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Miguel Primo de Rivera: el inventor del populismo español de derechas

Los 'fake news', las arengas patrióticas y la agitación de símbolos nacionales que hoy frecuenta la ultraderecha ya los puso en práctica hace 100 años el militar que sometió a España a una dictadura en 1923. 

A un siglo del golpe de estado con el que accedió al poder, una biografía rescata su figura y le presenta como el primer líder populista español de la historia.

Miguel Primo de Rivera

Miguel Primo de Rivera

Juan Fernández

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Acusar a la clase política de ser una banda de corruptos que se aprovechan del pueblo y fabricar bulos para sostener discursos extremistas no son estrategias inventadas por la ultraderecha española actual. Tampoco lo es señalar a vascos y catalanes como la mayor amenaza del país y agitar los símbolos nacionales para excitar el espíritu patriótico de la población. El populismo de corte ultraconservador no llegó a España con la irrupción de Vox. De hecho, hace un siglo, el capitán general Miguel Primo de Rivera se sirvió de este tipo de recursos para legitimar la dictadura que presidió entre 1923 y 1930.

Ensombrecida por Franco, la figura de Primo de Rivera ha quedado desdibujada en el relato del siglo XX. Los manuales de historia suelen dedicarle pocas páginas y en la cultura popular sus apellidos evocan a su hijo José Antonio, el creador de la Falange. Ahora, a punto de cumplirse un siglo de su acceso al poder, una biografía le ha rescatado del olvido poniendo atención en las artes políticas de las que se valió, que inevitablemente reverberan en la actualidad.

Astuto y sin escrúpulos

"Fue el inventor del populismo español de derechas", afirma el historiador Alejandro Quiroga, autor de ‘Miguel Primo de Rivera, dictadura, populismo y nación’ (Crítica), en el que describe al militar y político como un personaje "astuto, ambicioso y sin escrúpulos" que supo detectar las corrientes ideológicas que marcaron su tiempo –el libro detalla la admiración que profesaba por Mussolini, a quien llegó a pedir consejo para redactar la Constitución fascista que quiso aprobar en 1929- y las herramientas más eficaces para manipular a las masas.

«Primo de Rivera usó las notas oficiales como hoy usan Twitter algunos líderes populistas. Todos los periódicos estaban obligados a publicarlas por ley"

— Alejandro Quiroga, historiador

Hace cien años no había redes sociales, pero la capacidad de propagación de un comunicado publicado en la prensa era parecida. "Primo de Rivera usó las notas oficiales como hoy usan Twitter algunos líderes populistas. Solía redactarlas de noche y todos los periódicos estaban obligados por ley a publicarlas. Algunas eran tan burdas que sus propios asesores se las censuraban", cuenta Quiroga acerca de uno de los recursos que el dictador utilizó con mayor fruición y sobre la "compleja relación" que mantuvo con la verdad mientras ostentó el poder. "No le importaba inventar historias para ensalzar su figura y su gestión. De hecho, a sus propagandistas les decía: si hay que mentir se miente, que para eso está la fuente inagotable de la imaginación", explica el historiador.

En una España en crisis por la guerra de Marruecos y las tensiones sociales que soportaba, Primo de Rivera se ofreció a arreglar todos los problemas con la brocha gorda de los populistas. "Su receta fue estimular el espíritu patriótico entre los españoles pensando que así los alejaría del anarquismo, el separatismo y los movimientos obreros, que eran para él los culpables de todos los males de España", aclara el historiador.

Adoctrinamiento españolista

Para cumplir ese objetivo, el dictador puso en marcha un programa de "adoctrinamiento españolista" que penetró en todos los ámbitos de la sociedad, desde los ayuntamientos a las escuelas y de los cuarteles a las fiestas populares. "Desfiles militares, juras de bandera, actos de exaltación patriótica… Se trataba de estimular el espíritu nacionalista de la población", detalla Quiroga, que actualmente es investigador en la Universidad Complutense de Madrid y profesor en la de Newcastle, y lleva más de 20 años investigando al dictador.

Era simpático y de trato afable, pero no dudó en ordenar asesinatos de anarquistas y arrasar con gas mostaza poblaciones enteras de Marruecos. Persiguió la homosexualidad, el juego, los cabarets y prohibió los piropos, pero era un ludópata y un mujeriego dado al alcohol

— Alejandro Quiroga, historiador

En esa estrategia no podía faltar el culto a su persona. "Se presentó como el salvador de la patria que se preocupaba por los problemas reales de la gente. A menudo celebraba encuentros con ciudadanos para ofrecerles ayudas económicas, como actos de caridad, y luego los publicitaba en la prensa. Antes de él, ningún mandatario había actuado así en España", destaca el historiador.

La imagen paternalista con la que ha pasado a la historia forma parte de las paradojas que le acompañan. "Era un tipo simpático de trato afable, pero no dudó en ordenar asesinatos de anarquistas y arrasar con gas mostaza poblaciones enteras de Marruecos. Persiguió la homosexualidad, el juego, los cabarets e incluso llegó a prohibir los piropos, pero él era un ludópata reconocido y un mujeriego dado al alcohol que igual cerraba prostíbulos que los abría para su uso personal”, señala Quiroga.

Golpe de estado

Nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1870 y curtido en las guerras de Cuba, Filipinas y Marruecos, el 13 de septiembre de 1923 sacó las tropas a las calles de Barcelona, donde ejercía de capitán general de Catalunya, para poner en marcha un golpe de estado que contó con el visto bueno inicial del rey Alfonso XIII y de numerosos grupos políticos, entre ellos los regionalistas catalanes de la Lliga a los que no tardaría en traicionar para meterlos en el saco de los “enemigos de España”

Llegó prometiendo un mandato breve, pero no abandonó el poder hasta que el monarca le retiró su apoyo en enero de 1930, seis semanas antes de que falleciera en París. Salvadas las distancias, Alejandro Quiroga encuentra en Primo de Rivera gestos de Salvini "por su afición a los baños de masas", Trump "por su manejo de la comunicación" y Orban "por sus recortes de libertades". "Lo que no hay duda es que hoy se sentiría identificado con ellos y disfrutaría de las herramientas que ese tipo de políticos tienen para ejercer el populismo", concluye el historiador. 

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