Opinión | Análisis

Verónica Fumanal Callau

Verónica Fumanal Callau

Especialista en comunicación política.

Perdón

¿Tendríamos la valentía de sacrificar la tranquilidad de nuestro círculo de confort para dar la cara por quien un día nos la partió?

Miniatura perdon

Miniatura perdon

Hace unos días fui a ver la película de Icíar Bollaín sobre 'Maixabel'. Cuando acabé de verla estaba en un mar de lágrimas que brotaban sin parar desde, más o menos, mitad de la película. Tenía el estómago del revés. Eran mis neuronas espejo trabajando a destajo para que yo empatizara con los personajes que Blanca Portillo y Luis Tosar interpretan tan magníficamente. La pregunta al salir era la obvia: ¿Yo podría perdonar a los asesinos de alguien querido para mí? ¿Tendría la valentía de sacrificar la tranquilidad gregaria de estar en tu círculo de confort para dar la cara por quien un día me la partió? Supongo que te tienes que ver en esa situación para poder responder a esa pregunta sin frivolidad.

Pocos días más tarde, 'el Prenda' de 'la Manada', que violó junto con sus colegas a una mujer en los sanfermines, envió una carta pública a su víctima para hacer lo propio, pedirle perdón por haberla violado, reconociendo el delito. De un plumazo, todos aquellos que habían estado en las tertulias defendiendo que ella era una caradura que después de haberse llevado un "polvazo" ahora se avergonzaba y los había denunciado, se escondieron en silencios atronadores que quiero pensar que resonaban a vergüenza.

Verónica Fumanal: El Perdón

Verónica Fumanal: El Perdón /

En su día, ya fue el Tribunal Supremo el que dictaminó que aquello no había sido una juerga consentida y grupal, sino que los violadores la agredieron de forma consciente, sin consentimiento, a pesar de que las circunstancias no le permitieran decir que no, no, no, y hasta el final, como le gustaría a alguna política. Pídanle perdón. Sí, sí, a la víctima, públicamente, por haberle llamado cobarde y mentirosa y haberse escapado por la rendija mentirosa de las denuncias falsas, esas que apenas son un 0,0001% de los casos.

Víctimas sin quererlo

No sabemos si la víctima de 'la Manada' podrá perdonarlo, como sí hizo Maixabel con el asesino de Juan María Jáuregui. Ninguna de las dos lo querían, pero se convirtieron en víctimas porque otros así lo decidieron, como bien nos recuerda Bollaín en su último filme. Y es que la directora fue capaz de relatar una complejidad social, política y emocional a través de una película valiente que huye de las miradas simplistas, con el único objetivo de entender la perspectiva de una mujer extraordinaria que supo, quiso y pudo empatizar hasta el punto de perdonar.

Tengo que reconocer que Bollain no es la primera vez que me desagarra por dentro con una de sus obras. 'Te doy mis ojos' (2003) es una película clave para entender el drama de la violencia machista. Cómo del supuesto amor se pasa al terror sin solución de continuidad, cómo te alejan de tu familia y amigos hasta que estás tan desesperada que consideras que las palizas constituyen el acto de amor más desinteresado y doloroso del mundo. Recuerdo el día que vi la película, cómo me hizo sentir la rabia, la impotencia y el odio. Tan solo un año más tarde, el Gobierno de Zapatero aprobaba la ley contra la violencia de género. Esa película debería ser de obligado visionado en todos los institutos de España.

¿Pedir perdón en política?

Y en este punto, quiero reivindicar el papel del cine en la construcción de imaginarios colectivos, como una herramienta fundamental para comprender y entender otras realidades que nos son ajenas, a través de la ficción. El pasado 6 de octubre fue el día del cine español, una industria comprometida con su sociedad, valiente en la denuncia y con una profesionalidad reconocida a nivel internacional.

Pero esta columna iba del acto de pedir perdón y perdonar. ¿Se imaginan que esto fuera habitual en la política? Uno se equivoca, tiene que rectificar y aparece en comparecencia pública, pidiendo disculpas por el error, que obviamente no ha sido intencionado. U otro, en fragor de la batalla parlamentaria, se le escapa un exabrupto, un insulto, una palabra que sienta mal en la otra bancada, y cuando cae en la cuenta del error, pide disculpas por la grosería. La verdad, no me lo puedo imaginar, le vamos a tener que pedir a nuestros creadores que nos hagan una película de ciencia ficción, para poder verlo con los ojos, aunque sea en la gran pantalla. Y, por cierto, perdón, si no les ha gustado esta tribuna, a lo mejor, demasiado personal.

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