Las claves del movimiento de Junts

Puigdemont avisa, pero no rompe con el PSOE: ¿y ahora qué?

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¿Qué es la cuestión de confianza que exige Puigdemont a Sánchez y qué apoyos necesita?

El líder de Junts, Carles Puigdemont, durante la comparecencia en el Press Club de Bruselas

El líder de Junts, Carles Puigdemont, durante la comparecencia en el Press Club de Bruselas / Junts

Júlia Regué
Carlota Camps
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Un año después de la investidura de Pedro Sánchez, el expresident de la Generalitat y líder de Junts, Carles Puigdemont, decidió redoblar la presión. Sin poder lucir aún algún 'triunfo' contundente, como sería haber conseguido la oficialidad del catalán en la Unión Europea o el traspaso de las competencias en inmigración a Catalunya, el máximo dirigente de los posconvergente se vio obligado a dar un golpe sobre la mesa. "O hay un punto de inflexión o mejor lo dejamos correr", afirmó el lunes desde el Press Club de Bruselas, el mismo emplazamiento en el que hace siete años anunció su marcha de España y donde volvió hace poco más de un año para anunciar el acuerdo con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez.

Puigdemont, que hace un balance negativo del cumplimiento de este acuerdo que en su momento se vendió como "histórico", decidió echar un pulso a Sánchez y le exigió que se someta a una moción de confianza. Pero, ¿qué hay detrás de este movimiento? Estas son las claves que lo explican:

Hacía siete meses que Puigdemont no ofrecía una rueda de prensa. Desde las pasadas elecciones catalanas, y especialmente desde su reaparición y posterior huida el pasado 8 de agosto en Barcelona, sus apariciones públicas se han producido en cuentagotas. Por esta razón, la simple convocatoria de prensa la semana pasada encendió todas la alarmas y llegó a decirse que plantearía un ultimátum. Puigdemont usó un tono vehemente para denunciar todas deudas del PSOE, llegó a acusar a Sánchez de no ser de "fiar" y aseguró que su crédito estaba ya "en números rojos".

También lamentó que no se haya reunido aún con Sánchez, algo que asegura que "hubiera ayudado" a reconducir las negociaciones, ni con el president de la Generalitat, Salvador Illa. Sin embargo, Puigdemont no dinamitó ningún puente ni llegó a amenazar a los socialistas con consecuencias tangibles, como un veto a los Presupuestos Generales del Estado. La conclusión de su comparecencia, una vez más, fue que Puigdemont aprieta, pero que, al menos de momento, no ahoga.

Junts necesita un ‘triunfo’ de la negociación con el PSOE porque el balance es negativo. En la carpeta de acuerdos cumplidos está la amnistía (mérito compartido con ERC, pero sin aplicación por ahora a los máximos líderes del 1-O, en manos de los jueces), el uso de catalán en el Congreso y la reducción del IVA del aceite. Hay otro pacto de fondo cumplido, que es la mesa de negociación con mediador en Suiza, que el propio Puigdemont ha reconocido que se ha citado mensualmente (salvo en noviembre, por la DANA).

Sin embargo, todavía no se ha alumbrado el traspaso de las competencias en inmigración, aunque la negociación avanza y se prevé cerrar un pacto en las próximas semanas; ni tampoco se ha convertido el catalán en oficial en la UE (aunque para lograrlo el Gobierno está intentando simultáneamente que se pueda usar en el Parlamento Europeo). El plan de regreso de empresas está en ‘stand by’ y la mejora de la financiación está ahora en manos de lo acordado con Esquerra para la investidura de Salvador Illa. También están en marcha las comisiones de investigación sobre la 'operación Cataluña' o la de los atentados de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto de 2017, pero el Gobierno no ha desclasificado aún los documentos del CNI, tal y como se había acordado.

Con esta lista de incumplimientos que recuerdan demasiado a las legislaturas anteriores, los posconvergentes siempre lo habían usado para desgastar a ERC, Junts necesita desmarcarse de los republicanos. Diferenciar la estrategia de negociación, y las victorias, es clave para su disputa interna en Catalunya, y cobra especial relevancia al haber perdido el Govern de la Generalitat. Con Esquerra ungiendo a Illa, los republicanos y los posconvergentes se juegan la referencialidad ante el PSOE en Madrid.  

Junts ha querido volver a marcar la agenda y aprovechar el momento de debilidad en el que se encuentra el presidente del Gobierno, tocado por el caso Ábalos y las investigaciones judiciales contra su esposa, Begoña Gómez, y el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz; para retarle. La frágil aritmética parlamentaria da Junts una posición clave, a pesar de tener solo siete escaños en la Cámara baja. Sin embargo, la falta de alternativa resta poder a sus órdagos.

Los siete votos de Junts son tan decisivos como los siete de ERC. Pero, en esta legislatura, a diferencia de la anterior, el bloque de la investidura no es estrictamente de izquierdas, sino más bien de carácter plurinacional. Y ahí es donde sufre el Gobierno de Sánchez a cada votación: ERC tira a la izquierda y Junts a la derecha; al igual que PNV y EH Bildu; unas sumas que se añaden a la particular disputa entre Sumar y Podemos. 

La cuestión de confianza debe solicitarla el propio presidente del Gobierno, pero la proposición no de ley presentada por Junts, que le exigiría que diera el paso, podría salir adelante con una mayoría absoluta de PP, Vox, Junts y UPN (178 escaños). Pese a que no tiene ningún valor jurídico, supondría un varapalo al Gobierno porque se daría una muestra de la debilidad a las puertas de la negociación de las cuentas.

Feijóo ha propuesto a Junts en más de una ocasión impulsar una moción de censura a Sánchez, pero los posconvergentes -igual que el PNV- siempre han rechazado sumarse a esta iniciativa, que necesitaría el apoyo también de la extrema derecha Vox. La cuestión de confianza que pide Puigdemont sirve para que el presidente -de motu proprio- compruebe los apoyos que tiene en la Cámara, pero no le obliga a tomar ninguna decisión vote lo que vote el hemiciclo. En cambio, una moción de censura obliga a presentar un candidato alternativo por parte de la oposición que, de salir adelante, se convertiría en presidente. En este caso, y a tenor de la aritmética, supondría investir al líder del PP, que fue el ganador de las elecciones generales de 2023. Por esta razón, Junts siempre ha rechazado esta posibilidad, lo que tachan de "fantasía".

Desde el comienzo de la legislatura ha habido conversaciones entre el PP y Junts, aunque no hay un espacio formal de negociación. Para los populares, JxCat es una opción; pero no está tan claro que para Junts sea ahora un aliado mejor que el PSOE. La aritmética parlamentaria actual da al partido de Puigdemont la llave de la gobernabilidad porque no hay medida que se apruebe sin su ‘sí’. Es por eso que a Puigdemont no le interesa romper con los socialistas, pero a la vez intenta recalcar todas las diferencias y no sumarse a ningún bloque para no cerrar la puerta a futuros acuerdos con el PP.

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