El laberinto catalán

ERC-Junts-CUP: una alianza (solo) independentista

Diputados de la CUP, ERC y Junts; en el Parlament.

Diputados de la CUP, ERC y Junts; en el Parlament. / Efe / Toni Albir

Xabi Barrena
Júlia Regué
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En julio del 2015, CDC y ERC acordaron concurrir a las elecciones de septiembre (que bautizaron de “plebiscitarias”) en coalición con el objetivo de ganar por mayoría absoluta (luego apareció la barrera del 50%) y, con el apoyo externo de la CUP, declarar la independencia de Catalunya. El programa de Junts pel Sí incluía que, 18 meses después, ya al abrigo de la nueva república, se celebrarían unas nuevas elecciones, cada uno por su lado. Esas elecciones servirían de refrendo a la secesión y para determinar qué modelo de país se quería para el nuevo estado. Ya entonces se tenía muy claro que el modelo convergente era bien distinto al republicano. Y el anticapitalista de la CUP, distinto a los dos. Pese a tenerlo todos tan claro, el frente independentista ha manejado, y maneja, el día a día de la Generalitat seis años después.

La exigua victoria del 27-S dejó a los tres partidos sumidos en la telaraña del entendimiento mutuo, no solo para la independencia, sino también para la gestión del “mientras tanto”. En tanto que el horizonte de la secesión parecía cercano, el artificio que supone que un partido de centro-derecha, uno de centro-izquierda y uno anticapitalista se pongan de acuerdo en educación, sanidad, economía y medio ambiente, aguantó.

Tras las últimas elecciones, tanto Junts como la CUP aceptaron a regañadientes el papel de la mesa de diálogo con el Estado. Es decir, que lo de la independencia no sería para pasado mañana. Y ahí empezó un lento proceso que se culminó el pasado lunes, cuando la CUP vetó los presupuestos del Govern y Aragonés tuvo que pactarlos personalmente con los 'comuns'. Se sancionó el retorno al campo ideológico por encima al del objetivo secesionista.

La batalla por la hegemonía

¿Se han roto los bloques? Sí y no. El 52% se mantiene para las cuestiones del ‘procés’, otra cosa es que no se hayan puesto de acuerdo todavía en la hoja de ruta después del convulso otoño del 2017. Pero en cuanto a la gestión ordinaria, los anticapitalistas han retornado a su hábitat natural en su relación con dos partidos que defienden la economía de mercado y exigen una transformación radical con internalizaciones de sectores estratégicos de las que el Govern recela. 

La relación de ERC y Junts es otro cantar. Ellos forman Govern y entienden que dejar entrar en el Palau de la Generalitat a cualquiera que pusiera ‘peros’ a la búsqueda de los muelles que puedan propulsar la independencia sí sería el final de todo. De momento. Así que, a lo que se dedican es a la búsqueda de la hegemonía. A imponerse al otro y esperar que el perdedor le preste los votos para no incurrir en ‘delito’ de lesa independencia.

La intervención de Joan Canadell en el pleno de presupuestos, como portavoz del partido en minoría en el Govern es un claro ejemplo. Tildó de 'autonomistas' a sus socios, añadió que la CUP tenía razón y atacó furibundamente a los ‘comuns’ que, al fin y a la postre, apoyaban las cuentas elaboradas por Jaume Giró, correligionario de Canadell.

Tras este pleno todo está en ‘stand by’ a la espera de que los tres partidos se ordenen en el espacio. Para empezar, el pacto de investidura ERC-CUP es, ahora, papel mojado, y su cumplimiento obedecerá, en todo caso, a la voluntad de Esquerra de que no se rompa la baraja. Su pretensión es cumplir el pacto, pero “siempre que sea posible”, una forma de decir que la exigencia ha cesado y, en el fondo, tienen las manos más libres. Como las tiene el propio Aragonès que decidirá cuando quiera si se somete o no a la cuestión de confianza pactada con la CUP para el 2023.

Mientras, los cuperos aceleran su estrategia de presión, para que su aposento en la 'oposición contundente' les permita seguir siendo decisivos en el frente independentista y no quedar desplazados ahora por los 'comuns' como socio preferente de ERC en el resto de gestiones cotidianas. Y ahí, encontrarán el apoyo de Junts, su principal rival, a la vez, en el frente del modelo de país como se ha evidenciado con la defensa cerrada del Hard Rock, del Aeropuerto del Prat y del Circuït de Catalunya, algo que se encargó de recordarles el secretario general, Jordi Sànchez.

Los días después de la tramitación de las cuentas, los anticapitalistas cargaron contra los macroproyectos, llevaron a los 'nueve de Lleoners' absueltos al Parlament y viajaron a Escocia con el fin de coordinar estrategias secesionistas. Si el Govern quiere volver a sentarse con la CUP para negociar la aprobación definitiva de las cuentas, deberá empezar a trazar un camino hacia la independencia, aunque sea tibio e inconcreto como lo fue para los 'cupaires' la oferta de crear un grupo de trabajo sobre otro "embate democrático". Hay margen hasta el 23 de diciembre.

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