Apuntes políticos de la semana
Al independentismo se le resisten los nuevos liderazgos
El PSC luce su poder institucional y el independentismo asume el cambio de rasante en la Diada
El independentismo avisa a Illa de que Catalunya "no está pacificada" en la Diada menos concurrida

Junqueras y Puigdemont


Júlia Regué
Júlia ReguéResponsable de la sección de Política.
Graduada en Periodismo y en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra (UPF), ha desarrollado su carrera profesional en la sección de Política, donde se incorporó en 2016. Ha seguido la actualidad política del Parlament de Catalunya y el día a día de varios partidos. También ha colaborado en programas de TV3, Catalunya Ràdio, RAC1 y Ser Catalunya.
Los políticos suelen apuntar que cuesta entrar en política, pero que también cuesta dejarla. Los cambios de liderazgo dan aire a los partidos, abren nuevos frentes estratégicos y quizá nuevas alianzas. Pero el independentismo parece incapaz de pasar página. El convulso 'procés', con prisión y huidas al extranjero incluidas, dejó a los partidos sin planes b y con la losa de tener que gestionar una etapa de desconcierto para la que no estaban preparados tras una declaración unilateral de independencia fallida, la suspensión de la autonomía catalana y la actuación de los tribunales.
Los dirigentes del 1-O procesaron de forma distinta la nueva etapa: unos optaron por ceder el paso a nuevas caras pregonando que se siguiera con su ejemplo, como Jordi Cuixart; otros por alejarse de la primera línea, como Carme Forcadell; otros por impulsar nuevas estructuras dentro del movimiento, como Carles Puigdemont; y otros por mantener las riendas de su partido, como Oriol Junqueras. Casi siete años después, con el PSC en el Govern y el soberanismo en la oposición y sin mayoría parlamentaria, Junts, ERC y la CUP se sumergen en un otoño congresual en el que dirimirán si están preparados o no para una renovación profunda como le han pedido los nuevos dirigentes de Òmnium Cultural y de la ANC.
La Diada de este año ha servido para que el soberanismo asuma que la Catalunya de 2017 no es la 2024. Pero los máximos dirigentes de 2017 quieren seguir siéndolo en 2024. Puigdemont no ostenta cargo alguno en Junts, pero es el militante de base con más poder en el partido. Mientras se plantea dar un paso al frente y recuperar la presidencia, duda de si debe asumir el cargo como jefe de la oposición en el Parlament o si debe esperar hasta que la amnistía se le aplique y regrese sin más huidas a Catalunya.
Junts se había acostumbrado a la convulsión interna, pero internamente Puigdemont ha salido reforzado de las elecciones catalanas al ser el único partido independentista que no ha perdido votos. El expresident disfruta de un liderazgo indiscutible que acalla las voces críticas, pero eso no implica que no haya temor en las filas sobre hasta qué punto puede afectar su regreso al cargo, ya que la incorporación de independientes y los ajustes en la dirección se dan por descontados.
El secretario general Jordi Turull sale fortalecido de las últimas contiendas internas mientras que la presidenta Laura Borràs ha perdido apoyos en la cúpula, pero despierta simpatías entre la militancia. En el núcleo duro del expresident despunta Míriam Nogueras, a quien ha confiado el giro estratégico en Madrid, y a quien fía la negociación con el PSOE.
La única renovación que se espera en el cónclave de Junts es la de dar más poder y foco a los nuevos fichajes: Agustí Colomines, Anna Navarro, Ennatu Domingo y Neus Torbisco. El relato ya está fijado: la ambición es sacar tajada de la caída electoral de ERC y de su acuerdo para investir al president Salvador Illa con el fin de blandirse como el principal partido independentista de Catalunya. La incógnita está en hasta qué punto Puigdemont quiere jugar la partida con Pedro Sánchez y, sobre todo, si forzará su caída si los jueces no le aplican la amnistía.
En Esquerra la guerra es total. Ya no hay disimulo. El tándem que representa el auge y caída del partido en las urnas, Junqueras y Marta Rovira, solo resolverá su enfrentamiento con el cómputo de votos del congreso al que se presentan hasta cuatro listas. La campaña, empañada por los carteles de los Maragall, se centra exclusivamente en el liderazgo: Junqueras o renovación. Y ahí es donde los 'roviristas' tratan de situar que, alentados también por las entidades, el rumbo del partido solo cambiará si cambian de líder. El factor que les juega en contra es no haber designado todavía un líder claro, aunque asumen el papel, por ahora, Teresa Jordà, que lleva años en política, aunque no ha llevado la batuta de la ejecutiva; y dos rostros menos conocidos pero con trayectoria a sus espaldas como Marta Vilaret -negociadora de la amnistía- y Alba Camps -diputada-.
Tanto Junqueras como Rovira eran partidarios de avalar el pacto con el PSC, y el que gane será el que decida si se da o no un tumbo a esta estrategia. Lo que está claro es que, por ahora, Illa y Sánchez respiran tranquilos, conscientes de que el nuevo o reelegido presidente de ERC necesitará al menos un año para asentarse.
La CUP lleva meses reflexionando cómo salir del córner. La propuesta de que deben participar de la gobernabilidad -lo que implica sentarse a negociar presupuestos y otras leyes de calado- se impone en las filas, al tiempo que debaten alargar los mandatos para afianzar a sus liderazgos. Laia Estrada es ahora el puntal público de la organización tras el adiós de Eulàlia Reguant y Carles Riera, y ya cuenta con carrera política en el Parlament a sus espaldas, pero se da cada vez más presencia a Laure Vega como apuesta de futuro.
El dirigente de Òmnium, Xavier Antich, invitó a los partidos a tumbarse en el diván. Está por ver si el independentismo se repiensa con nuevos liderazgos o si se le siguen resistiendo.
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