Partidos de izquierda

Cómo el plantón a Pablo Iglesias llevó a Mónica García a conquistar el electorado femenino en Madrid

"Las mujeres estamos hartas de hacer el trabajo sucio para que, en los momentos históricos, nos pidan que nos apartemos", dijo en un vídeo

Mónica García, portavoz de Más Madrid, durante la presentación de su libro, Política sin anestesia.

Mónica García, portavoz de Más Madrid, durante la presentación de su libro, Política sin anestesia. / M. G.

Ana Cabanillas

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El intento de Pablo Iglesias en 2019 por conseguir la unidad de la izquierda en las elecciones madrileñas, no hizo más que ratificar la ruptura y trajo consigo efectos inesperados. El entonces líder de Podemos había dejado el Gobierno para bajar a la arena autonómica a enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso y lanzó un órdago a Más Madrid para que se integrara en sus listas. Mónica García, la candidata de la formación, fue la encargada en decirle abiertamente que no. Claramente y sin complejos. "Las mujeres estamos hartas de hacer el trabajo sucio para que, en los momentos históricos, nos pidan que nos apartemos", dijo en un vídeo.

Un año después, la protagonista de aquel vídeo es la líder de la oposición en la Comunidad de Madrid y disecciona las luces y las sombras de aquel episodio -y de muchos otros- en el libro Política sin anestesia (Plaza & Janés). Entre las curiosidades de sus páginas, se muestra arrepentida por un detalle de aquella grabación de dos minutos y 18 segundos en los que dio calabazas a un Iglesias que acababa de dejar la Vicepresidencia del Gobierno. El error consistió, admite, en "decir que las mujeres hacíamos el trabajo sucioQuería decir duro, no sucio". Sin embargo, la contundencia de sus palabras surtieron un efecto imprevisto. "El vídeo marcó un antes y un después".

La respuesta vino del público femenino. "Muchas mujeres, más allá de su ideología, se vieron reconocidas en la demanda de una política y una sociedad menos testosterónica que deje de tutelarnos como sujetos pasivos que simplemente pasábamos por allí a la espera de que un hombre coja las riendas", cuenta García, que relata la enorme respuesta de quienes se habían visto reflejadas en su posición.

"Mujeres de todas las profesiones y de todos los ámbitos me escribieron para decirme que asumían como propio el hartazgo de hacer el trabajo duro para que, en los momentos trascendentales, vinieran a decirte que muy bien, chata, pero que para lo importante ya estaban ellos", continúa la líder de Más Madrid, que saca una conclusión de todo aquello. "Estaba claro que habíamos tocado una tecla que iba más allá del ámbito de la política y que tascendía la propia motivación del vídeo".

En Más Madrid tienen claro que este episodio logró cautivar al electorado femenino. Iglesias, sin ser consciente, había movilizado a parte de los votantes de Más Madrid y, al mismo tiempo, había quitado complejos al partido madrileño para concurrir en solitario. La convocatoria repentina de elecciones en la Comunidad de Madrid había despertado cierta preocupación en la izquierda ante las dudas de si Unidas Podemos podría superar la barrera del 5% para lograr representación en la Asamblea regional. "Estábamos preocupados por si se volvía a repetir el escenario de 2015, cuando IU se quedó a las puertas y estuvimos a un escaño de arrebatarle el gobierno al PP tras veinte años de mandato".

Sin embargo, el salto de Iglesias a Madrid resolvía esta cuestión y les ratificaba en su idea de ir por libre. "Con la candidatura de Iglesias ese problema estaba solventado (...). Sólo nos quedaba sortear el fetichismo de la unidad de la izquierda y explicar que nuestro proyecto era solvente, que merecía su propio espacio y que no necesitaba la tutela de nadie". "Al día siguiente salimos con un vídeo en el que, entre solemne y sonriente, respondía que no a Pablo Iglesias". El resto es conocido, y ya forma parte de la Historia reciente de España.

Un médico en chandal

En Política sin anestesia, García desentraña las distintas facetas de su vida; la personal, la política y la sanitaria, donde da cuenta de su profesión desde sus años de estudiante, donde compaginaba las largas horas de biblioteca con el atletismo, de ahí que el chándal se convirtiera en su uniforme extraoficial para la universidad. "Creo que me he pasado el 80% de mi vida en esta prenda", llega a afirmar García.

