De la ruptura con Cs a la descomposición

La atomización de la 'operación Manuel Valls'

El edil finaliza su etapa en el consistorio barcelonés con su círculo político más cercano disgregado entre Lliga Democràtica, el PSC y el PPC

La número dos de Manuel Valls en el consistorio barcelonés, Eva Parera, junto al exprimer ministro francés.

La número dos de Manuel Valls en el consistorio barcelonés, Eva Parera, junto al exprimer ministro francés. / RICARD CUGAT

Júlia Regué

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Élites barcelonesas y fontaneros de la política catalana llevaban meses cavilando una fórmula para desalojar al independentismo de las instituciones, mucho antes del convulso otoño de 2017. La maquinaria estaba ya en marcha cuando en uno de los habituales encuentros en ‘petit comité’, de no más de 10 personas, se puso sobre la mesa el nombre del exprimer ministro francés Manuel Valls. Levantaron el teléfono y empezaron los encuentros discretos, a veces en Barcelona y otras en París, para ungirle como un referente contra el nacionalismo catalán

Valls comenzaba poco después una ‘tournée’ por las altas esferas, conectando con su infancia en la capital catalana, y siendo cada vez más proclive a tender una mano. Se involucró en la campaña electoral del 21-D sin querer atarse a ninguna sigla en particular, hasta que le convencieron para que fuera él el cabeza de cartel en las municipales de 2019 en la capital catalana como revulsivo contra el ‘procés’ con un perfil marcadamente europeísta. Valls suponía el primer embate de un proyecto a largo plazo que empezaba en Barcelona, tenía continuidad en el Parlament y debía terminar en el Congreso. 

Aceptó poniendo como requisito liderar una plataforma y poder maniobrar sin tutelas. Valls quería ser alcalde, no sentarse en la bancada de la oposición. Pero ni el PSC ni el PPC aceptaron su oferta y acabó atado a Cs, pese a fichar a gurús maragallistas, y con parte de los intermediarios que le acercaron a Catalunya abandonando la operación. Fue la primera crisis de una trayectoria barcelonesa llena de baches y que ha terminado con la atomización de un proyecto que incluso Valls da por finiquitado a medio mandato municipal. Vuelve a Francia.

Una ruptura anunciada

La relación entre Valls y Albert Rivera estuvo marcada por la tensión constante. Los pactos autonómicos entre PP y Cs con el espaldarazo de Vox irritaban al francés, que defendía sin tapujos que no podía haber compromisos con la extrema derecha. En las filas naranjas no entendían cómo un 'free rider' heredaba beneficios mediáticos y económicos sin tenerlos en cuenta. Fuentes del entorno de Valls aseguran que la relación estaba "completamente rota" antes de comenzar la campaña electoral y señalan que fue "obligado" a acudir a la Plaza de Colón en la manifestación contra Pedro Sánchez por dialogar con la Generalitat, "aunque pudo escaquearse de la fotografía". "Ahí descubrió que Rivera no es Emmanuel Macron".

El divorcio anunciado se consumó la misma noche electoral. Valls decidió aquel día que rompería con Cs cuanto antes y que ofrecería sus votos a Ada Colau para evitar que ERC dominara el ayuntamiento. De los seis ediles, los naranjas se quedaron con tres y sumaron al cuarto, el exalcalde de L'Hospitalet de Llobregat (PSC) Celestino Corbacho, tras garantizarle un puesto en la Diputación de Barcelona y blindarle su independencia. Valls se quedó solo con su mano derecha, Eva Parera, y recientemente ha recuperado a Marilén Barceló, edil de Cs que ya ha cursado su baja para convertirse, si supera los trámites establecidos por el reglamento, en concejala de Barcelona pel Canvi. De lo contrario, se quedará como no adscrita.

Lliga Democràtica, el PPC y Collboni

Pese al fiasco municipal, el plan de aquel reducto de empresarios y fontaneros continuó con el nacimiento de Lliga Democràtica para dar el salto al Parlament. Parera y otros promotores como el expresidente de Societat Civil Catalana, Josep Ramon Bosch -que estuvo en la primera parte de la operación Valls-, alumbraron un partido que no escapó de la trifulca interna incluso antes de finalizar el registro. Parera -que recibió el aval de Valls para lanzar este partido- rompió el carnet en desacuerdo con la intención de abrir el ideario para aglutinar a todo el catalanismo moderado, también aquél que se considerara soberanista. El barco continuó su viaje, pero la alianza con otros partidos como Lliures, Units per Avançar o el PNC naufragó y no concurrieron al 14-F, a cuya cita sí se presentó Parera, como número tres del PP en condición de independiente. 

Y es que antes de fichar por los populares, la intención inicial era relanzar la marca de Barcelona pel Canvi para darle un giro municipalista y autonómico. En ello se volcaron Parera y el secretario de organización y comunicación, Fernando Carrera. Pero, al constatar su falta de opciones, aparcaron ese frente y se centraron en la implantación territorial de la marca. Las aguas tampoco estaban calmadas puertas adentro y Carrera decidió marcharse. Fichó hace pocas semanas por el PSC convirtiéndose en asesor del grupo municipal que lidera Jaume Collboni.

Las opciones de futuro están desdibujadas, pero la marcha de Valls allana un posible entendimiento entre Parera y el PPC para las municipales de 2023, con Cs inmerso en evitar la desaparición y el PSC decidido a ocupar su espacio político.

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