones hasta dentro de dos años, pero para seguir con el control tendrá que levantar un nuevo cortafuegos  para levantar cabeza.