De la medicina llegó a la política a través de Marea Blanca, un movimiento que vio alumbrar en 2012, el año en que el Gobierno de Esperanza Aguirre incluyó un 26 de diciembre en sus presupuestos la privatización de seis hospitales públicos y 27 centros sanitarios. En 2013 varios jueces paralizaron estas privatizaciones, y el aval del Tribunal Superior de Justicia de Madrid provocó la dimisión del entonces consejero de Sanidad, Javier Fernández Lasquetty, que desde hace un año es también compañero de García en la Asamblea de Madrid.

El saltó a la política llegó en 2015, cuando el entonces candidato de Podemos en la Comunidad de Madrid, José Manuel López, con quien había coincidido en los movimientos sociales, le pidió entrar en las listas. "Después de algo de insistencia, de darle muchas vueltas y también de cotejar mis capacidades con mi Síndrome de la Impostora, ese que sufrimos tantas mujeres, acabé aceptando". Pidió ir "en un puesto de la lista que no implicara salir elegida necesariamente". Fue el número 26. Podemos sacó 27 escaños. "Así son los designios inescrutables del pueblo soberano".

Mónica García conseguía de "carambola" un escaño en la Asamblea de Madrid. Seguía así el camino de su padre, Sergio García Reyes, psiquiatra de profesión que en 1983 fue diputado en la misma cámara por el PCE. No era el primer hito familiar: su abuela Amparo Reyes, había sido la primera mujer directora de la RESAD -Real Escuela Superior de Arte Dramático-, y su abuelo, Eusebio García Luengo, era escritor y frecuentaba el Café Gijón con reconocidos personajes como Gerardo Diego, Buero Vallejo o Francisco Umbral.

La diputada siguió ejerciendo su profesión sanitaria una vez que dio el paso a la política. Los primeros años a tiempo completo, y en 2019, una vez que legó de Iñigo Errejón la portavocía de Más Madrid, a media jornada. Una actividad que aparcará durante unos meses para dedicarse enteramente a la construcción de una alternativa en la Comunidad de Madrid.

Política y medicina, caminos paralelos

Mónica García no regatea sentido del humor en el libro, con la excepción de aquellas donde recoge su experiencia como médico en momentos especialmente difíciles, como los atentados del 11M, cuando recibía en urgencias a las víctimas que reflejaban el horror de la masacre, o en la pandemia de Covid-19, donde recorre la tragedia a través de historias de pacientes, como el que quedó en llamar después a su hija y nunca más despertó.

La dirigente es capaz de establecer las coordenadas comunes que guardan la medicina y la política. En ambas existe una distancia con la realidad que hay que atender, una "barrera emocional" que debe ser suficiente para mantener la concentración, pero no demasiada para no perder pie. "Los profesionales que actúan (o actuamos) en primera línea de una catástrofe -médicos, psicólogos, bomberos, policías- sitúan su barrera emocional muy cerca de la persona a la que miran a la cara, pero a una distancia prudencial que los permita trabajar sin derrumbarse. (…) En la política, mi impresión es que la barrera emocional se coloca lejos, o más lejos posible, para no tener que afrontar las conecuencias de las decisiones que se toman o se dejan de tomar. Más que una barrera, yo diría que es un muro".

Además de algunos puntos comunes, también establece claras diferencias. "En la medicina, uno actúa de manera eficiente y directa sobre un cuerpo, y los resultados, por lo general, son palpables en el corto plazo; en la política, en cambio, se opera sobre el cuerpo social de manera mucho más difusa, y los resultados son también más distantes y borrosos". Una circunstancia ejemplificada en casos de malas políticas. Una crítica tenaz que, aderezada con sentido del humor y a través de experiencias personales, atraviesa el libro por completo.

"El aleteo de la mariposa en política tiene muchas veces consecuencias lejanas que hacen más difícil encontrar relación entre causas y efectos: se deja de financiar la sanidad pública hoy y años después alguien acaba afectado en su enfermedad (...). Un efecto de esto sería la corrupción. Una institución se corrompe y su efecto se difumina entre inversiones que nunca se realizaron, proyectos que no se financiaron, servicios públicos que se deterioraron y costes de oportunidad que se desperdiciaron. Eso permite cierta impunidad moral y no poca indulgencia. En la medicina, en cambio, no te puedes permitir ese 'lujo' porque los efectos son inmediatos".