Aniversario del referéndum

Los 4 retos del independentismo siete años después del 1-O

El independentismo busca reinventarse en otoño: las diferencias entre los congresos de Junts, ERC y CUP

La pugna por el poder en ERC: las diferencias y puntos débiles y fuertes de las candidaturas

Una organización más vertical y con liderazgos más duraderos: así culmina la CUP su proceso de refundación

Una mujer vota en el referéndum del 1-O en 2017.

Una mujer vota en el referéndum del 1-O en 2017. / Julio Carbó

Carlota Camps
Quim Bertomeu
Gisela Boada
Barcelona
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"Debemos entender que ya no estamos en 2017, sino en 2024". Es la afirmación que lanzó el presidente de Òmnium Cultural, Xavier Antich, durante la celebración de la Diada de este año, la primera sin un president independentista ni mayoría parlamentaria a favor de un referéndum desde el inicio del 'procés'. Siete años después del referéndum del 1-O, los tres principales partidos independentistas se encuentran en pleno proceso de refundación. Todos ellos coinciden en que los resultados de las elecciones del 12 de mayo les obligan a revisar sus hojas de ruta, y asimismo lo considera la ANC, que también trabaja para redefinir su estrategia. Estos son los cuatro retos que debe afrontar el independentismo.

Los dos máximos líderes del 1-O, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, quieren recuperar las riendas de sus respectivos partidos. El que fue el president del referéndum, Puigdemont, es el líder indiscutible de Junts, aunque dejó la presidencia en 2022 para centrarse en su estrategia de internacionalización del 'procés' en el extranjero, asumiendo las tareas como eurodiputado y creando una suerte de tercera entidad independentista, el Consell de la República, que ha ido perdiendo fuelle. El que fuera su vicepresidente, Junqueras, ha roto con Marta Rovira y dejó la presidencia de Esquerra para ser elegido con más fuerza el 30 de noviembre en un pulso interno que se debate entre si merece otra oportunidad o si es el momento de dar paso a nuevos rostros, como el de Xavier Godàs, el líder de Nova Esquerra Nacional, la candidatura que quiere hacerle frente.

Dos de los que fueron consellers de aquel Govern, Jordi Turull (Presidència) y Josep Rull (Territori), han sido fortalecidos en esta nueva etapa. Turull es secretario general del partido y lidera, con Puigdemont, todas las negociaciones con el PSOE. Rull, por su parte, es presidente del Parlament, la segunda autoridad de Catalunya.

La CUP sí ha dado paso a nuevos liderazgos. Las exdiputadas Anna Gabriel y Mireia Boya se encuentran ahora fuera de la primera línea política. Gabriel se marchó a Suiza tras el 1-O para evitar ser juzgada por desobediencia, aunque en 2022 regresó para personarse delante del Tribunal Supremo y su causa fue archivada. Sigue participando en la CUP como militante. Por su parte, Boya, fue absuelta y abandonó su cargo tras denunciar maltrato psicológico por parte de un compañero del partido y, en octubre de 2022, fichó por el Govern de ERC para asumir la dirección general de la conselleria de Acció Climàtica.

Las entidades sí han sido renovadas. Desde 2017 hasta la fecha, la ANC ha tenido cinco caras visibles. El presidente de la entidad durante el referéndum, Jordi Sànchez, dejó el cargo a finales de aquel año para sumarse a la lista de Puigdemont y dejó la entidad en manos del entonces vicepresidente Agustí Alcoberro. En marzo de 2018 tomó las riendas Elisenda Paluzie y, en 2022, hizo lo propio Dolors Feliu. Este julio recogió el testigo Lluís Llach

El entonces presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, fue el primero en pedir una renovación y pidió seguir su ejemplo. También el vicepresidente Marcel Mauri, cara visible de la entidad durante el encarcelamiento de Cuixart, dio un paso al lado, y se abrió una nueva etapa con el filósofo Xavier Antich al mando.

El principal desafío del independentismo es la falta de unidad estratégica, algo en lo que coinciden todos los actores implicados, tanto partidos como entidades independentistas. Si la salida de Junts del Govern de coalición con ERC en 2022 ya evidenció la fractura dentro del movimiento, tras las elecciones del 12 de mayo, con la pérdida de mayoría en el Parlament y la llegada a la Generalitat de un president no independentista gracias a los votos de ERC, la ruptura es incuestionable.

Mientras republicanos y posconvergentes se centran ahora en la vía de la negociación tanto en el Congreso como en el Parlament, la CUP mantiene que su estrategia es la ruptura con el Estado y desobediencia civil, una postura en la que coincidieron los tres en 2017 y que les llevó a celebrar el referéndum del 1-O. Lejos de consensos y sin la independencia en el centro del debate político, mediático y social, las formaciones han abierto un período de reflexión y autocrítica para ver cómo rehacer puentes en la cuestión soberanista. Algo que, como ya ha hecho la CUP este septiembre, debatirán en sus próximos congresos tanto Junts como ERC.

Uno de los frentes por los cuales la unidad independentista está rota es la relación que este movimiento político considera que hay que mantener con el nuevo president de la Generalitat, Salvador Illa. Mientras Junts y la CUP son reacios a llegar a cualquier pacto con el nuevo Govern, ERC ha optado por la vía contraria. Los republicanos dieron sus votos para investir a Salvador Illa a cambio de una nueva financiación para Catalunya y ahora están dispuestos a negociar los presupuestos de la Generalitat de 2025.

El mismo esquema se repite con las dos entidades soberanistas, la ANC y Òmnium Cultural. Mientras la organización de Lluís Llach rechaza cualquier acercamiento al nuevo Govern -Llach ha llegado a tildar al president de "parafascista"-, la organización de Xavier Antich aspira a "influir" en el nuevo gabinete socialista. De hecho, Òmnium ha sido una entidad históricamente vinculada a la promoción del catalán y por primera vez la Generalitat tendrá una conselleria de Política Lingüística a la que fiscalizar.

El independentismo tampoco tiene un criterio único sobre cómo tiene que ser la relación con el Gobierno de Pedro Sánchez. Los votos de Junts y de ERC son claves para la estabilidad del ejecutivo socialista en el Congreso y los dos están dispuestos a negociar, pero exigen contrapartidas. El partido de Puigdemont es quien está dando más problemas a Sánchez para pactar leyes, pero no cierra la puerta a hacerlo si consigue, por ejemplo, que la Generalitat asuma más competencias en inmigración. La estrategia de estas dos formaciones tiene un gran asterisco. Las dos celebrarán sus respectivos congresos este otoño y tendrán que decidir si reafirman o enmiendan su apuesta por colaborar con la gobernabilidad del Estado. La CUP mantiene su rechazo a Sánchez, pero no tiene representación en el Congreso con la que ponerla en práctica.

A las dos entidades independentistas no les entusiasma que los dos principales partidos participen de la gobernabilidad de España, pero con matices. Òmnium Cultural animó a que ERC y la Junts invistieran a Sánchez a cambio de la amnistía, mientras que la ANC nunca fue partidaria de los votos independentistas sirvieran para asfaltar el regreso a la Moncloa del candidato socialista.

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