Obituario
Fèlix Millet, un ladrón de guante blanco entre "los 400" de la corte catalana
El 'caso Palau' puso fin a la impunidad de un empresario burgués ávido de poder que se codeó con la flor y nata política y económica

Fèlix Millet. /
De pisar moqueta roja, a la celda. De prohombre, de hacer y deshacer a conveniencia durante dos décadas entre aplausos e iluminado por pomposas lámparas de araña, a repudiado por los que antes exhibían el orgullo de codearse con él. Fèlix Millet (Barcelona, 1935), nombre asociado hasta el 23 de julio del 2009 a la flor y nata del poder catalán, se ganó a pulso un lugar predilecto en el turbio mapa de la corrupción.
Un empresario burgués, fallecido a los 87 años, que será recordado como el gran saqueador del Palau de la Música, institución de la que tuvo que salir por la puerta de atrás de forma precipitada cuando los Mossos entraron a registrarla ante la atónita mirada de toda la sociedad catalana. Y por la puerta de atrás entró también en la Ciutat de la Justícia el 1 de marzo de 2017 para ser juzgado por el desfalco, junto a su mano derecha, Jordi Montull, de 23 millones euros acreditados de la institución musical. La sentencia llegó ocho años y medio más tarde: nueve años y ocho meses de prisión por cuatro delitos distintos de malversación y apropiación indebida, tráfico de influencias, blanqueo de capitales y delito contra Hacienda Pública. De todo el saqueo, los condenados solo han devuelto 12 millones.
La codicia indisimulada y la impunidad con la que actuó Millet durante 20 años queda demostrada por la hemeroteca. "Somos unas 400 personas, nos encontramos en todas partes y siempre somos los mismos", presumió Millet aún en su época dorada ante los periodistas Andreu Farràs y Pere Cullell, autores del libro 'L'oasi català'. Era el año 2002 y ese oasis tardaría aún unos años en demostrarse un espejismo, un escenario de cartón piedra que empezó a resquebrajar Pasqual Maragall cuando le espetó al entonces líder de la oposición Artur Mas: "Ustedes tienen un problema y se llama 3%". Después estallarían el 'caso Palau', el 'caso 3%', el 'caso Pretoria'...
Los orígenes de Millet son de rancio abolengo. Procedente de una familia burguesa, hijo de banquero y político, su tío abuelo, el músico Lluís Millet, fue cofundador del Orfeó, institución que él acabó presidiendo en 1978 con el objetivo de restaurar el Palau. Para ello impulsó la creación del Consorci del Palau de la Música, formado por la Generalitat, el Ayuntamiento, la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura.
Un afán de poder indisimulado
Sus ansias de poder lo recogen la treintena de cargos en instituciones y entidades que ostentó. Fue presidente de Agrupació Mútua y de su fundación, de la inmobiliaria AMCI Habitat, de Bankpime, vicepresidente de la Societat del Gran Teatre del Liceu, miembro del patronato de la Fundació Conservatori del Palau, vicepresidente de la Fundació FC Barcelona o patrón de la Asociación Española de Fundaciones. Pero su catapulta, y su caja fuerte, fue, sin duda, el Palau de la Música. El sumario, de más de 60.000 folios, demuestra hasta qué punto acabó tratando la institución musical como una propiedad en beneficio propio.
Millet pagó con dinero del Palau, que salía incluso en efectivo con billetes de 500 euros, desde obras de su casa, viajes y pagas extraordinarias, a las escandalosas bodas de sus hijas, a la que asistieron reconocidos políticos y empresarios. Pasando luego, eso sí, la mitad de la factura, más de 80.000, a sus consuegros. Sin pelos en la lengua justificó que lo hizo para dar "publicidad" a la institución. "Me beneficié de fondos de la fundación para mi uso privado, para obras en mi casa. Fue un error mío brutal y que ya lo dije en 2009 sintiéndome culpable", argumentó durante un juicio que duró un año y cuatro meses y en el que buscó un descargo en la pena.
También reconoció que a través de la entidad cultural la constructora Ferrovial pagó comisiones ilegales a CDC -hasta 6, 6 millones de euros- a cambio de adjudicación de obra pública. "Nos repartíamos el 4%, el 2,5% para CDC, el 0,5% para Montull y el 1% para mí", relató sin ambages. El caso fue clave para la implosión de la ya extinta Convergència. Eso sí, Millet no fue más allá de citar el nombre del extesorero del partido Daniel Osàcar. No hizo referencia a ningún otro dirigente.
El vínculo irresuelto con la FAES
La sentencia a Millet fue también la sentencia a una época en la que alguien como él recibía la Creu de Sant Jordi -que le fue retirada una década después- y se codeaba con los mandamases tanto de Catalunya como de España. Desde Jordi Pujol a José María Aznar. Con este último, existen tentáculos que han quedado fuera del escrutinio judicial. Y es que entre 2003 y 2004, durante la mayoría absoluta del PP, Millet fue el fichaje estrella del patronato del Institut Catalunya Futur, la rama catalana de la FAES, el 'think tank' de los populares. Josep Piqué era entonces el líder del partido en Catalunya y el presidente del Palau, que entonces estaba centrado en las obras de ampliación del edificio, se implicó a fondo en promover la fundación con cenas públicas y conocidas.
En aquel periodo, el Palau recibió 12,6 millones de euros de subvenciones del Ministerio de Cultura. Los responsables de la Federació d'Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB), que ejerció de acusación popular en el 'caso Palau', señalaron en 2013 que el montante recibido no se ajusta a las certificaciones reales de obras que se hicieron. La diferencia, apuntaron, era de dos millones de euros. Y la auditoría de Deloitte que se hizo cuando el escándalo se hizo público apuntó que en realidad las obras costaron 16 millones y no los 26 que se dijeron, con lo que la cifra ascendía a 10 millones que quedaron en un limbo. La investigación de esta derivada nunca prosperó.
Millet entró a la prisión de Brians 1 en junio de 2020, más de 10 años después del estallido del caso. De poco le sirvió reclamar el indulto alegando su avanzada edad y su enfermedad. No fue hasta el pasado octubre que obtuvo el tercer grado, aunque estos últimos meses estuvo ingresado en el Hospital Penitenciario de Terrassa hasta que en enero fue trasladado a una residencia privada con asistencia médica. Hasta hoy, en el que ninguno de los que compartieron con él festines, negocios y guardones no han dicho nada de quien quedó demostrado que fue un ladrón de guante blanco.
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