JUEGO DE TRONOS

El artículo del director: Las verdaderas dos Españas y la financiación

Imagen de la reunión entre los ocho presidentes autonómicos, con Feijóo en la cabecera.

Imagen de la reunión entre los ocho presidentes autonómicos, con Feijóo en la cabecera. / LAVANDEIRA JR. (EFE)

Albert Sáez

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El mito de las dos Españas, la roja y la azul, alimenta aún hoy las mayorías políticas. Pedro Sánchez ha sacado adelante su moción de censura, sus dos investiduras y sus presupuestos esta misma semana como punta de lanza de un frente contra el PP y/o Vox. Hablando muy poco de sus políticas concretas y aún menos de su gestión más que discutible en los últimos meses. Pablo Casado asiste “por casualidad” a una misa en memoria de Franco porque quiere ser el líder de la otra España, aunque sea a costa de tener socios indeseables en media Europa. Las dos Españas, monárquica y republicana, alimentaron la política de los años 30 del siglo pasado, la del franquismo y de alguna manera la de la transición, en este caso para dar por acabada la dicotomía. Esas dos Españas ideológicas tienen poco o nada que ver con la vida diaria de los ciudadanos y son una especie de superestructura mental de las elites y de la prensa que pretenden dirigir el país exclusivamente desde Madrid. 

El frente ferroviario del Mediterráneo

Hace apenas tres semanas acudieron a Madrid representantes empresariales del corredor mediterráneo para reivindicar la conexión ferroviaria entre Almería y la frontera con Francia. Son gente que vive en cuatro comunidades autónomas (Andalucía, Murcia, Comunitat Valenciana y Catalunya) entre las más ricas y las más pobladas de todo el Estado. Manufacturan todo tipo de productos y acogen las zonas con más turismo del país, si exceptuamos las islas. Pero padecen algunos déficits crónicos, especialmente en infraestructuras, puesto que la conexión entre ellas no casa con el mapa radial que tiene el kilómetro cero en la capital del Estado. Viven bien, pero arrastran déficits también en la financiación de servicios públicos, especialmente desde que sufren la presión migratoria alentada por el trabajo que generan, no siempre cualificado. Además son víctimas del diferencial territorial de precios que hace que dar la misma cuantía no tenga el mismo valor que en otros lindes. Fueron a Madrid a decir que “España pierde el tren” pero la España que empieza y acaba en Madrid les consideró simplemente una “reivindicación territorial más”. De nada sirvió que se implicaran personalmente algunos de los principales empresarios... de España. La respuesta fue un simple expediente administrativo que los funcionarios prepararon a la ministra de Transportes para decir que todo estaba en tiempo y forma y que el primer tramo del corredor estaría listo en... 2025.

La despoblación no es una fatalidad

Esta semana se han reunido en Santiago de Compostela representantes de ocho autonomías (Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla La Mancha, Castilla León, La Rioja, Aragón y Extremadura) para poner sobre la mesa que la futura reforma de la financiación autonómica no contemple solo criterios de población sino también criterios de dispersión. No cuesta lo mismo financiar la sanidad universal en una gran urbe de 300.000 habitantes que en una aldea gallega. Y ese grado de desproporción responde a decisiones políticas. Otro ejercicio de sentido común como el del corredor. Y otra interpretación capitalina sesgada que lo leyó como una advertencia de los barones a Sánchez frente a sus devaneos con los “nacionalistas” o como una traición de Feijóo a un Casado recién salido de la misa en sufragio del dictador.

El nacionalismo madrileño

El nacionalismo que practican las elites madrileñas (altos funcionarios, ejecutivos de multinacionales e intelectuales mediáticos) vive mejor con las dos Españas en rojo y azul que con las dos Españas del corredor y la despoblación. Pero el reto es cómo encajar esas dos realidades en un modelo de financiación autonómica que es en el fondo un modelo de redistribución de la riqueza. Hacer creer a unos y a otros que su problema es Catalunya o Euskadi solo hace que esconder la realidad de una capital construida más al estilo de las metrópolis latinoamericanas (aspirando todo el talento y la riqueza) que al europeo (generando redes de clusters entorno a ciudades potentes). Y los madrileños nada tienen que ver con ello. Quién sea capaz de pensar más en la creación de la riqueza (sea en Galicia o en Almería) que en la manera de repartirla se llevará el gato al agua. 

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