Cierre de la convención

Casado hace equilibrios para atraer a todos los votantes a “la derecha del PSOE”

El dirigente defiende un partido de centro-derecha y "puerta ancha" para acoger a los votantes que se fueron a Vox y Cs

El líder del PP llena la plaza de toros de València en el broche final de una convención que ha fomentado su autoestima

Pablo Casado, en la plaza de toros de Valencia

Pablo Casado, en la plaza de toros de Valencia / EFE / MANUEL BRUQUE

Pilar Santos

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Pablo Casado protagonizó este domingo en la plaza de toros de València el mitin más espectacular de su historia como presidente del PP. Los escándalos de corrupción del pasado, la caída hasta los 66 escaños en 2019 y crisis internas graves, como la última vivida con Isabel Díaz Ayuso por el control del partido en Madrid, le han complicado una "travesía del desierto" que él da ya por acabada. El PP, el de siempre, el que no renuncia ni al legado de José María Aznar ni al de Mariano Rajoy, el que se nutre de barones moderados y otros más duros, está listo para llegar a la Moncloa y vencer a Pedro Sánchez. Así se lo dijo Casado, que estaba eufórico, a las 9.000 personas que se congregaron en el coso valenciano, un escenario icónico para los populares y que retrotrae a los tiempos de las mayorías absolutas. El partido en València se volcó en la organización y 3.000 personas se tuvieron que quedar en la calle por cuestiones de aforo.

"Aquí seguimos, con el partido unido como una piña y fuerte como una roca, preparados para volver a echarnos el país a las espaldas, para rescatar a nuestros compatriotas de la ruina"

— Pablo Casado. Líder del PP

Casado estaba necesitado de autoestima y la convención nacional que los conservadores han celebrado esta semana le ha ayudado a remontar. El líder entró en la plaza como siempre hacen los políticos en este tipo de actos, como si fueran estrellas de rock. Dio la vuelta al ruedo por el callejón para saludar a los asistentes y flotó entre gritos de "presidente, presidente". "¡Guapo!", le gritaron mujeres vestidas de falleras.

Durante esta semana de convención itinerante, pese a numerosos traspiés (incluido el de invitar al condenado Nicolas Sarkozy), el PP ha conseguido los objetivos de aumentar la energía interna del partido y fortalecer el liderazgo de Casado. El jefe de la oposición ha podido escuchar de boca de muchos comparecientes que llegará a la Moncloa, que "volverá a sacar a España del pozo por tercera vez" y, además, Ayuso le ha asegurado delante de todo el partido que su "meta" es Madrid. Al menos por ahora.

El "pablismo"

En su discurso, de una hora de duración, Casado no hizo anuncios nuevos pero, como confía en atraer a todos los votantes a "la derecha del PSOE", exhibió un ejercicio de equilibrismo y combinó mensajes que parecían querer reconquistar a los que se han ido a la ultraderecha de Vox y otros que buscaban el centro de Ciudadanos. En el PP algunos ya hablan de "pablismo", por la necesidad que tiene de pergeñar un discurso con el que zurcir el espacio que dice representar, el de "centro-derecha". Aznar gobernó con ese bloque íntegro como una piedra y Rajoy tuvo que competir con Ciudadanos, pero no con Vox. En expresión de Casado, el PP cuenta con una "puerta ancha para que todos puedan entrar sin que les pregunten de dónde vienen".

Los miembros de la dirección del PP acostumbran a pedir comprensión por los vaivenes de Casado. Él, señalan, no puede tener una sola voz. No puede parecer siempre un moderado, como el gallego Alberto Núñez Feijóo, ni tener solo un discurso más conservador como Ayuso. Y en la intervención de este domingo esa combinación quedó más clara que nunca. El dirigente popular lanzó mensajes en favor de Europa, el liberalismo económico, la necesidad de reformas, la identidad propia ("¡para historia, para lengua y para cultura, la valenciana!") y también aseguró estar a disposición de los "socialdemócratas defraudados con el sanchismo". En otros momentos habló con contundencia a los independentistas (traerá a Puigdemont a España), se enmendó a sí mismo al decir que las cargas policiales fueron necesarias el 1-O, denunció el supuesto 'efecto llamada' que desencadenó acoger a los inmigrantes del 'Aquarius', reclamó "un plan de refuerzo" para "garantizar la unidad nacional" y, como Ayuso hiciera el martes con México y la conquista, entró en el discurso historicista ("España no tiene que pedir perdón a nadie ni por nada").

El político se da por fin su primer baño de masas tres años después de asumir el cargo

"[El Gobierno] ha preferido reabrir las cicatrices, desenterrar los rencores y enfrentarnos para sacar un rédito electoral inmoral", dijo sobre la ley de memoria democrática, una de las normas que derogará junto a la de educación ('ley Celáa') y "todas las que atentan contra las mujeres y que hasta las socialistas históricas han denostado".

El dirigente de los populares pidió a los suyos que estén "unidos", que no salgan "a empatar" ni "a heredar" viviendo del pasado. "Aquí estamos otra vez con la cabeza alta, las manos blancas, los bolsillos limpios y el corazón enamorado de España", dijo en su despedida. El acto se cerró con todos en pie escuchando los himnos de España y de la Comunitat Valenciana.

Camps, asistente sorpresa

El sol y los 30 grados estuvieron a punto de aguar el acto, que empezó a las doce del mediodía. En la última parte del discurso de Casado, sobre las dos, las gradas de detrás del escenario se empezaron a vaciar por centenares de personas que ya no aguantaban el calor.

Entre los asistentes, uno llamó la atención: el expresidente de la Generalitat Francisco Camps, que dimitió tras ser imputado por haber recibido unos trajes como regalo de la 'trama Gürtel'. Este domingo, por esa puerta "ancha" de Casado, pudo pasar incluso Camps.

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