El rearme español

Proyectos espaciales catalanes se convierten en estratégicos para Defensa

Satélites para cobertura 5G de Internet de las Cosas y motores reutilizables de cohetes, entre las innovaciones "de alto interés" que surgen en Barcelona

Terminal ATQH para la recepción de señal de satélite en un vehículo de alta movilidad táctica del Ejército.

Terminal ATQH para la recepción de señal de satélite en un vehículo de alta movilidad táctica del Ejército. / ET

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Madrid
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En un territorio hostil a la tecnología, quizá el Sahel, o en un entorno muy degradado por la guerra electrónica, acaso Europa del Este... cuando algún ejército occidental entre en combate de alta intensidad va a necesitar conectar sus máquinas y efectivos humanos con una internet de las cosas, para no sucumbir por ceguera ante su enemigo.

Las siglas inglesas IoT (Internet of Things) se cruzan ya en cualquier explicación sobre cómo en un choque militar de envergadura los soldados, sus cámaras de realidad aumentada, blindados, armas autónomas, drones de alta y baja cota, mulas robóticas, radares de artillería, municiones merodeadoras, camiones logísticos, cazas y barcos de apoyo se intercambiarán datos servidos por satélite para que máquinas y hombres sepan dónde están, dónde sus medios y dónde los del enemigo.

En esta nueva versión de la guerra, inaugurada en Ucrania, se piensa en Catalunya. Y también en otra dimensión de la carrera espacial, que llaman New Space, nicho de inversión en esta época de rearme, y en el que parte de las bazas españolas se concentran en Barcelona.

Llega capital

El Gobierno busca vías para contar con una constelación de pequeños satélites de órbita baja con la que garantizar las comunicaciones entre máquinas, ya sean civiles o militares. Si civiles, para servicios como el transporte con vehículos sin conductor; si militares, para que Defensa proporcione a las Fuerzas Armadas una utilidad de parecido valor al que tuvo la ayuda de la constelación Starlink de Elon Musk al ejército ucraniano contra la invasión rusa.

Y en esa dirección apuntan inyecciones de capital del Estado a proyectos espaciales liderados o participados por firmas catalanas. En menos de un mes se concentran novedades. El 25 de marzo, el Consejo de Ministros aprobó que la Sociedad Española de Transformación Tecnológica invierta 13,8 millones de euros en el desarrollo de cien satélites de la firma barcelonesa Sateliot. El 9 de abril caía una subvención de 11,6 millones del Plan Tecnológico Espacial al proyecto MERLIN de motores para cohetes, cuya referencia es Pangea Aerospace, también de Barcelona.

Dos días antes, la Agencia Espacial Europea (ESA) convocó una nueva incubación de proyectos espaciales… en Barcelona. Se seleccionarán siete ideas de empresa. Hay de plazo para presentarlas hasta las 23:59 del 5 de mayo.

Recreación de la constelación de satélites 5G-IoT de Sateliot

Recreación de la constelación de satélites 5G-IoT de Sateliot / Sateliot

Defensa no pierde ojo. “Todo lo relacionado con satélites tiene también relación con la defensa”, asevera desde Madrid el ingeniero aeronáutico Miguel Ángel Molina, director general espacial en la tecnológica GMV. “Totalmente -corrobora en Barcelona su colega Adriá Argemí, CEO y cofundador de Pangea-. Nosotros nos fundamos y crecimos para el uso civil, pero todo en el espacio es de doble uso”.

Caos en la batalla

El internet de las cosas militares ocupa el centro de la actividad en Sateliot, firma con sede frente a la Ciutat de la Justícia de Barcelona y a diez minutos de la Universitat Politécnica. La sociedad, que fue start-up en 2018, aspira a facturar 1.000 millones en 2030 con sus satélites sirviendo de torres espaciales de telefonía para IoT.

Son máquinas de tamaño similar al de un ordenador de sobremesa, y de bajo coste: 500.000 euros. Sateliot tiene ya seis en órbita baja, a 500 kilómetros de altura, y compromisos con 400 clientes para contratos por más de 250 millones.

Su negocio es proporcionar internet 5G allí donde no hay cobertura -en una guerra ese puede ser todo el territorio-, servir los llamados “datos críticos” para decisiones rápidas. En el plano militar, dar a las unidades consciencia situacional, especialmente en escenarios remotos.

Jaume Sanpera, consejero delegado de Sateliot.

Jaume Sanpera, consejero delegado de Sateliot. / Albert Hernàndez. ACN

“En el campo de batalla el caos es tan tremendo que sin una herramienta de este tipo no sabes dónde ir…”, explica Jaume Sanpera, manresano de 58 años, miembro de la hornada catalana de ingenieros de los 90 y copropietario de Sateliot con su socio Marco Guadalupi. Ambos empezaron en el internet civil de las cosas, “un entorno menos demandante”, explica Sanpera. “Pero según avanzamos en tecnología crece la necesidad de conexión masiva de objetos dispersos, y de ahí al Internet of Battle Things. Y dominar la transparencia del campo de batalla es el principio de cualquier victoria”.

