Las filas posconvergentes

Junts cierra el año de su metamorfosis para recuperar el centro político en 2023

Turull toma las riendas tras un proceso discreto de marginación de Borràs

Los partidarios de la vía moderada han tomado posiciones para minimizar al sector radical

Laura Borràs y Jordi Turull

Laura Borràs y Jordi Turull / QUIQUE GARCÍA / EFE

Fidel Masreal

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Si hace un año alguien hubiera pronosticado que el 'expresident' Carles Puigdemont dejaría de presidir Junts per Catalunya, que su secretario general tiraría la toalla, que la cabeza de lista Laura Borràs sería despojada de la presidencia del Parlament por parte de la Mesa de la Cámara, ERC y CUP incluidos, debido a su procesamiento por corrupción, que el partido abandonaría el Govern tras una reñida votación interna, que las candidatas en Barcelona, Girona y Vic también anunciarían que se van a casa, que el partido se quedaría sin candidato claro a la Generalitat, que acecharían acusaciones de abuso de poder en el entorno de Borràs... la conclusión sería demoledora: Junts está en las últimas. Sin embargo, en este año el partido ha sobrevivido a esta zozobra al más puro estilo convergente, con la paciencia y la discreción propia del nuevo e indiscutido líder, Jordi Turull, quien en menos de un año ha tomado claramente las riendas para tratar de seguir compitiendo con ERC.

La conclusión es clara entre quienes mejor conocen a Junts por dentro: Turull "controla el partido, es un hombre de gran experiencia y sabe que el tiempo tiene sus efectos". Nadie discute el liderazgo del nuevo secretario general pese a que desde que tomó el mando en el congreso de Argelers, comparte el poder con Borràs y su equipo, que ocupan plazas destacadas en la dirección. Pero una cosa es el cargo y otra la autoridad. Y nombres como el de Francesc de Dalmases o Jaume Alonso-Cuevillas han sufrido un desgaste más que notable. Pero, por encima de todo, el tiempo ha situado a Borràs en una posición de muchísimo menos poder del que confiaba ostentar en el partido hace un año, cuando pugnaba con Jordi Sànchez para marcar la táctica del día y confiaba en ser la número uno indiscutible cuando se produjera el pronosticado adiós de Puigdemont al cargo de presidente de JxCat.

Borràs, una lesión tras otra

Borràs logró presidir el partido, sí, porque Turull -a pesar de lo que los suyos le pedían y piden un gesto para imponerse sobre ella claramente- decidió compartir el poder, evitar el choque. Una colisión que el propio Sànchez con su adiós quiso evitar formalmente, pero que, en realidad, era lo que muchos deseaban para evitar las batallas y puñaladas constantes, día a día, entre ambas almas de la formación: la posconvergente pragmática y pactista de centroderecha y la que encarna Borràs en favor de hacer de Junts un movimiento de agitación radical que prometa volver a proclamar la independencia prescindiendo de los oropeles -como dice la canción- de un poder autonómico que repudian.

Turull se ha impuesto a la manera convergente: esperando. Y Borràs ha ido acumulando golpes que la han dejado, en clave interna, fuera de juego. Dicen, sus críticos, que todo es debido a la falta de estrategia de Borràs y a un entorno que la ha aconsejado mal, frente a la prudencia sibilina de un Turull que se ha impuesto en silencio y sin tener que cuestionarla nunca abiertamente.

Borràs ha sido despojada de la presidencia del Parlament y ha respondido insultando a ERC y la CUP, ha criticado al Consell de Garanties Estatutàries por la ley del catalán, ha contratado a un perito de ultraderecha condenado por asesinato, ha defendido a su fiel escudero Dalmases de unas acusaciones que finalmente él mismo admitió, ha hecho sonrojar de vergüenza a Junts al saludar y fotografiarse con un grupo de boicoteadores que reventaron el homenaje a las víctimas de los atentados de Barcelona, ha acudido a una manifestación que el Departament de Interior había recomendado no secundar, ha colocado a peones suyos en el partido que ni lograron la votación mínima inicial para ser admitidos...

Todo ello ha provocado un proceso de arrinconamiento ideológico y personal que se demuestra con un solo ejemplo: en las ejecutivas del partido Borràs ha recibido sonoras broncas por sus posicionamientos. En especial cuando trató de convertir su caso judicial en un ataque al independentismo por parte de ERC y quiso arrastrar a Junts en su defensa. No lo logró. Allí, como en todos los ejemplos anteriores, el silencio sonoro de Turull ha marcado la pauta.

Turull, paso a paso

Mientras, el nuevo secretario general ha recibido también críticas de los suyos. Sobre todo por no haber defendido la continuidad de Junts en el Govern cuando ello se sometió a las bases del partido. Al menos lograron parar que se mojara públicamente en favor de salir del Ejecutivo. Él avisa de que ha salido de la cárcel mucho más radical, pero mantiene el gen convergente, y con él ha logrado que la nave de Junts siga a flote pese a perder el Govern y vivir una pugna interna diaria entre sectores.

Un caso resume la victoria de Turull, por el momento. El caso tiene nombre y apellidos: Xavier Trias. Paradigma por antonomasia del convergente puro, vuelve a optar a la alcaldía de Barcelona pese a que meses atrás ni por asomo se planteaba hacerlo. Nadie más a las antípodas de Borràs que él. Y, junto a él, 'exconsellers' de un perfil antitético al de Borràs se han situado en posiciones de futuro: Jaume Giró está de gira por Catalunya para tomar la temperatura al partido y saber si lanzarse a la candidatura electoral; Gemma Geis aspira a gobernar Girona; y otros perfiles como las extitulares de Exteriors y Justícia, Victòria Alsina y Lourdes Ciuró, aprovecharon la consulta interna sobre el Govern para destaparse como claras partidarias de la vía moderada frente a las proclamas de Borràs.

La conclusión un año después es que Junts sigue vivo y que lo que apuntó EL PERIÓDICO, ya en agosto, sobre un proceso de marginación de Borràs, está en marcha. Más lentamente de lo que algunos querrían, pero sin pausa, y con una progresiva tendencia a lograr la metamorfosis y situar al partido de nuevo en el centro del terreno de juego político y alejado del llamado independentismo mágico con el que se asocia a la todavía presidenta de la formación. El siguiente capítulo, el juicio a Borràs, que puede ser un punto casi final a este proceso interno.

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