El laberinto catalán

¿Un punto de encuentro? Contracrónica de la conferencia de Aragonès

Aragonès trenzó una invitación política en un escenario sobrio en un contexto de frialdad entre independentistas

Borràs abandonó rápidamente la conferencia, a la que no acudió la CUP, y Junts escenificó un corrillo al margen de ERC

La presidenta del Parlament Laura Borrás (i) y el primer secretario del PSC Salvador Illa (d) se saludan tras el discurso del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès

La presidenta del Parlament Laura Borrás (i) y el primer secretario del PSC Salvador Illa (d) se saludan tras el discurso del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès / ALEJANDRO GARCÍA/EFE

Fidel Masreal

Fidel Masreal

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Un punto de encuentro. Este es uno de los lemas del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), en el que pronunció el 'president' su conferencia. Pero tras 45 minutos en los que Pere Aragonès insistió por activa, pasiva y perifrástica en proponer consensos, lo primero que sucedió en la solemne sala oval del museo fue que los unos, ERC, y los otros, Junts, se dedicaron sin rubor a reunir sus respectivos corrillos. Los unos con los unos, los otros con los otros. Y los terceros, la CUP, ni acudieron.

Antes de la conferencia, un pasillo separó físicamente lo que políticamente cada vez está más desunido: a un lado, la presidenta del Parlament, una Laura Borràs enfundada en un vestido granate bajo un abrigo rojo -que un joven responsable de protocolo se llevó consigo para que ella pudiera escuchar cómodamente la intervención-; al otro, los miembros del Govern. El titular de Interior, Joan Ignasi Elena (cuyo Departamento ha desautorizado una manifestación a la que, pese a ello, Borràs acudió) no pudo saludarla. O mejor dicho: no la saludó. "Es que había un gentío", ironizaban en el entorno del 'conseller'.

La puesta en escena tuvo un tono frío, como la luz blanca cenital. Eso sí, el equipo de Aragonès trató de personalizarla al máximo, proyectando palabras escritas de puño y letra por el 'president' bajo un fondo blanco que en ocasiones se tornaba rojo al empezar a denunciar que el Gobierno bloquea la mesa de diálogo, o amarillo cuando propuso activar "todos los mecanismos" (¿un homenaje al "Mecanismes" de Antònia Font?).

Durante la intervención presidencial, entre el público se consultó bastante el móvil e incluso la tablet, y se mantuvo el silencio sin aplausos. Las encargadas de prensa trataban de evitar que los fotógrafos se acercasen demasiado al escenario, mientras Sergi Sabrià, mano derecha del 'president', se sentaba con las piernas abiertas en un banco en el extremo opuesto al escenario sin dejar el móvil ni un instante. El discurso ya se lo sabía.

Un discurso en el que Aragonès formuló una invitación moderna (la de la "Catalunya entera") con un lenguaje que no lo era mucho, en el que abundaron palabras como "disruptivo", "transformador", "afrontar retos", "aprovechar activos", "país de oportunidades", "progreso y bienestar"...

Tras invitar a recoser la unidad de acción, Aragonès constató que a su alrededor se formaron los corrillos de ERC por un lado, y Junts por otro

Acabó Aragonès y Borràs tardó menos de un minuto en abandonar la sala. Horas después tenía una entrevista en la televisión pública catalana. Poco más tardó Albert Batet, portavoz parlamentario de Junts, en irse. Aragonès acababa de invitar a "recoser la unidad de acción" sin "miradas de reojo" y en la misma sala dirigentes de Junts formaban un coto cerrado (con Jordi Sànchez, Jordi Puigneró, Josep Rius, Gemma Geis y David Saldoni). "Parece que hemos vuelto a la etapa de Artur Mas", ironizaba un miembro del Govern de Junts. Otros, en este mismo partido, no veían para nada mal la música que acababan de escuchar.

El MNAC, sí, fue un punto de encuentro de políticos y la llamada sociedad civil. Pero para convertir un encuentro en un diálogo y para -como propone el 'president'- recoser el independentismo con la "Catalunya entera", hará falta mucho más que una escenografía elegante.

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