Soberanía espacial

Ese internet de las cosas militares atrae capital directo del sector de defensa. A través de la gestora Global Potfolio Investments, Indra penetró en marzo de 2024 en el capital de Sateliot. Busca ampliar el espectro de capacidades que abarcará con su entrada en el operador de satélites militares de órbita alta Hisdesat a través de Spainsat.

Hay en este tablero una estrategia de Estado con tres objetivos: “No perder la ventaja que en Europa vamos teniendo en sector espacial, ya que no la tenemos en armamento, misiles o blindados; no dejar que aumente la distancia tecnológica con EEUU y asegurarnos autonomía estratégica”, explica un importante ejecutivo de Defensa, que considera los dos casos catalanes "de alto interés".

La ministra de Defensa y el entonces comisario PESC Josep Borrell, en el centro de satélites de de la UE en la base aérea de Torrejón. J

La ministra de Defensa y el entonces comisario PESC Josep Borrell, en el centro de satélites de de la UE en la base aérea de Torrejón. J / esús Hellín. Europa Press

Y la soberanía espacial de un país tiene tres patas: “Capacidad de observación, capacidad de comunicaciones seguras y capacidad de propulsión”, desgrana Argemí. La tercera pata es lo suyo. Su empresa, Pangea Eurospace, es un vértice del proyecto MERLIN (Motor Eficiente Reutilizable para Lanzadores Internacionales) que subvenciona el Plan Tecnológico Espacial del Estado, con el CDTI y la Agencia Espacial Española, o sea, los ministerios de Ciencia y de Defensa.

Lanzamientos más baratos

Argemí se define como “un friki de la propulsión aeronáutica” que trabajó tres años en la planta de Airbus en Toulouse antes de ponerse por su cuenta con socios catalanes e italianos. Los conoció cuando decidió irse a Roma y volver a estudiar, por un detalle no menor: si tienes un proyecto de motor de propulsión para cohetes “te lo puedes pasar muy bien haciendo cálculos y resolviendo problemas técnicos todo el rato, pero alguien debe bajarte los pies a tierra. Se necesitan cosas como la financiación, o que se conozca y aprecie tu proyecto”. De los fundadores de Pangea, cuatro son ingenieros y dos atienden al plan de negocio.

Los fundadores de Pangea, de izquierda a derecha: Xavier Llairó, Nicola Palumbo, Adrià Argemí, Luis Bellafont, Federico Rossi y Rasmus Bergström

Los fundadores de Pangea, de izquierda a derecha: Xavier Llairó, Nicola Palumbo, Adrià Argemí, Luis Bellafont, Federico Rossi y Rasmus Bergström / Pangea Aerospace

El equipo creó y comercializa un motor aerospike (de metano y oxígeno líquido) de alta eficiencia: ARCOS. Impulsa a cohetes en etapas superiores de vuelo y es reutilizable. Por su impresión 3D y su ligereza, reduce un tercio el costo de los lanzamientos espaciales. El ahorro procede de que la nave espacial puede llevar entre un 30 y un 40% más de “carga de pago”.

El motor no tiene competidor, pues “en Europa son muy pocas las empresas que desarrollan motores”, pese a que “la propulsión es un elemento estratégico para la soberanía espacial”, explica Argemí. Y “ninguno de los gigantes que desarrollan motores espaciales está apostando por esta tecnología, viable y a precio competitivo. Nosotros somos una empresa pequeña, y podemos afrontar riesgos”.

Una prueba con el motor Spike de Pangea Aerospace

Una prueba con el motor Spike de Pangea Aerospace / Pangea Aerospace

Comparte el rasgo de exclusividad Sateliot. Es la única firma del mundo con capacidad 5G IoT. Ambas están en una ciudad “que atrae gente, talento, que tiene un ecosistema de innovación y una base industrial excelente para un sector que es global por definición”, cree Argemí.

Burbujeo

Jaume Sanpera suscribe que, en industria de defensa, la especialidad catalana puede ser el dominio espacial, “una especialidad estratégica: hoy la soberanía en la Tierra se protege en el espacio”.

Argemí estima que el ambiente de inversión en defensa eleva la temperatura de la innovación. “Sin duda va a ser un acelerador este contexto geopolítico que ha puesto de manifiesto la necesidad de capacidades espaciales europeas”, dice, y enfatiza: “Catalunya tiene aquí una oportunidad. Nosotros lo vemos, hemos multiplicado las conversaciones con actores institucionales”. Su empresa prepara contrataciones este año. Son 60 en la empresa y prevén 20 plazas más.

Sanpera nota también burbujeo. “Un tercio de la gente que tenemos trabajando con nosotros son españoles que se habían ido a trabajar fuera, porque no tenían proyecto aquí, y ahora vuelven -cuenta-. Es por el número de proyectos con ambición global. Lo que buscan no es solo el sueldo, sino retos y crecimiento personal. Recibimos muchos currículos cada mes de gente que piensa en volver”.

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