Sorpaso y peor dato histórico en la región

Sánchez encaja su primer gran revés tras una absoluta debacle en Madrid

El presidente del Gobierno y líder socialista sufre su primera gran derrota desde que llegó a la Moncloa en un territorio fetiche, su propia federación

El PSOE-M se desploma por completo: pierde 13 escaños, se anota su peor resultado histórico y es sobrepasado en votos por Más Madrid

Gabilondo, que había ganado los comicios en 2019, lamenta no haber podido abrir este 4-M un debate "sosegado". El candidato deja entrever su salida

El candidato socialista, Ángel Gabilondo, durante su comparecencia en la noche electoral del 4-M en el hotel Princesa Plaza, rodeado de la cúpula del PSOE-M y de miembros de su lista.

El candidato socialista, Ángel Gabilondo, durante su comparecencia en la noche electoral del 4-M en el hotel Princesa Plaza, rodeado de la cúpula del PSOE-M y de miembros de su lista. / DAVID CASTRO

Juanma Romero

Juanma Romero

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Se atisbaba un mal resultado, una nueva decepción por no lograr arrebatar al PP la Comunidad de Madrid, su joya más preciada durante 26 años. Pero el 4-M pasará a la historia del PSOE por algo más. Por una debacle sin paliativos en la región más rica de España y la tercera más poblada. Arrollado por Isabel Díaz Ayuso y sobrepasado por la otra estrella fulgurante de la jornada, Más Madrid, el partido acusa un descalabro monumental en la federación del presidente del Gobierno. Un desastre que no solo sitúa en la picota al candidato fracasado, Ángel Gabilondo, sino que compromete al propio Pedro Sánchez. El líder socialista afronta un enorme tropiezo a mitad de legislatura en unos comicios que también examinaban a su Ejecutivo y que pueden cambiar las dinámicas para los próximos dos años. Ahora la formación se impone un periodo de "reflexión" y abre la puerta a la salida de Gabilondo, como él mismo reconoció cerca de las 23 horas. Pero la noche de pesadilla no concluyó con renuncias ni dimisiones.

No hay número bueno para el PSOE-M en este 4-M. Con el 99,93% escrutado, el partido, que venció en votos y parlamentarios hace tan solo dos años, en las últimas autonómicas, padeció este martes una humillación completa: se hundió por debajo del 17%, hasta el 16,85% (y 610.190 sufragios). Es su peor resultado histórico, muy por debajo del 25,43% que el propio Gabilondo cosechó en 2015 y del 27,31% que obtuvo en 2019. El PSOE consigue ahora 24 diputados, 13 menos que los 37 que tenía, pese a que la Asamblea crece en cuatro escaños por el aumento de la población. Los socialistas además se ven superados por Más Madrid en número de papeletas (unas 5.000 más), aunque con el mismo número de representantes (24). El sorpaso, que la cúpula decía no temer, ya era un hecho. Mónica García aventajó al PSOE en toda la región y en la capital y se convertirá en nueva jefa de la oposición. Ni las encuestas ni los peores pronósticos internos vislumbraban un cataclismo de este calibre.

Aunque hubo naufragio en Galicia y Euskadi, y antes en Andalucía, la implicación de Sánchez en Madrid ha sido total, desde el candidato hasta el diseño de campaña

La dimensión de la tragedia de este martes electoral es descomunal, que sucede al éxito del PSC en las pasadas catalanas del 14-F. Desde que Sánchez llegó a la Moncloa, en 2018, el partido también naufragó en las gallegas y vascas del año pasado, las primeras en plena pandemia del covid-19, pero la catástrofe de este 4-M es mucho más contundente, por los datos y por la importancia para el proyecto socialista de una comunidad tan importante como Madrid, que con cada convocatoria se aleja más y más de sus manos. En las andaluzas de diciembre de 2018, la bofetada se atribuyó a la estrategia y al desgaste de la gran rival interna de Sánchez, Susana Díaz. Además, la implicación del presidente en esta contienda fue total desde el principio: Gabilondo había sido su apuesta en Madrid desde 2015, cuando defenestró a Tomás Gómez, desde entonces ha controlado la federación y en esta ocasión quiso que su equipo en la Moncloa pilotara la campaña de principio a fin. Y Ayuso planteó la batalla como un pulso contra Sánchez que él aceptó hasta que, alertado por los suyos, pasó a un segundo plano.

Esta vez, la altísima participación (alcanzó el 76,25%), como se temían los más escépticos, no fue señal de una victoria del bloque progresista, sino de un triunfo absoluto de la derecha, que suma 78 diputados (por encima del techo de Esperanza Aguirre de 2011, de 72 escaños), por los 58 de la izquierda. No hubo empate ni fuerzas igualadas, sino una victoria por goleada del frente conservador. Gabilondo, sin embargo, había ganado en la región en 2019, y aquel era el primer triunfo autonómico del PSOE desde el lejano año de 1987.

El éxito de Ayuso fue arrollador. Se colocó cerca del 45% (1,62 millones de votos) y pescó 65 escaños (41 más que el PSOE), a solo cuatro de la mayoría absoluta, por lo que le bastará la abstención de Vox para la investidura, así que disfrutará de dos años, hasta las autonómicas de mayo de 2023, sin demasiadas ataduras. La presidenta venció en los 21 distritos de la capital, incluso en los tradicionales feudos de la izquierda, como Puente de Vallecas, Villaverde, Usera o Carabanchel. Y se impuso en municipios del cinturón industrial como Alcorcón, Fuenlabrada, Móstoles, Getafe, Leganés, Alcalá o Parla. De hecho, el PP ganó en todas las localidades de la comunidad, salvo los pequeños pueblos de El Atazar y Fuentidueña del Tajo, donde venció el PSOE, y ambos empataron en Navarredonda y San Mamés. Ayuso, por sí misma, obtuvo más escaños que toda la izquierda junta. Pocas explicaciones acertaban a expresar los dirigentes del PSOE-M que vivieron la noche electoral en el hotel Princesa Plaza, más allá de un evidente "trasvase de votos del PSOE al PP".

