En las urnas de 2023

ERC se prepara para la batalla electoral contra PSC y Junts con el reto de lograr la hegemonía

Los republicanos buscan un discurso electoral equilibrado con qué satisfacer a sus dos electorados, el metropolitano y el del 'rere-país'

El 'president', Pere Aragonès; el líder de ERC, Oriol Junqueras; y la portavoz del partido, Marta Vilalta.

El 'president', Pere Aragonès; el líder de ERC, Oriol Junqueras; y la portavoz del partido, Marta Vilalta. / David Zorrakino / Europa Press

Xabi Barrena

Xabi Barrena

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Si en algo coinciden casi todos los grupos políticos del Parlament es que ERC no actúa como si tuviera, solo, 33 diputados. Actúa como un partido hegemónico, sin serlo. Luego ya cada bando adjetiva y tilda ese comportamiento de uno u otro modo. Muchos lo ven como un acto de soberbia, de arrogancia. Los propios republicanos, en cambio, subrayan que se trata de seguridad porque son los únicos que tienen un plan claro en la cabeza, al menos, en lo que a la resolución del conflicto político se trata. En este 2023 de doble contienda electoral, Esquerra pretende abalanzarse definitivamente sobre esa hegemonía que ansía. Y lo va a hacer actuando como si ya la tuviera. ERC quiere que el hábito haga al monje.

Los republicanos llegan a 2023 tras un buen ciclo electoral anterior. Ganó las municipales en Catalunya y en la ciudad de Barcelona; ganó las dos elecciones generales que se hicieron en apenas seis meses y, pese a quedar segundos, tras el PSC, doblegaron, por fin al espacio posconvergente, aunque fuera por 50.000 votos, en los comicios al Parlament de 2021. De todo ello se derivó la presidencia de la Generalitat, las diputaciones de Lleida y Tarragona y varias y valiosas alcaldías, pero no la de la capital catalana.

¿Y cuándo se logra la hegemonía? Cuando se vence de manera arrolladora en las elecciones que se planteen. Unas victorias que no deben ser lo sufridas que fueron las de ERC en un ciclo, el anterior, en el que también hubo alguna derrota, como la de las europeas, a manos de Carles Puigdemont. La primacía electoral, en su conjunto, de ERC, obedeció más a una cuestión de regularidad que de avasallamiento del rival. Y es que Esquerra juega, y obtiene un buen papel, en los dos tableros que, juntos, componen la Catalunya electoral: la región metropolitana y el ‘rere-país’. 

Mejor colocado

El problema para ERC es que, en ambas, es segunda y en ninguna, primera (con matices, fuera de Barcelona), y sus victorias se levantan sobre el hecho de que el empuje arrollador del PSC en el área barcelonesa se difumina, y mucho, más allá de la región metropolitana. Y que el tirón de Puigdemont, para Junts, en el ‘rere-país’ se diluye como un azucarillo en un ámbito, el barcelonés, en donde, en algunos municipios fue quinta o sexta fuerza, como en 2021, en Cornellà.

El objetivo republicano, para este 2023, pasa por mantener las dos diputaciones actuales y ganar terreno al PSC en la de Barcelona para poder, en virtud de eventuales alianzas, hacerse con esta administración provincial. La baza de Gabriel Rufián como candidato en Sant Coloma no se juega para ganar la alcaldía a Núria Parlón, algo harto improbable porque se parte de un 50% de voto para el PSC por el 9% a ERC de las municipales de 2019, sino como palanca para ganar voto en todas las inmediaciones de la capital catalana. Ir ganando y afianzando voto republicano. Independentista. O lo que es lo mismo, ensanchar la base.

Coherencia en el discurso

Estar siempre en el podio en todas las localidades catalanas fuerza a ERC, como a ninguna otra fuerza, a trazar una serie de equilibrios casi imposibles y que pasan por no contradecir en El Prat lo que se asevera en Olot. Un juego de contrapesos entre lo social y lo nacional que exige una gran finura. No siempre lograda. Así, por ejemplo, en las segundas generales de 2019 (donde Rufián volvió a vencer a Laura Borràs) los republicanos sufrieron un descenso del voto en el 'rere-país' que, según análisis posteriores, fue debido, por un lado, a la aparición en la escena española de la CUP y, por la otra, a un deficiente contrapeso independentista del discurso siempre más social y urbano de Rufián.

Cabe decir que en este ciclo de 2023, los republicanos contarán, al 100% con la presencia de su presidente, Oriol Junqueras, el gran igualador, vía carisma, de discursos entre lo metropolitano y el 'rere-país'. Su participación a medio gas, en febrero de 2021, ya fue clave para que Pere Aragonès venciera a la dupla Puigdemont-Borràs y remontara los 13.000 votos de desventaja que le sacara Junts a ERC, en el 2017, hasta los 45.000 de ventaja que, a la postre, le dieron la presidencia de la Generalitat. Junqueras, casi desde que salió de prisión, en julio del mismo 21, ha recorrido buena parte de Catalunya, en una labor sorda y muy enfocada, justamente, a estas municipales.

Empate infinito

Todo ello, pensando en las elecciones al Parlament previstas para 2025, pero que pueden ser adelantadas al año anterior. La hegemonía republicana, defienden en la sede de la calle de Calàbria, sucederá cuando se rompa el empate infinito entre ellos y Junts. Y creen que en los próximos comicios, cuando ya se cumplan dos o tres años de la salida de Junts del Govern, pueden lograr un diferencial de votos y escaños que, además, les propulse contra el gran adversario, no solo electoral, sino de modelo de país, como es el PSC.

Queda en el alero conocer si la obra de Govern, muy abocada a lo social, es premiada, o no, por el electorado. También su adscripción al principio de realidad . Ante la falta de propuestas alternativas al plan de ERC de batallar por un referéndum de autodeterminación pactado, especialmente por parte de Junts que sigue sin explicar cómo lograr la independencia, los republicanos explotarán al máximo todo el 'agit-prop' relacionado con el Acord de Claredat. Con la mesa de diálogo en barbecho, este banderín de enganche se ha diseñado para que sea creíble, sobre todo, entre la comunidad internacional, abrazando, incluso, la 'vía Montenegro', ese 55% de voto favorable a la independencia que la UE pidió a la republica exyugoslava y que no se requirió, por ejemplo, a Escocia. O al conjunto de la Gran Bretaña, para el 'Bréxit'.

Obra de Govern y Acord de Claredat. Juego de contrapesos y equilibrio en el discurso en pos de la hegemonía.

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