Adiós a uno de los escuderos de Pujol

Jaume Camps, los secretos del penúltimo gran dinosaurio de Convergència

El exdirigente de CDC, que quería titular sus memorias 'Tres pasos atrás del poder sin pisarle la sombra', se lleva a la tumba sonoras confidencias sobre las miserias de la política

Jaume Camps

Jaume Camps / Xavier Alsinet/ACN

Fidel Masreal

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Ha callado para siempre una de las personas que más podría hablar de política, doble moral, amistades peligrosas y lealtades traicionadas. De los triángulos perversos entre partidos, empresas y mecenazgos. Ha muerto Jaume Camps, uno de los pocos dinosaurios históricos de Convergencia que seguían en pie. Su madre hacía 'espardenyes' y su padre era empleado de La Caixa. Jaume fue un abogado con una vida de película tanto en su etapa profesional, con clientes contrabandistas del otro lado del Atlántico, como de su vocación política e ideológica, y también por supuesto por su papel como fiel escudero de Jordi Pujol y de Miquel Roca en el Parlament y en el partido. Hizo cosas de las que se arrepintió y que se van a la tumba con él. Pero siempre aseguró que no se puso un euro en el bolsillo. Se va tras un discreto funeral con ausencias muy sonoras y la presencia de Oriol Pujol en nombre de su padre, que sigue recuperándose del ictus.

Jaume Camps (Barcelona, 1944) vivió el catalanismo toda su vida. El catalanismo histórico. Durante el franquismo defendió ya como abogado a políticos sometidos a consejos de guerra ante el temible TOP (Tribunal de Orden Público) y estuvo en el Sindicat Democràtic d'Estudiants. Estuvo en Convergència desde sus inicios. Y en el partido lo fue casi todo. Diputado, fiel seguidor de Miquel Roca y por supuesto también de Jordi Pujol, con quien sí conservaba hasta la muerte una relación de amistad. Del conflicto Roca-Pujol guardaba una caja entera de documentos.

Asco por la política

La vida de Camps fue un trago intenso, con golpes duros en la vida personal y familiar, e historias de película debido al perfil de algunos de sus clientes como abogado o a negocios como el que compartió con un socio para adquirir una fábrica de condones. Cobró 25 millones de pesetas por ello. Pero ha sido en la política donde Camps logró gran influencia y respeto por parte de amigos y rivales gracias a su carácter siempre pactista y con ánimo de resolver los conflictos en una buena mesa, a la manera convergente, con miradas transversales. Pero la política que le dio casi todo, también lo dejó asqueado de lo que vivió y lo que tuvo que hacer. Decía, en privado que se la jugó por el partido más de una vez (más bien muchas) y que cuando constató que no sólo el primogénito del 'president' Pujol cometía, digamos, irregularidades, sino también su padre, sintió una gran decepción. Asco, de hecho, por lo que rodea la política.

"No soy un santo"

"No soy un santo, yo también he pecado, pero no me he llevado ni un duro en el bolsillo", sostenía Camps, que siempre recordaba como contribuyó a hacer realidad el local de CDC en el distrito barcelonés de Horta. Asumió las contradicciones propias de la financiación de los partidos, los viajes de idea y vuelta a Madrid, hasta que dijo basta. Sobre las amistades peligrosas, y sobre el triángulo Millet-Ferrovial-Convergència, con ramificaciones en construcciones de autopistas o financiaciones de campañas como la operación Reformista, podría escribir una enciclopedia.

Quedó exonerado judicialmente de su imputación en el caso. Argumentó que eran honorarios de un cliente venezolano. Dos años más tarde quedó archivada su causa, entre otras cosas porque había prescrito. Pero quienes han de saberlo saben -algunos ya fallecidos- que Jaume les avisó de que Fèlix Millet no era trigo limpio. No sirvió de nada. En esa época, como alegan muchos de los protagonistas de la película, lo de la financiación de los partidos iba así. Camps se preguntó siempre porqué el juez no llamó a declarar a sus superiores en las 'conselleries' implicadas en las obras públicas.

Hablando de avisar, Camps también se ha marchado sabiendo que en su día, y por una sola vez, avisó al 'president' Pujol -por petición de Rafael del Pino, de Ferrovial- de que tuviera cuidado con el primogénito. También tuvo la misma conversación con Marta Ferrusola, esposa del 'president'. Es conocido que Ferrusola defendió siempre el derecho de sus hijos a ganarse la vida.

Catalanismo, PP, PSOE y Prado

Jaume Camps vivió todos los grandes momentos de Convergència. Fue diputado en el Parlament durante siete legislaturas. Eran tiempos en los que los políticos y las políticas duraban algo más que un telediario. Y sabía perfectamente cómo funcionaba la tensión controlada entre el nacionalismo de Pujol y los cimientos del Estado, los pactos con el PP y el PSOE...y con la Corona, a través de Prado y Colón de Carvajal.

Tras dejar la política activa Pujol le situó en el Consell Consultiu y fue asesor del CTTI (Centre de Telecomunicacions i Tecnologies de la Informació). Camps se casó dos veces, tuvo también sus conflictos familiares, en los que también acumuló decepciones y tristezas. Vivía ahora retirado de casi todo en su casa del Port de la Selva con vistas al mar con su mujer, Rosa. Amante de la buena vida y de lágrima fácil, solía decir sobre los malos tragos que "no se puede llorar sobre la leche derramada", como dicen los argentinos. Si hubiera publicado unas memorias las habría probablemente titulado: tres pasos detrás del poder y sin pisar la sombra.

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