Las cuentas catalanas

Las 4 razones del 'portazo' de Aragonès al PSC en los presupuestos

Salvador Illa y Pere Aragonès

Salvador Illa y Pere Aragonès / EFE / MARTA PÉREZ

Xabi Barrena

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Los caminos de los republicanos y de los socialistas parecen más que entrelazados. Sus relaciones oscilan entre la disputa férrea y el pacto a regañadientes. El último episodio lo protagonizan a cuenta de los presupuestos de la Generalitat. Tras casi una decena de ofrecimientos de Salvador Illa de pactar las cuentas, el 'president' Pere Aragonès sigue dando un sonoro 'portazo' a los socialistas. En la partida entre ambas fuerzas hay mucho más en juego que unos presupuestos, se trata de una disputa por la hegemonía.

La mayoría independentista (o pro-referéndum, como mínimo)

Aunque pueda parecer paradójico, ERC y PSC, definidas ambas como fuerzas socialdemócratas, ofrecen modelos de futuro bien distintos para Catalunya. "No tenemos el mismo modelo de país", espetó Aragonès a Illa, el miércoles en el Parlament. "No hay nada gratis", siguió el republicano, convencido de que el pacto con el PSC no es más que la versión política del abrazo del oso. Entre otras cosas porque deshace la mayoría del 52% en pro de la independencia y del 59% favorable a un referéndum de autodeterminación. Pero no solo en materia de 'procés' se observan grandes diferencias, también, por ejemplo, en el modelo económico. El PSC abandera la implicación catalana en lo que se conoce como los 'macroproyectos'. Es decir, el Hard Rock en el Camp de Tarragona, los Juegos Olímpicos de invierno y la ampliación del Aeropuerto de Barcelona-El Prat. ERC, de manera indisimulada, y desde que ostenta la presidencia, arrastra los pies en los dos primeros, casi por imperativo legal, y se opuso abiertamente a la tercera.

La capacidad de presión en Madrid

Una de las bazas que tiene ERC en la Generalitat, ya desde que Aragonès era vicepresidente, es el poder que le da su grupo parlamentario en el Congreso. Es la referencia del independentismo, gracias a la fractura posconvergente, con una diferencia de escaños (13 a 4) sobre Junts que no se da en el Parlament. Y gracias a la aritmética electoral, además, es la fuerza clave para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pueda mantenerse sin sobresaltos en la Moncloa. Todo ello se vería capitidisminuido si, a su vez, la gobernabilidad catalana pasa a estar en manos del PSC. Y además en un momento en que, en Madrid, coinciden la negociación de los Presupuestos Generales del Estado, con el añadido de la ley del audiovisual, y los encuentros 'discretos' de la mesa de diálogo sobre el conflicto político.

Con la vista en las municipales del 2023

ERC es el partido catalán que más homogéneamente se reparte por todo el territorio. Y cuenta con dos grandes enemigos, en el ámbito local. En el 'rere-país', el duelo se da con Junts. Pero en el área metropolitana, la más poblada, de largo, el objetivo de los republicanos es arañar cada vez más votos al PSC. Sobre todo en sus feudos y arrebatarle todas las alcaldías posibles, como ya ocurrió con Sabadell, y, ya fuera del ámbito barcelonés, las ciudades de Tarragona y Lleida. Ante esa perspectiva, que obedece a la estrategia dibujada por Oriol Junqueras y Marta Rovira en su libro 'Tornarem a véncer' de ampliar la base en las ciudades metropolitanas, parece una mala idea dar protagonismo a los rivales socialistas. Y menos permitir que se presenten como salvadores de unos presupuestos (además expansivos), es decir, los facedores de que el dinero fluya.

Aplíquese el mismo razonamiento ya en clave de la Generalitat. No hay ningún gurú mediático-político con consultoría propia que aconseje revestir al líder de la oposición (y vencedor en votos el 14-F) de una doble pátina: de ser un remedo del Señor Lobo de 'Pulp Fiction' (o arreglador de problemas) tras el desaguisado con la CUP y un político al que le mueve el sentido de la responsabilidad en un época, esta, tan difícil, entre pandémica y pospandémica

De hacer la pinza a que te hagan la 'pinza sociovergente'

En las cuentas que echaban los republicanos, allá cuando la investidura, estos subrayaban el cómputo de diputados independentistas de izquierdas (ERC y CUP) y el de Junts. La ventaja era de 10 diputados. Eso ha permitido, también gracias a que la presidencia recae en Esquerra, que los posconvergentes se hayan quedado solos ya en varias ocasiones. El aeropuerto y la apertura de negociaciones con los 'comuns' y no con el PSC serían los ejemplos de manual. Un cambio de socio preferente, de la CUP al PSC, podría provocar que el que se hallara en inferioridad fueran los republicanos. El peligro, la pinza, detectada a las primeras de cambio por ERC, cuando la polémica por El Prat, tiene un nombre ya 'vintage': la 'sociovergència'. Y, de hecho, es uno de los elementos con los que ERC presionaba a la CUP para que pactase, puesto que los anticapitalistas usan ya abiertamente ese término para describir la deriva actual del Govern.

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