Partido Popular

Galicia única, ¿España única?

Feijóo, que este miércoles solemnizará su decisión de presentarse a la presidencia del PP, debe afrontar qué modelo territorial defiende y si descentralizará el poder en el partido

Alberto Núñez Feijóo.

Alberto Núñez Feijóo. / FdV

Irene Bascoy

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Cayetana Álvarez de Toledo, exportavoz del PP en el Congreso, pidió este martes “dejar claro que el PP no va a derivar hacia una coalición de partidos regionales, entre la caciquil CEDA o la Confederación Socialista, en la que cada territorio tenga un discurso propio”. En la Junta Directiva del PP, que aprobó la convocatoria del congreso que encumbrará a Alberto Núñez Feijóo como líder del primer partido de la oposición en España, Álvarez de Toledo, que siempre ha sido crítica con el discurso del político gallego, exigió una ponencia política en el congreso del 2 y 3 de abril en Sevilla. Justificó su demanda así: “Necesitamos una profunda meditación ideológica y estratégica. No aceptemos que Sánchez, presidente gracias a los hijos de Putin, nos llame moderados”.

La demanda de Cayetana Álvarez de Toledo choca, sin embargo, con los anhelos de los barones autonómicos que han aupado a Feijóo y que le piden gozar de autonomía en sus territorios para diseñar políticas y estrategias. Quizás por ello tomó ayer la palabra la exportavoz parlamentaria porque se empieza a dar por hecho que Feijóo, con “su sensibilidad autonomista” , con su talante “galleguista”, les va a dejar hacer. Él sabe bien, tras gobernar Galicia durante trece años, que un político para ganarse a los electores tiene que identificarse con ellos y sus intereses, y estos no son los mismos en Cataluña, que en Madrid o en Andalucía. Hay que atender las particularidades territoriales.

Puede que Feijóo deje de hacer, pues asumirá el poder gracias al acuerdo de los barones autonómicos que decidieron con él que la era Casado había terminado y había que impulsar la de Feijóo, aunque para ello fuese necesario un golpe palaciego. Puede ser la contrapartida, ya que en cierto modo les deberá el cargo.

Pero el todavía presidente de la Xunta no ha hablado y lo cierto es que la autonomía que reivindicaba ante Génova no es la que él ha practicado desde que en enero de 2006 tomó las riendas del PP gallego para devolverlo a la Xunta en los comicios de 2009.

Cuando los alcaldes competían por vuelos para sus aeropuertos dando subvenciones a las compañías de bajo coste; cuando el sur de Galicia, con Vigo al frente, se opuso a la fusión de las caja gallegas, impuesta por su Gobierno; cuando las universidades se disputaban la Facultad de Medicina y otras titulaciones... Feijóo denostaba “los localismos” y prometía “una Galicia única”.

En 2009, en el primer año de su primera legislatura, acuñó el concepto “Galicia única, Galicia global” y lo repetía hasta la saciedad. Interpretaba que tras el localismo había “intereses malintencionados” que había que superar, y él desde una visión “integradora” de Galicia se erigía en garante de que las decisiones de su Ejecutivo eran las mejores para la comunidad, aunque fuesen negativas para una parte de esta autonomía. Todo en nombre de un interés superior: Galicia.

Hiperliderazgo

En todos estos años, el titular de la Xunta construyó un hiperliderazgo, rodeándose de conselleiros, donde abundan los gestores, los técnicos y faltan los animales políticos. Incluso designaba él a los candidatos a las alcaldías, moviendo conselleiros que enviaba a una oposición segura (Elena Muñoz en Vigo, Agustín Hernández en Santiago, Beatriz Mato en A Coruña...). No eran las agrupaciones locales ni los militantes los que hablaban y buscaban cabeza de cartel. Feijóo disponía y el partido asentía. Una visión totalmente centralizadora.

A diferencia de Manuel Fraga, su antecesor, Feijóo no ha compartido el poder, lo ha acumulado en torno a su persona. Con él, no hay barones provinciales, que le lleven la contraria, deshagan las candidaturas electorales elaboradas en Santiago o marquen diferencias con el discurso oficial. Con la excepción de José Manuel Baltar, en Ourense, una figura venida a menos tras tener que pactar con Jácome la alcaldía.

¿Qué hará ahora Feijóo que se va a Madrid? ¿Apostará por una España única o por una España plural y diversa? ¿Compartirá el poder con los barones que le han puesto la alfombra o copará toda decisión?

Relación con Vox

 esbozará un proyecto moderado y de centro, 

Feijóo cimentó en Galicia sus cuatro mayorías absolutas, aglutinando el voto de derechas, dejando fuera a Vox y a Ciudadanos, pero también captando voto de centro y de los progresistas más moderados. Hasta ahora, el presidente de la Xunta se ha mostrado contrario a acuerdos con el partido de Santiago Abascal, y en respuesta su excompañero de partido lo presenta como “un nacionalista que obliga a hablar gallego a los españoles”. Una barbaridad.

Es fácil rechazar a la extrema derecha cuando no la necesitas, como le ha pasado en Galicia, pero ¿qué dejará hacer a sus barones autonómicos si dependen de los votos de Vox para tocar poder? ¿Permitirá que cada territorio haga de su capa un sayo, sin fijar una estrategia nacional? ¿Pasará por el aro Abascal, o en las elecciones municipales y autonómicas del año que viene querrá negociar el paquete completo si de sus votos depende el Gobierno de un buen puñado de ayuntamientos y comunidades?

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