Hemos hecho propuestas sosegadas, pero obviamente no lo hemos logrado. Lo lamento, me hubiera conseguirlo. Analizaremos lo sucedido, los resultados no son buenos

— Ángel Gabilondo, candidato socialista el 4-M

Gabilondo admitió, en una comparecencia sin preguntas, que los resultados no son "buenos". "No lo he logrado y lo lamento. Analizaremos los resultados", "desde la tristeza y desde la entereza", dijo. También deploró no haber sido capaz de haber abierto "espacios para un debate sosegado", un reconocimiento de que había sido engullido por la polarización de la campaña. El candidato dejó entrever su salida: "Estemos donde estemos, nos seguirán doliendo las colas del hambre, la desigualdad y la pobreza". Pero no dio más pistas, no concretó su futuro, como hizo Pablo Iglesias, que anunció minutos después su renuncia a todos los cargos y su final en la política. El exministro se hallaba arropado por la cúpula del PSOE-M, encabezada por su secretario regional, José Manuel Franco, y miembros de su lista, que lo cubrieron de aplausos.

También estaba allí el número dos de la Moncloa, Félix Bolaños, pero no los jefes de la contestada campaña del partido, Iván Redondo y Paco Salazar. Cerca, en Ferraz, el secretario de Organización, José Luis Ábalos, intentó limitar el parte de daños: "Han sido unas elecciones en Madrid, y solo en esta comunidad. Es una comunidad muy importante, pero no representa al conjunto de España,  al igual que tampoco lo hace el resultado de elecciones recientes, como en Cataluña, donde por cierto el PP quedó como última fuerza". Pero a Sánchez le será difícil escapar del casi colapso de su proyecto en un territorio fetiche y nuclear.

Ábalos también lanzó la señal de que los socialistas habían captado el mensaje del electorado y deslizó esa idea de un relevo en Madrid, que por otro lado en Ferraz y en el PSOE-M se da por descontado. "Trabajaremos incansablemente en los próximos dos años para conseguir el apoyo a este proyecto", para velar por los servicios públicos y para frenar al PP en su ataque el Gobierno central, dijo. "Tenemos dos años por delante para construir la alternativa progresista que Madrid necesita. Sabremos aprovecharla y nos ponemos a ello desde este mismo momento", concluyó. Ábalos había encabezado la noche electoral en Ferraz, que reunió a parte de la dirección federal, aunque Sánchez permaneció en la Moncloa, como suele hacer con las autonómicas. Junto a Ábalos se encontraban la número dos, Adriana Lastra, y el responsable de Coordinación Territorial, Santos Cerdán, más la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el propio Bolaños.

Las próximas horas servirán para apreciar los siguientes movimientos. El jueves, 6 de mayo, se reunirán por separado la ejecutiva federal y la regional, y allí podrían adoptarse las primeras decisiones. Distintos dirigentes consultados, de Madrid y de la cúpula de Sánchez, decían sentirse en absoluto estado de 'shock', y aducían distintas razones para la debacle: desde el desgaste del candidato, el devenir de la campaña que creían mal diseñada hasta la desestructuración del PSOE-M.

El PSOE quiere preservar la figura de Sánchez y no cree "extrapolable" el ayusismo. El jueves se reúnen las ejecutivas federal y regional

En la dirección quieren preservar por todos los medios la figura de Sánchez. La situación no es "extrapolable" a la arena nacional, reiteraban distintos dirigentes consultados. "No lo fue Cataluña ni Andalucía. Cuando el PP quedó último en Cataluña no estaba tan muerto ni ahora está tan vivo. Ayuso es un fenómeno extrapolítico, y [Pablo] Casado no. Cuando sean las generales, habremos salido de la pandemia y habrá expectativas de recuperación, y será un duelo de Pedro contra Casado", valora un miembro de la cúpula federal.

Nadie sabe precisar qué puede ocurrir a partir de ahora y cómo se puede levantar una federación hundida. Ya el partido se veía venir un descalabro. Cuadros medios del PSOE-M y de la sede federal observaban que la campaña empezó con mal pie, a lo que se sumaba la figura más erosionada de un Gabilondo al que se veía de salida, pues el destino previsto para él, de haber cuajado el pacto institucional con el PP, habría sido hacerse cargo del Defensor del Pueblo. Tras el giro en el debate de Telemadrid y la polarización máxima que siguió al de la SER y al envío de sobres-bala, los socialistas se animaron, pensaron que habían ido de menos a más, que se estaba logrando desperezar a los votantes del cinturón industrial de la región y de los barrios populosos de la capital. Los bloques estaban "igualados", en "empate técnico", defendían en la Moncloa, mientras en otros escalones del partido la sensación que se palpaba era la de un mayor pesimismo.

Durante la jornada electoral, desde las alturas del PSOE insistían en pedir paciencia, apuntaban que el vuelco era posible y que el crecimiento de la participación en los municipios y zonas rojas eran una buena señal, aunque también se había producido un aumento de la movilización en los feudos de la derecha. Pero se respiraba un buen ambiente, en absoluto, aunque nadie se esperaba una hecatombe de este calibre. Al final de la noche, los malos augurios se hicieron realidad. Y los resultados sentaron a auténtica pesadilla.