Enfrentamiento diplomático

España y Argelia apartan de su crisis los asuntos de seguridad

Se mantiene la comunicación entre los ministros de Interior y jefes policiales

En Palma se ultima un centro de extranjeros por si aumentan las pateras argelinas

Fernando Grande-Marlaska y su homólogo argelino,Salahedine Dahmoune, juntos en Argel en 2019

Fernando Grande-Marlaska y su homólogo argelino,Salahedine Dahmoune, juntos en Argel en 2019

Juan José Fernández

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En los escalones políticos del Ministerio del Interior tienen hecho el cálculo de que en algún momento, en plena campaña andaluza, lleguen a una playa de Almería una, dos o más pateras argelinas que animen no poco el debate electoral.

Pero ese temor, dicen en ese entorno, es anterior a la escalada de este miércoles en la tensión de Argel con Madrid a cuenta del cambio de posición de España con respecto a su antigua última colonia: el Sáhara Occidental.

El de la seguridad no parece a las fuentes consultadas que vaya a ser terreno de fricción entre Argelia y España como ya lo son el diplomático y el comercial, o puede serlo el energético. Los ministerios del Interior de ambos países mantienen de momento aislada en una cápsula la colaboración antiterrorista y en materia de inmigración, “por la cuenta que nos trae a los dos estados”, comenta una fuente próxima al ministro Fernando Grande-Marlaska.

El titular español de Interior mantiene el contacto con su homólogo argelino, Kamel Beldjoud, y ha habido conversaciones entre ambos ministerios en varias ocasiones desde que se anudó la crisis, confirman fuentes gubernamentales, que califican la frecuencia de los contactos de “alta”. En esas conversaciones no se ha eludido comentar el ambiente creado con la crisis.

Por debajo del ámbito de los altos cargos, y más al margen de los vaivenes, los jefes policiales de información y los oficiales de enlace policial de ambas embajadas mantienen la relación de trabajo activa. “La cooperación policial se mantiene inmutable. Entre policías se crea una relación duradera, más sólida que el contacto gobierno -gobierno”, explican en Interior. La comunicación entre los dos ministros y entre los grupos policiales de trabajo es el último puente en pie, como ocurrió con Marruecos en la crisis de la avalancha sobre Ceuta en la primavera de 2021.

Lanchas de migrantes

Pese no quitar ojo a Almería estos días, fuentes policiales descartan que el creciente distanciamiento con Argelia vaya a traer sobre territorio español otra oleada migratoria como la de aquel mes de mayo. “Argelia no tiene un botón que abre un grifo –explican-. Su capacidad de desestabilizar con la inmigración es menor que la de Marruecos en el Estrecho”.

Pese al estropicio en las relaciones diplomáticas con Argel, el flujo de inmigrantes desde sus costas se ha reducido, según las cuentas que el ministro Grande-Marlaska expuso este jueves, entre un 30 y un 35%. En lo que va de 2022, han llegado por la ruta argelina 2.824 personas y 274 embarcaciones. El año pasado fueron 4.379 seres humanos y 274 lanchas.

No obstante, las fuentes consultadas no descartan alguna notable llegada de lanchas de migrantes por la ruta argelina este verano, y señalan a Baleares como destino. “Vendrán a Ibiza, pero no será un Arguineguín”, apuestan.

Para que no se repitan las escenas dramáticas de aquel puerto canario, por si acaso, en el antiguo cuartel de Son Tous, en Palma de Mallorca, avanza la instalación de carpas para un CATE (Centro de Atención Temporal de Extranjeros) que en agosto estaría preparado para albergar a 150 personas sin papeles que llegaran desbordando las comisarías de la ciudad. 

El grifo de Argel

“Nadie tiene en solitario un grifo de inmigración”, opina un alto ejecutivo de la Seguridad del Estado, porque la inmigración no es un caudal fácilmente modulable, que no manejan tanto los estados como las mafias, e influido por otros muchos factores.

