Elecciones en Catalunya
Dos años del 14-F: El tránsito de Pere Aragonès de la 'mayoría del 52%' a la ruptura de bloques
El republicano fue investido 'president' por la inercia de pactar entre independentistas, pero la alianza por bancada se ha resquebrajado tras el pacto de presupuestos

El president de la Generalitat, pere Aragonès /
Las elecciones catalanas del 14 de febrero de 2021 pasarán a la historia por múltiples motivos. El primero es por haberse celebrado en plena pandemia de covid, lo que ocasionó no pocos problemas, incluso, para elegir la propia fecha de los comicios. La segunda es que se celebraron sin ‘president’ en el Palau de la Generalitat. La inhabilitación de Quim Torra dejó las riendas al vicepresidente en funciones de presidente, Pere Aragonès. También los resultados marcaron un hito. El PSC ganó las elecciones por primera vez en su historia. En 1999 y 2003, con Pasqual Maragall, sí había sido la fuerza más votada, pero nunca superó en escaños a CiU. Y ERC batió al espacio posconvergente, esta vez con las siglas Junts, también por primera vez, erigiéndose en la principal fuerza independentista.
Pese a todos estos registros históricos batidos, la principal lectura el día después, junto con la altísima abstención, fue que el independentismo había superado el umbral del 50% de voto. Se constituyó, así, lo que se llamó 'la mayoría del 52%'. Es decir, un Govern con ERC y Junts, con el voto en la investidura de la CUP. Transcurridos 24 meses, esa mayoría se ha esfumado. Primero con el distanciamiento de la CUP del Executiu y, después, con la ruptura entre republicanos y posconvergentes. Todo ello con el lacito final del principal pacto entre bloques desde hace más de una década, entre ERC, el PSC y los Comuns, para sacar adelante los presupuestos.
De 'monaguillos' a enemigos
En 1980, los socialistas se vieron ganadores de los comicios, pero finalmente Jordi Pujol les aventajó en ocho escaños, 41 a 33, curiosamente, los mismos 33 que le valieron a Illa el triunfo. En 1980 los socialistas obtuvieron 606.000 votos, en 2021 cosecharon 654.000. A la postre, Pujol fue investido con los votos de los 18 diputados de UCD y los 14 de ERC que optaron por los convergentes en lugar de apoyar una eventual suma con el PSC (33) y el PSUC (23). Empezaba, ahí mismo, una historia de sumisión republicana de la que Esquerra no se deshizo hasta, precisamente, hace dos años.
Pese a ganar las elecciones, la posibilidad de que Illa optara a la presidencia de la Generalitat no era viable. Por encima de los partidos, aun en 2021, estaba la lectura de los resultados por bloques y el independentismo volvió a lograr la mayoría absoluta, como en 2015 y 2017. Y en 2021, con el líder de ERC, Oriol Junqueras, pasando la noche electoral en su celda de Lledoners, no era momento para dinamitar esos bloques.
Hubo gente del entorno de Aragonès que le propuso abrir, en la misma noche electoral, un canal directo con Miquel Iceta. Pero el ahora 'president' dijo que no.
Cierto es que el entorno de Aragonès, desconfiando de los posconvergentes, le propuso abrir, en la misma noche electoral, un canal directo con Miquel Iceta, entonces todavía primer secretario del PSC. Pero el ahora 'president' dijo que no.
Pactar primero con el pequeño
En la dinámica de bloques, la búsqueda del apoyo del PSC, que de hecho había superado a los republicanos en votos, no encajaba con los tiempos. Máxime cuando Aragonès sabía (o creía saber) que Junts tenía que apoyar al candidato republicano, por esos 35.000 votos. Escasos, sin duda. Pero menos que los 12.000 que a la postre sirvieron para aupar a Quim Torra en 2018. Y es que el pacto no escrito de apoyo entre fuerzas independentistas así se estableció. El Parlament para los segundos, la Generalitat, para los primeros de la zanja independentista.
Pero para negociar con Junts, Aragonès estrenó una táctica que ha tratado de repetir recientemente, con los presupuestos. Pactar primero con el grupo más pequeño. Así, de manera rápida, ERC y la CUP hicieron los deberes y marcaron el terreno de juego a los posconvergentes. Los 33 de ERC y los nueve de la CUP decantaban el futuro pacto de Govern hacia la izquierda, frente a los 32 de Junts.
La negociación entre republicanos y posconvergentes fue larga, casi tanto como la de los presupuestos con el PSC. Y en ella afloró rápidamente el nuevo orden entre las fuerzas catalanistas. Los republicanos se tomaron como una afrenta que Junts no apoyará la primera investidura de Aragonès, máxime cuando la elegida por los posconvergentes (la tres veces derrotada en las urnas, Laura Borràs) se hizo con la jefatura del Parlament sin ningún aspaviento republicano.
Romper la baraja
Tras un ultimátum, ERC se emancipó de 40 años de obediencia al hermano mayor convergente y suspendió las negociaciones. La razón última del debate era que los republicanos no querían que el ‘president’ estuviera tutelado por Puigdemont. Y en esa acción parar los pies a Junts cabe buscar la semilla de la fractura del Govern de octubre de 2022.
Las aguas volvieron a su cauce, pero la unidad independentista, que nunca fue real, más allá del 1-O, no se recompuso. La mayoría del 52% estaba tocada de muerte y era cuestión de meses. Antes, por el camino, se quedó el acuerdo con la CUP.
En concreto en el debate de los primeros presupuestos. El principio de realidad y la ‘realpolitik’ que presiden todos los pasos de ERC y Aragonès (excepto los tres meses que el ‘Catalangate’ congeló las relaciones con el Gobierno) chocaron de pleno con los postulados anticapitalistas de desobediencia al Estado.
Apoyo esporádico
Aragonès ha visto virar el apoyo estructural de Junts y la CUP, que le daban 74 diputados, por el esporádico de los Comuns y, ahora, el PSC. Pero si hay algo que define su Govern monocolor republicano es que actúa como si su fuerza contara con la mayoría absoluta del Parlament, pese a contar solo con sus 33 diputados
Noticias relacionadasYa lo hacía, incluso, cuando Junts estaba en el Govern, como se observó en el segundo golpe sobre la mesa del ‘president’, el que acabó con los posconvergentes fuera de la delegación catalana para la mesa de diálogo.
Y es que mientras el ‘president’ tenga un foro, como la mesa de diálogo, donde exponer sus ambiciones independentistas, las que más se entrelazan con las demandas tradicionales de la ERC de siempre, parece claro que en el Parlament va a dedicarse a afianzar la segunda pata, la de la gestión. El día a día, a la espera de que, entre una y otra pata, en las próximas elecciones al Parlament las urnas le den una verdadera mayoría de gobierno.
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