JUEGO DE TRONOS

Lo que Catalunya necesita del PSC

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en el Consell Nacional del PSC.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, en el Consell Nacional del PSC. / ACN

Albert Sáez

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Durante el siglo XIX y primera mitad del XX, los partidos políticos nacían y morían en España a golpe de alzamientos, insurrecciones y guerras civiles. De manera que, salvo la excepción del PSOE, no hay perspectiva para analizar su evolución. Los partidos subsisten cuando demuestran la capacidad de representar los intereses y las convicciones de una parte de la sociedad, mayor o menor en cada momento. Si solo defienden intereses, acaban arrasados por la corrupción y si solo se guían por las convicciones, caen en manos del mesianismo o de la irrelevancia. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) -nótese que no se llama ni socialista de Catalunya ni de los socialistas en Catalunya- es un artefacto inspirado por el SPD alemán que reunió en una sola formación a una atomizada federación catalana del PSOE y a una serie de grupúsculos catalanistas socialdemócratas. Ese partido celebra el próximo fin de semana un congreso extraordinario, básicamente, para cambiar de líder.

Illa, de ministro del covid a candidato

Como a tantos de nosotros, a Salvador Illa la pandemia del covid le ha cambiado a la vida. Fue a Madrid para llevar un ministerio con poca carga y dedicarse a la política de largo recorrido y acabó siendo uno de los rostros más populares del país, con cientos de horas de ruedas de prensa a las espaldas y aguantando impertérrito como la oposición le llamaba asesino de ancianas y se querellaba contra su gestión de la pandemia. Eso permitió que de un gafa pasta por el que ningún spin doctor hubiera apostado surgiera un carisma basado en el liderazgo tranquilo, contundente pero empático, más racional que pasional que se demostró efectivo. Illa, algunos lo olvidan en el día a día, ganó las elecciones catalanas del pasado mes de febrero. Y en el PSC, a quien gana las elecciones nadie le discute casi nada. De manera que este congreso va a ser fundamentalmente el de la formalización de la marcha de Miquel Iceta de la primerísima línea, pero Iceta siempre vuelve, para que Illa haga un partido a su medida. Y hay expectación por saber cómo será. Illa es algo más joven, ha sido alcalde pero no de la estricta Barcelona metropolitana, tiene la confianza del secretario general del PSOE y le debe el cargo más a ese periplo por Madrid que a los que en su tiempo fueron los llamados capitanes del PSC. De manera que tiene las manos más libres porque ha ganado unas elecciones antes de ser primer secretario y no al revés. La ponderación que haga entre mujeres y hombres, nuevos y clásicos, área metropolitana versus resto de Catalunya en la ejecutiva será una declaración de sus intenciones en los próximos años .

La piedra en el zapato de C’s

Los congresos de los partidos son mucho más tranquilos cuando las expectativas electorales son buenas, especialmente las municipales. En este caso, una de las primeras cosas que hizo Illa tras las elecciones catalanas fue proyectar sus resultados municipio a municipio. Y el número de concejales y de posibles alcaldías se multiplica exponencialmente. Por dos motivos, la práctica desaparición de Ciudadanos y la fragmentación del voto en el bloque independentista. El fracaso de Ciudadanos como partido demuestra que si no se defienden los intereses junto a las convicciones, los ciudadanos pierden la confianza. Y el PSC ha salido reforzado ante el electorado como partido útil para ambas cosas. El reto es que no malbarate ese patrimonio como hizo en el cambio de siglo cuando seleccionó cuadros más por sumisión al aparato que por potencial electoral, al grito de que si el PSC ponía la marca, una escoba podía ser alcalde.

La catarsis española

Catalunya necesita que el PSC siga siendo un partido útil para defender los intereses y las convicciones de una parte sustancial de la sociedad, pero que no sea un partido solo metropolitano (como el PSOE no puede ser un partido solo andaluz), que siga defendiendo el crecimiento para repartir la riqueza pero que se comprometa en la emergencia climática, que ahogue al machismo y que sea cabalmente transformador. Illa está fuerte para alinear al partido en la dirección que quiera. Pero necesita también que ese PSOE que tanto le venera, apoye una catarsis en España que permita a una mayoría de catalanes imaginarse en plenitud sin pensar en la independencia. 

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