El valor de las emociones en el ágora pública

¿El líder puede llorar?

Las lágrimas de Colau ante los abucheos recibidos en Gracia reabren el debate sobre los sentimientos en política

Psicólogos, politólogos y activistas en salud mental vislumbran un nuevo liderazgo humanizado y emocional

Momentos tensos en el pregón de las fiestas de Gràcia. Silbidos contra Colau e intervención de Jordi Cuixart

Momentos tensos en el pregón de las fiestas de Gràcia. Silbidos contra Colau e intervención de Jordi Cuixart. /

Fidel Masreal

Fidel Masreal

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El neurólogo portugués Antonio Damasio dio un vuelco a la idea de que las mejores decisiones son las que se toman con la parte más racional del cerebro, el córtex prefrontal. Damasio demostró que las emociones filtran el conocimiento y que cuando se decide usando el cerebro límbico, el más emocional, se decide mejor. La revolución ha impregnado todos los escenarios. Sin embargo, cada vez que un o una dirigente, como en el reciente caso de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, rompe a llorar en público, se activa una cierta polémica.

La propia alcaldesa Colau confiesa: "Algunos de mis asesores me han intentado decir ‘Ada, por favor, no llores’. Y yo les he dicho que no lo puedo evitar, qué quieres que le haga”. Ella reivindica las emociones, también en política: "He escuchado que ‘has de venir llorada de casa’, que ‘no te niego las lágrimas pero en privado’. ¡Al contrario! Que se deje en casa la insensibilidad y el sectarismo, que llegue la empatía a la plaza pública. Soy de una familia de mujeres, en casa es normal llorar de alegría, de tristeza…somos humanos. Lo que sería preocupante es que cada día llores y no te veas con fuerzas de hacer frente a la realidad, esto es que tienes un problema de salud mental, que nos puede pasar a todos y es importante buscar ayuda”.

Algunos de mis asesores me dicen ‘Ada, no llores’. Y no lo puedo evitar, ¡dejemos en casa la insensibilidad!

Ada Colau

— Alcaldesa de Barcelona

"Sin emoción no hay comunicación"

Entre los politólogos, es ya una afirmación innegable que expresar las emociones es una necesidad, en política, para trasmitir, comunicar, llegar al público. Lo ha analizado Toni Aira en su libro "La política de las emociones", en la que cita a Damasio y certifica que "o emocionas para generar tensión en el público y despertarlo de la indiferencia, o tienes un problema" y cree que la clave radica en la dosis de emoción justa. "En la sobredosis caen los populistas, entonces llega la sospecha de la teatralización", avisa.

Antoni Gutiérrez-Rubí, experto en comunicación, ha subrayado el valor de las lágrimas del expresidente Barack Obama, ante una matanza de estudiantes en Estados Unidos. Pero ha añadido un factor: la emoción debe ir acompañada de acción "Las lágrimas de Obama le dignifican. Pero su parálisis política le acusa. Y, siendo como es sincero, esto debe de mortificarle. Las lágrimas de dolor pueden ser -también- de impotencia e incapacidad", describe.

Salvando todas las distancias, es el caso de Quim Torra, que ha tratado de dar carga política a las lágrimas que vertió durante su confinamiento, durante el que pidió ayuda psicológica. Así lo reveló en un reciente y controvertido libro. En su entorno subrayan que este mensaje tiene que ver con una voluntad de Torra de mostrar su impotencia ante los límites de la autonomía de Catalunya. Eso sí, las lágrimas de Torra siempre se derramaron en privado, subrayan.

Expresar las emociones es aire fresco en el panorama político, porque nos muestra a la persona

— Joan Gómez, psicólogo

¿Se puede fingir?

Desde el punto de vista psicológico, no hay duda: llorar es una expresión sana. “Es un síntoma de salud, por supuesto. No le pondría etiqueta de bueno o mal, es saludable. Hay estructuras caracteriales más emocionales que otras. Que alguien no llora nunca es algo que habla de él, de que está muy contenido emocionalmente por ocupar el rol que ocupa”, explica el psicólogo Joan Gómez. ¿Se puede fingir? ¿Se puede provocar? “Cuando no es genuino, no funcionará”, asegura Gómez. Este profesional tiene claro que casos como el de Colau son “aire fresco en el panorama político, porque nos muestra a la persona” y está convencido de que en el equipo de apoyo a un o una líder debería haber también el apoyo psicológico.

“El estigma en salud mental siembra la idea de que ‘de esto no se habla, esto se queda en casa’. hay una visión preconcebida -que está cambiando- pero todavía muy introducida en el ámbito laboral, de que llorar o emocionarse es mostrar debilidad: pero que un líder político o un jefe llore o muestre una emoción no está reñido con ser mejor o peor profesional, es más, las empresas cada vez más cuidan la salud mental porque aumenta la productividad. No solo lo hacen por ponerse la medalla. Es que funciona, la gente rinde más, hay menos bajas, menos presentismo y puedes captar y retener talento porque irás antes a una empresa que cuida a la gente”, explica Carlos Alcoba, responsable del proyecto laboral de la entidad Obertament, que lucha contra el estigma en salud mental.

Las empresas cada vez más cuidan la salud mental porque aumenta la productividad

— Carlos Alcoba, Obertament

El factor de género

Otra cosa es cuando se considera excesiva, la emoción. Incluso en el seno del Govern de Torra se valoró negativamente que la entonces 'consellera' de Salud, Alba Vergés, se emocionara al anunciar e confinamiento en su comarca, algo que afectaba a su familia directa. La expresión catalana "ploramiques" ("llorón") se ha usado en este o otros casos. Para Colau, hay un factor de género añadido, en este debate: "Cuando los hombres lloran se les dice que son sensibles, buenos padres, tiernos…en cambio que una mujer política llore está mal visto”. Eso sí, Colau reprocha a Soraya Sáez de Santamaría que se emocionara cuando anunció un plan de vivienda. "El problema en ese caso no era el lloro, era teatro, ¡qué interpretación!”. La batalla ideológica parece que en este caso pasa por encima de la reivindicación de las emociones. "Patética sobreactuación", tituló un medio digital de izquierdas sobre Santamaría.

“Por fin podemos hablar de las emociones, no solo porque la pandemia ha visualizado el elefante, sino por la nueva oleada de feminismo; hay una combinación que hace que los cuidados, la gestión emocional, y expresar otros tipos de masculinidad y de liderazgo, converjan”, concluye Alcoba en positivo.