Aniversario de la protesta de un millón de personas en Barcelona

¿Qué queda del 'No a la guerra'?

MULTIMEDIA | 20 años de la guerra de Irak: claves y consecuencias del conflicto que marcó una era

MULTIMEDIA | Irak, 20 años después de la guerra: el país de las cicatrices

Los activistas que hicieron posible la manifestación de Barcelona analizan el secreto de ese éxito y las derivas posteriores

Una imagen de la multitudinaria manifestación contra la guerra de Irak en Barcelona.

Una imagen de la multitudinaria manifestación contra la guerra de Irak en Barcelona. / ALBERT BERTRAN

Fidel Masreal

Fidel Masreal

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Preguntarse cómo es posible que una manifestación pacifista congregue en Barcelona a un millón de personas tiene tanto interés como, 20 años después, preguntarse qué ha quedado de ello. Algunos de los activistas -nada mediáticos- que hicieron posible esa gran manifestación, que incluso movió al entonces presidente norteamericano George W. Bush a hablar de Barcelona, reflexionan sobre las respuestas a ambas preguntas con un hilo común: el orgullo de haber movido como nunca a sectores diversos de toda Catalunya en favor de la paz. Algo que hoy, en tiempos de guerra en Ucrania, tiene aires de nostalgia.

Las causas del éxito de esa movilización revelan lo equivocados que son los actuales análisis simples para entender la sociedad. Francesc Tubau, veterano activista y pacifista, cita diversos precedentes: la invasión de Afganistan de 2001, que ya aglutinó a entidades, y la eclosión del movimiento antiglobalización, que había logrado ya manifestaciones masivas en Florencia y congregado grandes energías en Porto Alegre (Brasil). Añádase que la guerra estaba anunciada, la invasión se venía venir y las justificaciones (las armas de destrucción masiva) eran muy cuestionadas. Pero hay que añadir un factor interno español, que tiene nombre y apellido: José María Aznar. "Como fue uno de los protagonistas del encuentro de las Azores (que reunió a Bush, Tony Blair y al propio Aznar), mucha gente aprovechó para decir "a este lo castigamos". "Una coalición anti-PP en Catalunya siempre ha funcionado muy bien y puedes incluir a mucha gente", comparte Pepe Gordillo, otro de los embriones de esa eclosión del 15 de febrero. Los medios de comunicación también hicieron su papel. EL PERIÓDICO publicó la icónica imagen de la bomba con el símbolo de prohibido, en portada.

Otra clave, que es una receta aplicable a la atomización actual de propuestas, iniciativas, partidos y movimientos, fue la unidad. Una unidad forjada desde una cierta espontaneidad en las reuniones que se celebraban en viejo local del Centre de Treball i Documentació de la calle Gran de Gràcia en Barcelona. El mínimo común denominador era parar la guerra. Y ahí se fueron congregando movimientos de todo tipo, incluidos sindicatos y organizaciones de base locales. "Se aguantaba un poco con unos cuantos hilos, consensuamos el comunicado final, los lemas... fue complicado pero lo conseguimos", recuerda Gordillo. Pero dos días antes de la marcha todo estuvo a punto de saltar por los aires cuando CiU se añadió a la convocatoria. La izquierda más a la izquierda mostró su disconformidad porque CiU no había mostrado su oposición frontal a Aznar, con quien colaboraba en Madrid. "Hubo una reunión muy tensa, hubo quien propuso expulsarlos por haber votado en relación a la guerra en un modo contrario en el Congreso, pero dijimos 'no' a expulsarlos porque si empezamos a expulsar a gente siempre se acaba mal, y además las bases de CiU estaban con nosotros, y por tanto era CiU la que tenía un problema con su propia base electoral", revela el activista.

"Cuando aparecieron los socialistas, que no estuvieron desde el primer día, hubo problemas y frases como 'qué cojones hacen estos aquí si nos han metido en la OTAN y encarcelaron a objetores e insumisos' y yo debía calmar las aguas", rememora Tubau. Es intentar hallar los mínimos comunes que hagan consenso, que sumen unidad. Reconociéndonos diversos y a veces incluso opuestos, después que cada cual pueda poner el acento; a veces hay momentos históricos donde confluyen diversas cosas; en Barcelona se había reunido el G7, hubo movilizaciones muy grandes, un movimiento altermundista muy activo", remora Pilar Massana.

