Elecciones autonómicas y municipales

El PSOE se estrella y pierde casi todo su poder territorial

Los socialistas se disponen a despedirse de al menos cinco de las nueve autonomías donde gobiernan, así como de numerosas capitales de provincia

Pedro Sánchez ejerce su derecho al voto en el Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Madrid

Pedro Sánchez ejerce su derecho al voto en el Colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, en Madrid / JAVIER SORIANO / AFP

Juan Ruiz Sierra

Juan Ruiz Sierra

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si las elecciones autonómicas y municipales eran un primer plato de las generales de diciembre, y tanto el PSOE como el PP las plantearon en parte así, los socialistas salieron este domingo muy mal parados. Ni en sus peores vaticinios el partido que lidera Pedro Sánchez imaginó un desenlace así. 

Si el PP alcanza acuerdos con Vox, y nada hace pensar que no lo vaya a hacer, el PSOE se disponía a perder el poder en al menos cinco de las nueve autonomías donde gobernaba: Balears, Extremadura (uno de sus feudos más importantes), Aragón, La Rioja y la Comunitat Valenciana, que era la principal batalla en estos comicios. Canarias, donde el recuento iba retrasado debido a la diferencia horaria, seguía en el aire, con muchas posibilidades de cambio. Es decir, los socialistas solo mantendrían Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. Cantabria, donde gobernaban junto al PRC, también pasará al PP. Y en Madrid la figura de Isabel Díaz Ayusose agranda aún más, aunque esto ya lo esperaban, igual que su derrota en Murcia. El resto no.   

“Un mal resultado sin paliativos”, admitieron en la dirección del PSOE. En el plano local ocurrió algo parecido. Muy pocos dirigentes confiaban en ganar al PP en el conteo global de los votos. En 2019 los socialistas sacaron un millón y medio más que los populares, pero entonces Cs estaba fuerte. Ahora, la inmensa mayoría de sus antiguos votantes, salvo en Catalunya, se han desplazado al partido de Alberto Núñez Feijóo, poniendo en la práctica punto y final a la formación naranja. Las expectativas en este sentido eran bajas. Aun así, el resultado final fue también mucho peor del esperado: cerca de 700.000 papeletas por detrás del PP. Los socialistas se despidieron de capitales de provincia como Sevilla, Toledo, Granada y Valladolid. En Valencia, donde eran el socio minoritario en un ayuntamiento liderado por Compromís, el PP también recuperará el mando si pacta con Vox. El principal consuelo en el campo municipal vino de los resultados del PSC.

Las encuestas que se publicaron a lo largo de la tarde no prefiguraban nada bueno: el mapa autonómico abandonaba el rojo y se teñía de azul. Los socialistas, sin embargo, acogieron los estudios con cierto escepticismo. Sus impresiones, señalaron varios miembros de la dirección del partido, eran buenas. Y lo importante, continuaron, no era quién quedaba primero en una comunidad o municipio concreto, sino quién acabaría gobernando gracias a la suma con otros partidos. Pero ese discurso se fue disipando conforme avanzaba el conteo. 

Al borde de las 12 de la noche, la portavoz del PSOE, Pilar Alegría, admitió lo evidente. “Quiero reconocer la derrota del PSOE en estas elecciones. No es en absoluto el resultado que esperábamos. No vamos a ocultar que aspirábamos a mayorías de progreso gracias a una movilización del electorado que es evidente que no se ha producido. Debemos hacer las cosas mejor, debemos esforzarnos más”, dijo la también ministra de Educación, que atribuyó el avance de los conservadores a la absorción de “todo el voto de Cs” y puso el acento en que solo gobernarán gracias “a los pactos con la ultraderecha”. 

El ‘factor Sánchez’

El presidente del Gobierno se la ha jugado en primera persona durante esta campaña. A diferencia de 2011 con José Luis Rodríguez Zapatero, cuando las autonómicas y municipales también tuvieron lugar solo unos meses antes de las generales, Sánchez ha tenido en estas semanas un protagonismo absoluto, con sus continuos anuncios de medidas sociales (en vivienda, educación o lucha contra la sequía, entre otros ámbitos) que después el Consejo de Ministros aprobaba a la carrera. La estrategia no le terminó de funcionar. El debate no se llegó a centrar en las iniciativas del Ejecutivo, dentro de una de las campañas más tóxicas y crispadas que se recuerdan, marcada primero por las listas de EH Bildu, que incluían a 44 condenados por colaboración o pertenencia a la desaparecida ETA, y después por las denuncias de fraude electoral

La presunta compra de votos, algo frecuente en pequeños municipios en casi todos los comicios locales durante las últimas décadas, afectaba tanto a aspirantes del PSOE como del PP, pero los conservadores la explotaron dándole una trascendencia que no había tenido y desplazando toda la culpa hacia los socialistas. Díaz Ayuso llegó a cerrar la campaña acusando a Sánchez de “pucherazo”.

Todavía es pronto para calibrar cuánto ha afectado en este “mal resultado sin paliativos” las candidaturas de la izquierda aberzale y los supuestos casos de fraude, cuánto el desgaste de la figura de Sánchez y cuánto su coalición con Podemos. Pero los socialistas volvieron a catar el agrio sabor de la derrota, algo que en términos tan generales como el de este domingo no ocurría desde 2018, cuando Sánchez llegó a la Moncloa gracias a la moción de censura a Mariano Rajoy. Se avecinan convulsiones en el PSOE.  Quizá también en el Gobierno. "Tenemos que hacer una reflexión ante los próximos meses", zanjó Alegría.