El bloqueo en la Cámara catalana

La "realidad paralela" de Laura Borràs: 'presidenta' simbólica fuera del Parlament y en un limbo dentro

La dirigente de Junts mantiene vivo el cargo fuera de la institución pero ya no usa el despacho presidencial, los Mossos no se cuadran ante ella ni suena el timbre cuando llega

Laura Borràs, a las puertas del Parlament cuando fue suspendida como presidenta el pasado 28 de julio

Laura Borràs, a las puertas del Parlament cuando fue suspendida como presidenta el pasado 28 de julio / EUROPA PRESS

Sara González

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Los Mossos ya no le hacen el saludo de honor. Tampoco suena el timbre que alerta al personal de la institución de su llegada, que es igual que la de cualquier otro diputado. Laura Borràs no está cesada como presidenta del Parlament, pero sí suspendida, una situación que hace que esté en una especie de limbo y que sume a la cámara catalana en una situación insólita. Conserva el cargo a título nominal, pero no las funciones y, por lo tanto, tampoco las prerrogativas. La paradoja sirve a la líder de Junts para esbozar una realidad paralela: alimenta de puertas afuera que continúa en el mando como segunda autoridad de Catalunya, pero en realidad de puertas adentro ni tan siquiera utiliza el despacho o la sala de audiencias presidencial.

"Realidad paralela" es, precisamente, la expresión a la que se acogió Borràs para explicar el pasado 14 de febrero por qué defendió durante días que el diputado de la CUP Pau Juvillà mantenía su escaño mientras que los funcionarios, sin que ella lo hubiera ordenado, ya lo habían inhabilitado por la vía de los hechos. Desde que el PSC, ERC y la CUP aprobaron su suspensión como presidenta el pasado 28 de julio por la apertura del juicio oral del caso de fraccionamiento de contratos la dirigente ha acudido al Parlament en contadas ocasiones. Ilustrativa fue la del pasado fin de semana, durante las jornadas de apertura del Parlament por la Diada y de celebración del 90 aniversario de la institución. Saludó a los visitantes y durante los festejos se colocó en la puerta -donde no hay protocolos- cerca de Alba Vergés, vicepresidenta con funciones de presidenta.

Algo similar hizo el pasado 8 de septiembre, cuando se entregaron las medallas de honor del Parlament. Se sentó en primera fila, pero a un lado, a cierta distancia de los prominentes reservados para los miembros de la Mesa. Tres días después, en el acto de Òmnium por la Diada, se encontró sentada junto a Oriol Junqueras, en la hilera de los presidentes de partido, y no en la que estaba Vergés en representación de la mesa. Y una situación similar se vivió durante el homenaje a las víctimas del atentado del 17-A, cuando fue la vicepresidenta segunda, la socialista Asumpta Escarp, la que representó a la institución mientras Borràs acabó dejándose querer por un grupo de adeptos que boicotearon el minuto de silencio. Cuando tiene ocasión en las calles, se rodea del reconocimiento de su público fiel.

Alba Vergés (ERC) asume con incomodidad las funciones mientras la dirigente de Junts se hace un hueco en actos de la cámara pero al margen de los miembros de la Mesa

En el terreno de lo simbólico también está el uso de las redes sociales. El Parlament solo tiene una cuenta oficial en Twitter, que es el que tiene @parlamentcat como nombre de usuario. Pero desde el principio de la legislatura ella se creó una cuenta, además de la personal, ajena a la institución que en la definición especifica que es el "perfil oficial" de la presidenta y que ahora sigue usando. Ningún presidente del Parlament ha tenido una cuenta 'ad hoc' por el cargo ni un doble perfil en las redes. Ernest Benach fue el primero en aterrizar en Twitter, Núria de Gispert se creó su cuenta cuando la cámara se había disuelto por las elecciones del 27-S del 2015 y tanto Carme Forcadell como Roger Torrent utilizaron la que ya tenían antes de ser elegidos.

Además de las ocasiones ya descritas, Borràs acudió esta semana al Parlament para apoyar al diputado Francesc de Dalmases en la comparecencia por la polémica del FAQS y para reunirse con la ANC, pero ha utilizado los despachos del grupo de Junts. De hecho, si pidiera hacer uso del presidencial o el de audiencias se generaría un conflicto con los funcionarios, porque son los que tendrían que abrirlos. Eso, por ahora, no ha sucedido, por lo que el engranaje de la cámara no se ha visto alterado. Es Vergés quien, con incomodidad no disimulada, firma las nóminas del personal o las convocatorias de plenos y de las reuniones de la junta de portavoces. La republicana ha pedido que tampoco suene el timbre cuando ella entra en el Parlament.

Dentro de la institución Borrás ha evitado el choque y tensar la cuerda. Ella está suspendida, pero no lo están sus seis asesores, cargos de confianza que acuden a su sitio de trabajo sin que quede claro para quién trabajan en estos momentos. Es Vergés, que prioriza negociar con Junts recolocarlos al servicio de la mesa mientras dure la interinidad, quien tiene la potestad de cesarlos o mantenerlos. En estos momentos, no hay relevo de la presidencia a la vista. El bloqueo entre ERC y Junts, que mantiene que no habrá sustitución, es total y la realidad que se abre paso -esta sí, nada paralela- es que la provisionalidad se alargue y que el saludo de honor quede reservado para la vicepresidenta primera, la republicana Vergés.

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