JUEGO DE TRONOS

Las tres conspiraciones en marcha con la munición de Villarejo

Villarejo.

Villarejo.

Albert Sáez

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En el supermercado del periodismo de dosier vuelve a haber una partida de audios del excomisario Villarejo. Se publican algunas grabaciones que resarcen a quienes fueron sus víctimas. Imaginamos que la razón es que el hombre ahora se dedica a extorsionar a sus antiguos clientes para intentar minimizar daños en los diversos procesos judiciales en los que está inmerso. En cualquier estado normal, Villarejo sería en estos momentos o un exiliado de lujo a cuenta de los fondos reservados o un paria. Pero aquí es el epicentro de esa vida política que solo está en los medios y de esa vida mediática que solo está en la política. Esas miles de horas de grabaciones que son, en realidad, un gran delito que ampara cientos de delitos, se utilizaron, se utilizan y, desgraciadamente, se utilizarán como arma arrojadiza de la derecha contra la izquierda, de la policía patriótica contra el independentismo unilateralista, ahora de los Pujol contra todos sus enemigos y, aún más recientemente, entre tribus periodísticas. Ante tanto despropósito, lo lógico sería dividir a la clase política entre los que han citado en algún mitin alguna de la mierda que ha soltado el excomisario y en la clase periodística distinguir entre los que publicaron sus cositas como si fueran investigaciones y los que se quedaron con cara de tontos vendiendo menos ejemplares o consiguiendo menos clics. El drama es que en el lado bueno de la historia quedarían muy pocos políticos y muy pocos medios. Así que lecciones las justas por mucho que ahora con la munición de Villarejo quieran limpiar los daños del pasado.

Tres frentes abiertos

En el momento actual, con las grabaciones de Villarejo hay tres operaciones en marcha. La primera intenta que María Dolores de Cospedal, exsecretaria general del PP y exministra de Defensa, vuelva a ser imputada en el caso Kitchen en el que se juzga a la cúpula del Ministerio del Interior con el PP. Esta operación se ha acelerado desde que Feijóo sube en las encuestas. La segunda operación trata de resarcir la imagen de Jordi Pujol y de su familia tras las actuaciones judiciales puestas en marcha en Andorra que tratan de procesar a esos mismos dirigentes del PP y al mismísimo Rajoy. Y la tercera forma parte del intento de Pablo Iglesias de sondear la posibilidad de volver a la primera línea política, curiosamente como en el caso de Xavier Trias, presentándose como víctima de una conspiración de la derecha mediática que le acosó hasta sacarlo del gobierno. ¿Qué importancia tiene en los tres casos que el dedo que señala los hechos sea el de Villarejo? Los cínicos consideran que ninguna. Pero, como dijo Kapuscinski, este no es un oficio para cínicos y en periodismo la textura del dedo es tan importante como la luna que señala. Lo que no puede ser es que los que consideraron que la información del excomisario justificaba dimisiones y confesiones, ahora lo desacrediten. Y al revés.

¿Un mal necesario? 

¿Es Villarejo un mal necesario como piensa la mayor parte de la clase política o es el último estertor de las cloacas del franquismo que ha sobrevivido en democracia como esgrimen algunos independentistas y parte de los dirigentes de Podemos? Villarejo es la versión franquista de un mal necesario. De hecho, muchos de los que abominan de él, quisieran controlar el Estado para tenerlo a su servicio. Pero en los países civilizados cuando un personaje de esta calaña es descubierto se le entierra de una manera o de otra. Nunca se le utiliza para derribar al adversario ni se le deja tirado para que ponga en marcha el ventilador. Pero aquí no. Se llegó a dejar en sus manos la respuesta del Estado al independentismo e hizo lo único que sabe hacer e incluso se le dejó a cargo de tapar los escándalos del emérito. Y lo más irreverente no es su papel como policía sino sus interacciones con los jueces que, de forma indirecta, han estado a punto de acabar con las euroórdenes de Llarena. 

Sistema mejorable

El sistema surgido de la transición no es un simple remozado del estado franquista. Eso es una barbaridad. Ello no significa que no sea mejorable. La justicia, la policía, los servicios secretos y otras instancias administrativas no han cambiado tanto como lo ha hecho el ejército o la escuela. Villarejo existiría en las más viejas democracias y en hipotéticos nuevos estados. Pero no tendría el papel que sigue teniendo en las tribunas políticas y en las trincheras mediáticas porque su dedo es tan corrupto como la luna que señala, para bien o para mal.

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