Ahora, con la relación hispano-marroquí reabierta, siguen llegando pateras a Canarias. “Es porque Marruecos controla bien el Estrecho de Gibraltar, pero no controla bien la fachada atlántica”, añade esta fuente. En esa costa, los operadores del negocio del tráfico de personas disponen de puntos seguros en Senegal y Guinea Konakri para emitir su mercancía humana por la vía más peligrosa de todas las africanas: la travesía a Canarias.

La inmigración que cruza el mar por la vía argelina es distinta. Es verdad que zarpa de una costa poblada y policialmente controlada, igual que en el norte de Marruecos, pero es diferente en la cuantía, en el grado de desesperación y en la composición del pasaje de las lanchas. Y por dos razones: la argelina es la ruta más cara y más dura del Mediterráneo –mucho más costosa que cruzar entre Senegal y Canarias-, por lo que sus migrantes tienen más dinero, “y consideran el cruce a Europa como una inversión para llegar a Francia, establecerse unos años, aprender, ahorrar y volver a Argelia”.

Además, el pasaje de esas lanchas –más pequeñas y más motorizadas que las marroquís- es más “uniforme”, dice con un eufemismo tratando de no pronunciar la palabra “raza”: el porqué de que no lleguen subsaharianos por esta vía, solo argelinos en las embarcaciones, se pierde Sáhara abajo. “No sabemos qué pasará en Tamanrasset”, suelta este experto, dejando abierta la ventana de las posibilidades. Esa ciudad sahariana es el punto de confluencia, y de abrupto parón, de los migrantes que suben desde Nigeria y Níger.

Enemigo común

Pero puede que el control de la migración no sea un pegamento tan fuerte para España y Argelia como el de la pelea contra el común enemigo terrorista. Del potencial que tiene Argelia como base para lanzar a Europa yihadistas tomó buena nota la Comisaría General de Información de la Policía Nacional en octubre de 2021, cuando ya contaba tres intentos recientes de introducir terroristas por la ruta argelina de las pateras.

Detención en Almería de uno de los tres yihadistas llegados desde Argelia y escondidos en la ciudad, el 21 de abril de 2020.

Detención en Almería de uno de los tres yihadistas llegados desde Argelia y escondidos en la ciudad, el 21 de abril de 2020. / CNP

Abdel-Majid Abdel Bari, terrorista angloegipcio con experiencia de combate y de mando en Siria y con subordinados a su cargo, pasó parte del confinamiento de la pandemia de 2020 escondido en un piso de Almería. Lo había alquilado dinero en mano, después de desembarcar cerca de la ciudad de una lancha que había partido de la orilla argelina del Mediterráneo. La Policía lo localizó gracias a un fallo en la discreción de las salidas a la calle de sus hombres de confianza.

En enero y en marzo de 2021 la Policía nuevamente detectó, primero, un grupo itinerante de yihadistas, y en la primavera, a su jefe, o jeque,. Todos habían llegado también desde Argelia.

El yihadismo asentado en el país más grande del Magreb tiene una tonalidad diferente del que trata de controlar Marruecos. En Argelia es mayoritaria la rama Jund Al Khilagah, escisión de Al Qaeda del Magreb Islámico que emergió en las pesquisas de la policía argelina en 2014, integrada por jefes militares del Estado Islámico curtidos en Irak.

La reciente detención en una operación conjunta de los Mossos d’Esquadra y de la Policía Nacional en Tarragona de un proselitista violento es una de las razones para mantener a este país en la alerta cuatro antiterrorista. Una situación de alarma igual impera en Argelia, país trágicamente azotado por el terrorismo islamista en el pasado.

Beldjoud, el ministro de Interior argelino, adscrito a una de las tres facciones militares más influyentes entre las que se reparten el poder en la Argelia postBouteflika, ha tratado en varias ocasiones con su homólogo español el peligro terrorista. La última, el 11 de noviembre de 2021 en Madrid. Antes, en mayo de ese año en Lisboa, en una cumbre UE – África sobre asuntos de Interior. Y antes su antecesor,  Salah Eddine Dahmoune, en agosto de 2020 y en noviembre de 2019, en Argel durante visitas del ministro español.

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