Congreso del partido
Auge y caída de Laura Borràs: de la presidencia de Junts a quedar relegada en la fundación
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Las claves de la nueva hoja de ruta de Junts: políticas migratorias, menos impuestos y otro espacio independentista

Borràs atiende a los medios frente al Parlament. / RICARD CUGAT


Carlota Camps
Carlota CampsRedactora especializada en Parlament y política catalana
Graduada en Periodismo y con un máster en Análisis Político, sigue la actualidad política del Parlament y el día a día de varios partidos catalanes, especialmente de Junts per Catalunya.
Laura Borràs llegó al mundo de la política como un fichaje personal del expresident Carles Puigdemont, que la fue a buscar en la Institució de les Lletres Catalanes (ILC) para la candidatura de Junts a las elecciones de diciembre de 2017, tras el referéndum de independencia y la suspensión de la autonomía con el 155, lo que la lleva a autodefinirse como "hija del 1-O". Ocupó uno de los puestos de salida, el cinco por Barcelona. Su ascenso fue meteórico: consellera de Cultura, candidata al Congreso y a la Generalitat, presidenta del Parlament y presidenta del partido, todo ello en cuatro años. Pero su caída también ha sido galopante, de serlo todo hace dos años a quedar relegada a ostentar la presidencia de la fundación.
A partir de este domingo, con la ratificación del regreso de Puigdemont a la presidencia del partido en el congreso de Calella, el nuevo puesto de Borràs será el 'think tank' de Demòcrates, el órgano de pensamiento de Junts tras el acuerdo de confluencia entre ambas formaciones. Se trata de una salida, pactada con el expresident, que permite ser vendida como una forma de aprovechar su "bagaje académico" en una nueva etapa en la que el independentismo necesita reinventarse. Pero a pesar de que se ha asegurado seguir formando parte de la ejecutiva del partido, no deja de ser una constatación de su pérdida de poder progresiva.
Lejos queda el otoño de 2020, cuando arrasó en las primarias internas para convertirse en candidata a la presidencia de la Generalitat. Consiguió un 75% de los votos, frente al discreto 20% que obtuvo Damià Calvet. Sin embargo, tuvo que conformarse con un tercer puesto, alejándola así de convertirse en la primera mujer que llegaba a ser presidenta de la Generalitat. No quiso conformarse con ser vicepresidenta de un Govern de ERC liderado por Pere Aragonès, prefirió quedarse con la presidencia del Parlament y hacer de contrapeso al ejecutivo desde esta posición, a pesar de ser socios.
Fue el momento en el que ella estaba más fuerte y dentro de Junts había miedo de ruptura, entre los que defendían vías más unilaterales y la vieja guardia convergente. Incluso había el rumor de que Borràs podía llegar a encabezar una lista alternativa con la ANC. En este contexto, cuando Puigdemont decidió dejar la presidencia orgánica del partido, consiguió forzar un pacto con Jordi Turull para repartirse el poder, ella se quedaba la presidencia, él con la secretaría general y el resto iba al 50%.
Este congreso celebrado en Argelers la llevó a la cúspide de la formación, pero también se le empezaron a ver las costuras. El tipo de elección decidido en aquel momento permitió ver los apoyos internos de cada miembro de la ejecutiva, lo que dejó dos grandes titulares: Anna Erra superó a Borràs en votos y dos de sus afines, Aurora Madaula (vicepresidencia) y David Torrents (secretaría de organización), no llegaron al 50% mínimo de apoyos requeridos.
No habían pasado ni dos meses desde su llegada a la presidencia del partido cuando empezó su caída, con su suspensión como presidenta del Parlament, al ser acusada de haber fraccionado contratos durante su etapa en la ILC. La consulta sobre la salida del Govern, como firme defensora de romper con Aragonès, le dio visibilidad. Pero la victoria no es solo atribuible a su campaña, Puigdemont también defendía salir y, posteriormente, también ha salido a la luz que Turull -aunque no lo hizo público y sus afines eran consellers- tampoco quería seguir en el ejecutivo.

La presidenta suspendida del Parlament, Laura Borràs, a su llegada al juicio / EFE
El juicio y posterior condena acabaron de lastrarla. Aunque desde el partido se la apoyó, al considerar que la sentencia era desproporcionada -4 años y medio de cárcel y 13 de inhabilitación-, sus intervenciones y su poder fueron disminuyendo. Una muestra de ello es que ha quedado totalmente al margen de la negociación con el PSOE, como se demostró la semana pasada con las diferencias expresadas sobre si Junts apoyaría una posible moción de censura del PP a Pedro Sánchez. Borràs dejó la puerta abierta, pero poco después, Turull lo tachó de "pura fantasía".
Además, esta caída se ha acabado de agravar con los casos que han afectado a sus afines. Francesc de Dalmases tuvo que dimitir como vicepresidente por abroncar e intimidar a una periodista de TV3, Aurora Madaula aún figura como vicepresidenta, pero ha perdido peso tras la denuncia de machismo en las filas, y por una acusación similar también fue expulsada del partido Cristina Casol. Además, otro de sus próximos, Jaume Alonso Cuevillas, decidió volver a la abogacía y diputados como Salvador Vergés, que inicialmente eran próximos a ella, se han acabado desmarcando de este sector.
Ante toda esta situación, Borràs ha evitado cualquier confrontación, a pesar de que su aspiración era compartir liderazgo con Turull, y ha preferido llegar a un pacto con Puigdemont que le asegurara seguir en la sala de mandos de Junts, aunque fuera con un puesto en la ejecutiva desde la presidencia de la fundación.
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