A las puertas de la catedral de Barcelona
Devotos del papa Francisco, tras su muerte: "No creo en Dios, pero hay un antes y un después de su papado"
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Jordi Otix


Sara González
Sara GonzálezPeriodista
Periodista especializada en Política. Autora de 'Per raó d'Estat' (Ara Llibres), 'Cas Mercuri. La galàxia Bustos' (Saldonar) y 'El part dels comuns. Relat del naixement de Catalunya en Comú' (Saldonar)
"El papa Francisco, ha muerto". Es lo primero de lo que informa José Luis, taxista de Barcelona, a la pasajera que lleva a bordo. Es argentino, como lo era Jorge Mario Bergoglio, tiene 60 años y presume con orgullo de ser hijo de un autobusero que leía "cada día" todos los periódicos que podía. "No solo es que haya sido el primer Papa latinoamericano, es que ha logrado cambiar muchas cosas. La cuestión es qué pasará después de él", lanza al aire retóricamente, sin esconder preocupación.
La noticia de la muerte del pontífice se ha hecho pública hace apenas tres cuartos de hora y ese es el interrogante que se apodera de una plaza de la catedral que había amanecido preparada para festejar la Pascua, la conmemoración de la resurrección de Jesucristo, pero que se ha ido tiñendo de duelo. De hecho, doblan las campanas fúnebres, sonido que se entremezcla entre turistas aún ajenos a la noticia arrastrando 'trolleys' y haciéndose 'selfies' ante el imponente edificio gótico.

Fieles acuden a la catedral de Barcelona para rendir homenaje tras la muerte del papa Francisco / Jordi Otix
El lenguaje de las campanas
Pero es por ese tañer lento y solemne de las campanas que algunos vecinos del Gòtic se han acabado enterando de que el papa Francisco había fallecido. El boca oreja sobrevive en la era de la inteligencia artificial. "Yo no creo en Dios. Si fuera tan bueno y todopoderoso, todos seríamos felices. Ahora bien, Francisco ha sido el mejor Papa que hemos tenido en siglos. Hay un antes y un después de su papado", asegura Leonor, de 71 años, vecina del Gòtic. No tiene intención de asistir a misa alguna, aunque recuerda con orgullo como ella y sus hermanos fueron bautizadas en la catedral.
"¿Por quién tocan las campanas?", pregunta Gloria, otra residente del centro, de 63 años, a una de las trabajadoras que custodian las puertas. Ella le ha dado la mala noticia, aunque ella responde relativizando lo sucedido como algo esperable desde hace tiempo. "Es ley de vida", argumenta abriendo los brazos la mujer, que se reconoce como creyente. Y preguntada por el legado que deja, confiesa que no ha sido precisamente una fervorosa de Francisco: "Me gustaba más el anterior". Es decir, Benedicto XVI.
La primera misa tras la noticia
Dentro de la catedral, el cura Joan Rodríguez es el encargado de oficiar la misa de las 11 horas en la capilla del Santísimo, la primera desde que ha trascendido la muerte del pontífice. "El Papa ha muerto, acaba de morir", dice ante unos fieles que guardan silencio con la cabeza gacha. "Eso nos entristece, naturalmente, y rezamos por él. Dadle, señor, el reposo eterno", dice para, acto seguido, invitarlos a entonar un Padre Nuestro y un Ave María. Cierra las oraciones dando "gracias a los 12 años" de papado, un mandato del que destaca la lección de que en "el ADN de los cristianos" debe estar "la alegría" para contagiar la fe y no andar "malhumorados".
Ahora rezaré también por el Papa, que ha hecho mucho por la gente pobre y trabajadora, en la que me incluyo
Es justo cuando acaba esa misa que se abre la capilla de Santa Llúcia con una foto memorial y un libro de condolencias por la muerte del Papa Francisco, al tiempo que se anuncia que el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, presidirá la misa de Pascua por la tarde con una oración especial. Montserrat, una vecina de Sant Boi de Llobregat de 81 años, ya tenía previsto acudir con una amiga a esa capilla para rezarle a Santa Llúcia días antes de operarse de la vista. "Ahora rezaré también por el Papa, que ha hecho mucho por la gente pobre y trabajadora, en la que me incluyo", asegura, mientras su compañera se sienta sin mediar palabra conteniendo las lágrimas.

Fieles rezando por la muerte del Papa en la capilla de Santa Llúcia / Jordi Otix
El ambiente ecléctico de la capilla de Santa Llúcia
Cerca de ellas, una familia de turistas de la República Dominicana se entera en ese preciso momento del fallecimiento. "Creíamos que la fotografía era para rezar por su salud, y así lo hicimos", sostienen aún en estado de 'shock' y tras haber puesto también una vela y escrito en el libro de condolencias. El goteo de visitas a la capilla va 'in crescendo' y es variopinto. Entran desde turistas con la piel enrojecida o luciendo camisetas del Barça a monjas, de vecinos a otros visitantes que han aprovechado que pasaban el día en Barcelona para rendir su pequeño y particular homenaje.
Desde la esquina de la capilla lo observa todo Robert Baró, canónigo de la catedral. "Francisco, que ha predicado siempre la vida eterna, ha muerto en el momento más coherente, por Pascua, el día que resucita Jesús", asegura en un ambiente ecléctico. Y es que mientras devotos se arrodillan ante la foto del Papa o bien entran fugazmente para mirar su imagen en silencio dentro de la capilla se cuela la versión de 'Tú calorro' de Estopa que tocan los músicos que habitualmente se instalan en la calle de Santa Llúcia. El toque de difuntos de las campanas, continúa.
Y después de Francisco, ¿qué?
Eso sí, desde el momento en el que el edificio del Arzobispado de Barcelona cuelga el crespón en su balcón, se van con su música a otra parte. En ese momento, José Luis, un venezolano de 55 años que acaba de aterrizar en Catalunya para asistir a un congreso, entra en la capilla, en cuya puerta ha sido consciente también del fallecimiento de Francisco. Reflexiona sobre sus adeptos y detractores y habla también de la incertidumbre del próximo cónclave. Isabel Lafuente, de 79 años y vecina de Badalona, no tiene dudas cuando asegura que el Papa "ha hecho mucho bien, especialmente, a la juventud", y que ese espíritu lo ha mantenido hasta "el último minuto".
Mi temor ya no es por la muerte del Papa, es ya por qué pasará con los católicos
Precisamente es un joven turista francés de 33 años, Luciano, quien, tras rezar ante su fotografía y alabar el pontífice por ser "buena persona" y "buen dirigente" eclesiástico, verbaliza la preocupación que se extiende entre los fieles a la espera de una fumata blanca que dan por descontado que irá para largo en pleno terremoto del orden mundial: "Mi temor ya no es por la muerte del Papa, es ya por qué pasará con los católicos".
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