'LEY TRANS'

La enésima crisis entre PSOE y Unidas Podemos agota, pero no inquieta al Congreso

La tramitación en la Cámara Baja de la 'ley trans' ha elevado el volumen de la mala relación que hay entre los socios de Gobierno, y aunque las normas siguen aprobándose, lo que es incontestable, los aliados reconocen su cansancio, que no su inquietud

Gabriel Rufián, portavoz de ERC, en rueda de prensa en el Congreso.

Gabriel Rufián, portavoz de ERC, en rueda de prensa en el Congreso. / EFE

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La ‘ley trans’ y la ley de bienestar animal han destapado un estado de ánimo que siempre ha estado ahí, como ese zumbido de la nevera que una noche se convierte en ruido molesto. El PSOE y Unidas Podemos no se llevan bien. El Gobierno de coalición sigue, su mayoría parlamentaria, aunque frágil y con sobresaltos, también. El pasado jueves, sin ir más lejos, se impuso en la aprobación de seis dictámenes legislativos gracias a los votos de sus aliados, siempre al rescate. Todo eso sigue; de hecho, tres años juntos van a cumplir en unos días.

Sin embargo, la relación es regular tirando a mal, tirando a nefasta. Un diputado con responsabilidades en uno de los grupos del Gobierno, bajo condición de no revelar su identidad y su cargo, afirma a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, que durante las dos últimas semanas “se han cruzado algunas líneas difíciles de recomponer”. Otro diputado con un papel relevante en el otro grupo del Ejecutivo reconoce su agotamiento por el permanente ruido mediático

En realidad, las dos quejas son viejas. Pueden servir para el trámite de la ley de vivienda o para la inclusión en los presupuestos del gasto en material militar. Pueden servir para las investigaciones frustradas al rey emérito o para la ley audiovisual, que, por cierto, es el único proyecto legislativo hasta la fecha en el que PSOE y Unidas Podemos han votado diferente.

La secuencia

La secuencia se suele repetir con las leyes que salen del Consejo de Ministros, entonces meros proyectos que el Congreso tiene que pulir. Salen porque a los socios de la coalición les mueve el compromiso del acuerdo de gobierno. Otra cosa es el ritmo de cumplimiento de ese compromiso, en lo que ambos partidos pelean sin descanso. Y la secuencia, como decíamos, es que el texto sale y llega al Congreso, pasa unas semanas en un cajón de la Mesa de la Cámara, un día se abre el plazo de enmiendas, uno de los dos registra propuestas que afectan aspectos nucleares del proyecto, el otro se enfada. Entonces se sientan a negociar y generalmente saldan el entuerto con un acuerdo.

En el ánimo de los dos grupos, a primeros de noviembre, apenas unos días después de registrar las enmiendas a la ley trans, no aparece por ningún lado la idea de negociar. No significa que no lo hagan, pero sí es cierto que la relación se ha enconado demasiado. Hay entre los dos como un persistente aroma de desaire y reproche.

Si efectivamente no negocian, la Comisión de Igualdad, que preside la socialista Carmen Calvo (aspecto no menor), formará la ponencia, cada grupo defenderá sus propuestas, habrá un informe, y luego, un dictamen. Las enmiendas se votarán por separado. La mayoría respalda, entra en el texto; la mayoría rechaza, se excluye. Puede que las iniciativas del PSOE (autorización judicial para el cambio de la mención registral del sexo, por ejemplo) se integren porque el PP las acepta. Malestar en Unidas Podemos por ello, y enfado en los aliados progresistas. ¿Qué sucederá cuando llegue el momento de votar el dictamen en su conjunto?

Han dinamitado muchos puentes”, recalca una de las fuentes de la coalición. “Se ha generado pérdida de confianza”, añade.

Los aliados, agotados

El primer diputado de un socio parlamentario del Gobierno al que pregunta este medio responde inicialmente con una sonrisa. “¿La crisis más grave entre PSOE y Unidas Podemos? Lo que creo es que Unidas Podemos sí tiene una crisis interna grave”, responde a continuación.