El día D

En las semanas previas, incluido un ayuno contra la guerra en la plaza Sant Jaume, se palpaba que la movilización sería masiva. Tanto, que se cambió el recorrido -tenía previsto acabar en la plaza Catalunya- para facilitar la salida de la gente, por lo que el manifiesto se leyó en la plaza Tetuán. Pero tanta gente no se esperaba. Más de un millón según los datos de entonces. Pilar Massana recuerda el ambiente: "Era festivo y reivindicativo, familiar, diverso, de persona de aquí, árabes, negras, personas mayores, niños... fue la primera manifestación mundial, y además veníamos del 'Prestige' y se vincularon los mensajes con pancartas como 'si queréis petróleo id a Galicia'". David Karbala, activista de origen británico, no pudo manifestarse porque había tal cantidad de gente en la cabecera que se dedicó a repartir las 150.000 octavillas editadas -en papel delgado y blanco y negro- y luego acudir al punto final, en la plaza Tetuán.

...pero hubo guerra

Sí, Barcelona fue un referente mundial. Pero hubo guerra. ¿Fue ello un fracaso? "Si alguien cree que por salir una vez a la calle las cosas cambian, no sé qué conocimiento tiene de los procesos históricos -argumenta Massana-. Aquello ha servido de mucho, de entrada para que volviera el Ejército de Afganistán. No tengo ninguna duda de que [el entonces presidente José Luis Rodriguez] Zapatero no hubiera tomado esa decisión sin las manifestaciones previas, aunque en esa guerra siguiéramos implicados. Es así de contradictoria la vida". Karbala lo tiene claro: "Simplemente con la opinión pública no era suficiente. Sí, pagaron después el precio un año más tarde tras el 11M en las elecciones, pero en el momento del inicio de la guerra les daba igual la manifestación, si tienen interés en hacer la guerra la hacen, salvo que con una huelga se paren los trenes y los puertos para evitar el envío de armas".

Las lecciones

Por tanto, ¿qué ha quedado de todo ese caudal? "A veces no queda nada y al mismo tiempo queda mucho. No nos engañemos, desde que tengo uso de razón Estados Unidos siempre está en estado de guerra; y en el movimiento pacifista hay altos y bajos, pero mucha de la gente de hace 20 años te la encuentras hoy en lugares importantes, a Colau no le puedes explicar sin esas movidas, por ejemplo... todo tiene sus frutos. Muchos jóvenes tomaron conciencia y hoy se apuntan a la soberanía alimentaria, al ecologismo, al feminismo... hay un hilo conductor", reflexiona Tubau.

La imagen

David Karbala es activista pero también ha hecho sus tareas de diseño gráfico. Ese año importó el logotipo de Gran Bretaña y lo adaptó personalmente, con lo que se adoptó como símbolo. Ese diseño es el que simboliza más que cualquier palabra esa inmensa movilización. Lo que pocos saben es que hubo un factor cuantitativo: "En 2003 no había Whatsapp ni Facebook ni Twitter, teníamos un espacio en la web de la Fundació per la Pau y una lista de correo, que permitía enviar un máximo de 30 kilobytes de peso. El cartel con el logo pesaba 30. Así se pudieron enviar y cualquiera lo podía imprimir. Eso unido a la simplicidad del símbolo hicieron que fuera un acierto del movimiento, que se reprodujo en balcones, chapas y en todas partes", detalla Karbala.

Veinte años después, estos viejos 'rockeros' del pacifismo alertan: el espíritu antibelicista no es consustancial de la sociedad catalana. Se puede deconstruir: Estas cosas o se trabajan o se pierden y estamos perdiendo en la mentalidad pacifista, lo estamos viendo con la guerra de Ucrania y no solo por ir o no a la manifestación sino por el pensamiento cotidiano", concluye Massana.

Suscríbete para seguir leyendo