Onze de Setembre
El PSC luce su poder institucional y el independentismo asume el cambio de rasante en la Diada
El independentismo avisa a Illa de que Catalunya "no está pacificada" en la Diada menos concurrida
ERC admite su fractura interna y se receta esperanza por la Diada: "Nos volveremos a levantar"
Diada de Catalunya 2024, en directo: última hora de las manifestaciones del 11S y reacciones

El Govern de Salvador Illa da inicio a los actos de la Diada con su ofrenda al monumento a Rafael Casanova / LORENA SOPENA / EUROPA PRESS


Júlia Regué
Júlia ReguéResponsable de la sección de Política.
Graduada en Periodismo y en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra (UPF), ha desarrollado su carrera profesional en la sección de Política, donde se incorporó en 2016. Ha seguido la actualidad política del Parlament de Catalunya y el día a día de varios partidos. También ha colaborado en programas de TV3, Catalunya Ràdio, RAC1 y Ser Catalunya.
La Diada constató la nueva etapa en Catalunya: Salvador Illa -el primer presidente no independentista desde el inicio del 'procés'- luciendo poder institucional y la triangulación Barcelona, Generalitat y Gobierno; ERC y los Comuns reclamando el despliegue de una financiación singular pactada, Junts reivindicando una amnistía que no llega para Carles Puigdemont, y el independentismo certificando los efectos de la pérdida de la mayoría independentista del Parlament en las calles. Todo un baño de realidad que se zanjó con las movilizaciones soberanistas menos concurridas desde 2012, sin contar el Onze de Setembre de 2020, afectado por las restricciones del covid. Unas 73.500 personas en todo el territorio, distribuidas en cinco ciudades -Barcelona, Lleida, Tarragona, Girona y Tortosa- acudieron a una protesta marcada por los reproches a los partidos por su fractura.
"Es un regreso al 2010", comentaban algunos cargos soberanistas durante la jornada, asumiendo la nueva etapa y detectando que las prioridades políticas se centran ya en el fortalecimiento del autogobierno, en el uso de la lengua catalana, y en la mejora de la financiación, se le llame o no concierto económico. Y precisamente este fue el único punto de unión entre el Govern y las calles, acostumbradas hasta la fecha a clamar al unísono por la independencia. Sí lo fue la amnistía, pero para exigir a los jueces que la apliquen siguiendo el espíritu con el que la redactó el legislador.
La Catalunya de 2024
El president Salvador Illa, ya en su discurso la víspera de la Diada, sentó las bases del sentir de la jornada: abogó por unir una Catalunya que reconozca y respete todas las aspiraciones nacionales posibles sin que eso impida avanzar en los retos del país. Que la Catalunya de 2024 no es la de 2017 ya no es solo un lema de los socialistas en defensa de la 'desinflamación' del 'procés' para reivindicar la agenda del reencuentro de Pedro Sánchez, sino que es ahora una baza del independentismo civil para exigir a las fuerzas políticas que se dejen de luchas cainitas.
El Govern constató el cambio en la ofrenda floral a Rafael Casanova porque la delegación del PSC fue la más numerosa de las comitivas y no escuchó ni un solo abucheo. ERC no tuvo la misma suerte, pero fueron mucho menos sonoros que los del año pasado. Los menajes de los socialistas en defensa de la diversidad y la pluralidad de Catalunya fueron una constante, también el hilo conductor del acto nocturno en las columnas de Puig i Cadafalch en Montjuïc. Illa aprovechó la jornada para celebrar su primera reunión institucional con la presidenta del Congreso, Francina Armengol, en el Palau.
La renovación del contrato independentista
El independentismo no disimuló que permanece enfrentado y dividido. Junts responsabilizó a ERC de la caída en las urnas; mientras los republicanos se dedicaron a reafirmarse en el flanco soberanista. Los Comuns optaron por advertir a Illa de que su apoyo queda a la espera de una obra de gobierno de izquierdas y del despliegue de la financiación singular, un mensaje compartido por CCOO y UGT.
Òmnium Cultural, en su particular acto del mediodía, buscó hacerse con la "militancia de la esperanza", pidiendo a los partidos que se dejen de reproches y se pongan a trabar para recuperar la unidad. Su presidente, Xavier Antich, asumió que el soberanismo ha perdido “poder político” y defendió que no se podrá avanzar hasta que se dé la “autocrítica necesaria” para renovar el contrato que les llevó a la celebración del referéndum del 1-O.
La ANC, por boca de Lluís Llach, dedicó sus dardos contra Illa, negando que se haya "pacificado" Catalunya, algo que, a su juicio, no sucederá hasta que los catalanes voten en un referéndum y se aplique la amnistía a todas las causas. "La normalidad sois vosotros, los independentistas", proclamó, despertando entre la multitud gritos de 'Puta España' y entonando 'L'Estaca'.
Si bien Llach sorteó la polémica que marcó el inicio de la Diada, sus declaraciones invitando a la extrema derecha de Aliança Catalana a la protesta, Antich no la pasó por alto: “Ninguna complicidad con los discursos de odio, lleven la bandera que lleven, siempre nos encontrarán de cara”, aseveró.
Los congresos de ERC, Junts y la CUP
Todo esto con el independentismo envuelto en procesos congresuales este otoño, con la incógnita de si servirán para dar paso a una nueva fila de líderes o si, en cambio, se zanjará con la reafirmación de los que pusieron en marcha el referéndum del 1-O.
Junts sigue pendiente de que Puigdemont anuncie un paso al frente para recuperar el cargo como presidente, mientras que Oriol Junqueras y Marta Rovira siguen en su particular guerra interna y permanecieron alejados de los focos tras verse envueltos en la polémica por los carteles de los hermanos Maragall. La CUP, como suele ser habitual, se volcó en actos propios y puso distancia con las otras fuerzas políticas, a la espera de ver cómo resuelve su giro estratégico en favor de la gobernabilidad con los socialistas en el Govern.
Está por ver si la reconstrucción del independentismo partirá de estos congresos o si seguirán anclados en el choque, lo que está claro por ahora es que el desánimo se instala en las calles mientras el PSC luce su poder institucional.
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