Comienza a propagarse por el Congreso una sensación de sospecha sobre el estado de salud del cuarto grupo de la Cámara, miembro de la coalición. La fractura entre el sector más afín a Irene Montero e Ione Belarra no sintoniza del todo con el sector más identificado con Yolanda Díaz. “Muchas veces te preguntas si el interlocutor elegido es el correcto porque no se sabe cómo llegará la petición hecha o la información dada”, sostiene una fuente parlamentaria. La impresión está instalada también en la dirección del grupo socialista desde hace tiempo.

Las negociaciones, sin embargo, dan resultados. La descripción de la situación sería como la de un partido de fútbol en la que un equipo (los grupos de la coalición) juegan muy mal y cortan mucho el juego pero siempre terminan ganando. Basta con echar un vistazo a la lista de leyes aprobadas: es un no parar. El precio es el agotamiento, y no sólo entre los concernidos, sino también entre los habituales compañeros, desde ERC a Compromís.

“La actividad legislativa de la Cámara no es fluida; va a trompicones”, apuntan fuentes del PNV. En EH Bildu no opinan sobre los roces constantes entre los partidos que forman el Gobierno, pero reconocen que algunas leyes fundamentales como la de vivienda, la de información reservada, la de derogación de la ‘ley mordaza’ o la ‘trans’ están siendo obstaculizadas. Sin tapujos, responsabilizan de ello al PSOE, según la versión de sus fuentes. 

No inquieta pese a la curiosidad

En la bancada del PP se fue extendiendo el miércoles un runrún. Los diputados y diputadas con más de una legislatura a cuestas saben que las caras dicen mucho. Así que se fijan en las caras del adversario. Las sesiones de control de los miércoles dibujan un panorama propicio para ello porque, si bien son insustanciales para el bagaje legislativo, reflejan bien el nervio político. Al fin y al cabo, esas sesiones son una sucesión de escenas de tensión y estrés.

Y lo que vieron en las caras de los ministros y ministras, e incluso en la del presidente, les hizo pensar en cómo se queda uno cuando el jefe te da una bronca. O en cómo se queda uno cuando el jefe te deja caer que no le está gustando tu trabajo. Ni idea de si ese fue el caso, reconocen, claro. “Aparte de que el presidente estuvo suave con -Cuca- Gamarra, había algunas ministras con caras muy, muy largas; no es inusual”, ilustraba un parlamentario.

Congreso de los Diputados.

Congreso de los Diputados. / EPE

En lo que pensó este diputado, siguiendo el hilo, fue en una posible crisis de Gobierno. Se da por hecho que Carolina Darias dejará el Ministerio de Sanidad en unas semanas. ¿Alguien más quizá? ¿Alguien rumbo al Ayuntamiento de Madrid? ¿Está Sánchez en eso, en una remodelación? ¿O sucedió algo que enfadó tanto al presidente que ardieron los teléfonos aquella mañana? Poco después de la sesión de control, empezó a multiplicarse el efecto del reportaje de la BBC sobre la tragedia de la valla de Melilla, junio de este año.

Pero los aliados no caminan por la misma senda. El PNV, a pesar de las dificultades y de los ritmos cambiantes de las tramitaciones, está obcecado en sacar adelante los presupuestos. EH Bildu, igual, y luego a por las leyes de vivienda, de seguridad ciudadana y otras de índole social. ERC, más de lo mismo, aunque en su mochila llevan equipaje sobre la reforma del delito de sedición. Más País sólo piensa en medidas que alcancen a la ciudadanía, a sus rutinas. El PDeCAT, actor más heterodoxo en la ecuación porque es conservador, pero sobre todo pactista, rastrea y explora los presupuestos en busca de contrapartidas.

Un diputado ajeno al bloque de la investidura relativiza. "En las comisiones en las que estoy, cero problemas entre PSOE y Unidas Podemos". Otro, asistente habitual a las Juntas de Portavoces de la Cámara, remarca a este medio que prima la cordialidad y que si se intercambian reproches, el tono es suave.

¿Cansancio por la crisis contumaz e inalterable en la que viven los grupos socialista y “morado” en el Congreso? Sí. ¿Inquietud? Ninguna. Ya están acostumbrados los aliados. Y hasta los no aliados. Impera el pragmatismo. Ahora, las leyes, que la legislatura se está acabando. Luego, ya veremos.