Análisis

Sánchez-Aragonès: Un cruasán para cenar

El 'president' respira tranquilo tras una ajetreada semana en la que logró que en la mesa de negociación solo se aborde el conflicto político entre el Estado y la Generalitat

Pere Aragonès

Pere Aragonès / JOAN CORTADELLAS

Xabi Barrena

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Cuando se es ‘president’ uno tiene semanas y semanas. Las hay tranquilas y las hay que empiezan en domingo con una cena el Rey, con todo lo que ello supone. Prosigue el lunes con la inauguración del 'Mobile' otra vez con el monarca, para, tras comer, recibir a los presos indultados en el Palau de la Generalitat; acompañarles, también, al Parlament y luego, a uno, al presidente del propio partido, llevarlo a un cónclave de la fuerza. Para el martes, el programa incluye una reunión en la Moncloa con el presidente del Gobierno. Y el colófon a todo este trajín lo puso Pere Aragonès, el viernes, recibiendo a El PERIÓDICO. “Una semana normal”, bromeó el ‘president’.

Nueva gente en el Palau de la Generalitat y nuevos aires. La entrevista con este diario se previó hacerla en el Pati dels Tarongers, pero las obras en una calle aledaña, lo impidieron decibélicamente. Así que se optó por la sala Torres Garcia, donde, hace 15 años, Quim Nadal daba las ruedas de prensa del primer tripartito.

En tanto se cambiaban las cámaras de emplazamiento, Aragonès departió con los enviados del diario. La reunión del martes, obviamente, suscitó el interés periodístico. Aragonès se mostró satisfecho, sobre todo, por haber cavado una zanja incruzable entre la mesa de negociación del ‘procés’ y la de los asuntos ‘autonómicos’. Una forma de que Sánchez no trate de ofrecer, dijo, "un cruasán y un café con leche para cenar". 

Ese es el símil con el que Aragonès, más distendido que luego en la entrevista propiamente dicha, ejemplificó los beneficios de haber cavado esa zanja. “Es como si al ir a cenar te dijeran que hay cruasán y café con leche. Tu responderías, ‘eso está muy bien para desayunar, pero yo quiero cenar’, a lo que el ‘maitre’ replicara ‘¡Ah!, ¡No le gusta el cruasán y el café con leche!”. Cámbiese, en este símil (diríase que inspirado en el programa ‘Polònia’) la cena por una solución al conflicto y la pasta y el café por inversiones y traspasos competenciales. Con el riesgo de que, además, ese 'café' acabe siendo para todos. 

Una zanja que, por un lado, le sirve de escudo a las críticas ‘autonomismo’ que pudieran provenir del espacio mediático de sus socios de Govern y, al tiempo, le libera las manos para señalar que el apoyo o no a los Presupuestos Generales del Estado dependerá exclusivamente del contenido de los mismos sin ser dilapidado por ello. 

Las pausas del 'president'

Aragonès es de respuesta rápida. No deja espacio entre el final de la pregunta y su réplica. Ya sea para pasar alguna factura (“no nos pueden pedir gestos, porque fuimos los primeros en hacerlos: en la moción de censura y en la investidura de Pedro Sánchez”), como, incluso para interrumpir (solo una vez) a su interlocutor para aseverar que el término ‘colonos’ “debería desterrarse del vocabulario de los independentistas. En este país no hay colonos”.

Pero esa velocidad de respuesta a veces se trunca. Ora para coger aire -cuando se le pregunta por la diferencia en el clima de Govern de la etapa actual con la de Quim Torra-, ora para ganar algunos segundos preciosos mediante una sonrisa cuando se alude a la presunta tutela que pudiera ejercerle Oriol Junqueras.

Se revuelve un poco en la silla cuando se le pregunta por cuestiones de partido. Sabe que esa lechuga es del huerto de Junqueras y, además, se ha imbuido a fondo del rol de ‘president’. Por eso semanas como estas ya le parecen normales.

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