Opinión | Juego de tronos

Albert Sáez

Director de EL PERIÓDICO

Albert Sáez

Las claves de la semana política: El aeropuerto se va a ampliar y la luz va a bajar

Solo uno de cada cuatro euros que pagamos en el recibo de la luz depende del mercado mayorista que se ha desbocado

El sector mejor representado en la conferencia de Pedro Sánchez fue, curiosamente, el enérgetico

El futuro de La Ricarda no se juega en el plan que ha presentado Aena sino en el posterior plan urbanístico

Jordi Puigneró y Pere Aragonès, en el Parlament

Jordi Puigneró y Pere Aragonès, en el Parlament / ACN / BERNAT VILARÓ

Algunos tienen tendencia a hacer política en tiempo real. Es muy efectista pero poco efectivo. El golpe de tuit cada día tiene menos potencia y los comunicados sin preguntas retornan al periodismo a la era de los monólogos -ahora de las instituciones o empresas- en un tiempo en que lo decisivo son las conversaciones. Debates como el del precio de la luz o el de la ampliación del aeropuerto del Prat se están haciendo estos días a la vieja usanza, pero con instrumentos digitales. Vino viejo en odres nuevos. Y son un mal negocio porque no hacen más que generar embrollos. Lo curioso de la política autóctona es que cada día son más los líderes y los artefactos políticos cuya existencia depende de que se prolonguen indefinidamente determinados embrollos. Con lo fácil que sería deshacerlos a poco que se explique la complejidad de lo que se dirime. El último elemento del cóctel que impide cualquier tipo de reforma es que los profesionales del embrollo no tienen mentalidad de gobernantes sino de conseguidores de los caprichos de sus votantes.

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El pseudo problema del precio de la luz

Ludwig Wittgenstein, a principios del siglo XX, hizo una enmienda a la totalidad a la filosofía de su tiempo. La acusó de haber engendrado y ocuparse de un catálogo de problemas alejados de la experiencia de las personas y que eran el resultado de meras confusiones lingüísticas. Se trataba, en palabras del filósofo, de pseudo problemas que era necesario erradicar. La política instantánea de hoy -empujada por las redes y por el periodismo- está saturada de pseudo problemas o de lo que las abuelas llamaban tormentas en un vaso de agua. El mercado mayorista de la electricidad en España vive una espiral alcista. Hay causas estructurales globales y especificidades locales. La transición hacia las energías verdes hace que los generadores de energías fósiles quieran maximizar sus ingresos antes de ser expulsados del mercado. En el plano local, tenemos un mercado mayorista en el que en demasiadas ocasiones los vendedores de electricidad y los compradores son simplemente filiales de una misma matriz. No hay que descartar que de una u otra manera presionen al Gobierno con un alza desorbitada del precio mayorista para vengarse de algunos cambios regulatorios que no les gustan. Y, además, han descubierto que la política energética es uno de los ámbitos más populistas donde se puede erosionar a este Gobierno de coalición. Nótese que a la conferencia de este miércoles de Pedro Sánchez, prácticamente solo acudió el sector energético. Un dato daría la razón a Wittgenstein: solo uno de cada cuatro euros que pagan las familias en el recibo de la luz depende de la evolución de ese precio mayorista como ha explicado Pablo Allendesalazar. Un pseudo problema como la copa de un pino.

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La Ricarda, entre Pere y Jordi

Otro embrollo ha llegado a las portadas de la mano de un tuit, en este caso de Pere Aragonès. Aena ha enfocado de manera anticuada el debate sobre la ampliación del aeropuerto del Prat. Lo lanzó a través de una entrevista periodística casi como un trágala: tiene que aprobarse sí o sí sin hacer demasiadas preguntas. Y pensó que la única oposición sería la de los ecologistas que defienden la laguna de La Ricarda, protegida por la UE. Pero la ampliación es más compleja que eso. Existe hoy una conciencia medioambientalista que desborda los límites del activismo ecologista. Y esa conciencia obliga a dialogar más que a imponer. La ministra Raquel Sánchez -exalcaldesa de uno de los municipios aeroportuarios- y el vicepresidente de la Generalitat, Jordi Puigneró, pactaron a principios de agosto un camino para abordar esa complejidad: el plan de Aena debería ser suficientemente ambiguo para que, a posteriori, la aprobación del plan director -que no es el documento presentado el viernes- por parte de la Generalitat, el Gobierno y la Comisión Europea solventara centímetro a centímetro la afectación al espacio natural. Si se lee la letra pequeña de la nota prensa de principios de agosto, eso queda claro. El embrollo del viernes surgió de una inexactitud periodística (se anunció a bombo y platillo que el plan de Aena afectaba a la laguna, cosa que sabía todo el mundo porque en caso contrario Bruselas no intervenía en el asunto) que generó un tuit precipitado de Aragonès, poco dado a la precipitación. Quizás la cosa hubiera sido más sencilla si hubiera llamado a su vicepresidente antes de tuitear. O quizás le estaba recordando que el día el pacto con la ministra, fue Puigneró el que llamó a última hora. La ampliación va adelante. 

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