Análisis

¿Puede ganar la izquierda las elecciones del 4-M en Madrid?

Que el único gobierno progresista imaginable incluya a Unidas Podemos es un elemento desmovilizador para el electorado más centrista del PSOE

Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo aplauden en un acto del PSOE en Madrid

Pedro Sánchez y Ángel Gabilondo aplauden en un acto del PSOE en Madrid / ACN / PSOE

Alberto López

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La izquierda parte con pocas posibilidades de ganar las elecciones del 4-M. Dos de cada diez según los datos de Predi. Algunas menos según las encuestas. Son pocas pero no tan pocas. Es algo más probable de que salga el número que estás pensando si tiras un dado. La diferencia es que la victoria de las izquierdas no es un fenómeno aleatorio. Si hay un cambio de gobierno por primera vez en 26 años en Madrid será porque los partidos de izquierdas han superado las expectativas que marcan las encuestas. Y para que eso ocurra deben darse al menos tres condiciones que se comentan a continuación.

1.Maximización del voto estratégico coalicional

Desde hace unos años los votantes ya no piensan en partidos. O no solo. Ahora piensan en posibles coaliciones y, en un contexto polarizado como el de Madrid, esto se traduce en una batalla entre bloques. Izquierda o derecha. Los ciudadanos, votando a partidos, intentan asegurar que gane su bloque favorito. Esto provoca que los partidos de en medio como Ciudadanos, incapaces de asegurar una mayoría clara, se vean desdibujados de la contienda.

La primera consecuencia del voto coalicional es una buena noticia para la izquierda. La posible desaparición de Ciudadanos, un partido al que votan mayoritariamente personas cuya segunda preferencia es el PP, hace que se pierdan votos que irían al bloque de derechas.

La otra consecuencia de esta política de bloques, la más relevante, podría perjudicar a la izquierda si algo no cambia de aquí a las elecciones. Quien vota PSOE, Más Madrid o Unidas Podemos lo hace a sabiendas de que, en esencia, está facilitando el mismo tipo de gobierno: una coalición de izquierda. En contraposición, el PP juega con la ventaja de la ambigüedad intrabloque.

Como canal coalicional, recibe votos tanto de ciudadanos que piensan que va a gobernar en solitario como de aquellos que están seguros de que Isabel Díaz Ayuso terminará gobernando con Vox. Esto permite al PP movilizar a votantes de Vox que, asumiendo que gobernarán juntos, prefieren apostar por el caballo ganador, a la vez que conquista a votantes provenientes de Ciudadanos, que posiblemente se quedarían en casa si pensaran que votando al PP facilitan un gobierno con la extrema derecha.

El gráfico que sigue a este párrafo ilustra esta situación. La derecha cuenta con ventaja sobre la izquierda, sí, pero esto se debe, al menos en parte, a que ha sido capaz de convencer de que los votos pueden asegurar distintas mayorías movilizando al votante de centroderecha, que tiene preferencias coalicionales heterogéneas. ¿Qué puede hacer la izquierda ante este escenario? El reto de PSOE, Unidas Podemos y Más Madrid reside en instalar el marco de que el voto al PP significa solo un tipo de gobierno, el de coalición con Vox. No debería ser un reto complicado de cumplir. Según Predi y todas las encuestas, el PP está lejos de ganar en mayoría. Necesitará los escaños de Vox. La pregunta es si los partidos de izquierda están a tiempo de convencer al electorado de derechas de que el nuevo gobierno de Ayuso sería diferente al anterior, y que votar al PP significa muy probablemente hacer vicepresidenta a Rocío Monasterio.

2.Agitación de los tres caladeros

Lo que es una ventaja a día de hoy para el PP supone una desventaja para los partidos de izquierda. Que el único gobierno de izquierda imaginable incluya a Unidas Podemos es un elemento desmovilizador para el electorado más centrista del PSOE, a la vez que tapona las trasferencias desde Ciudadanos. Es cierto que el PSOE ha intentado revertir esta tendencia. Así se explica el brusco viraje de Ángel Gabilondo al centro, aireando sus reticencias a gobernar con Pablo Iglesias o a subir los impuestos. Esta estrategia no parece estar funcionando por tres motivos fundamentales.

Primero, la evidencia científica demuestra que para que los ciudadanos consideren creíble el reposicionamiento ideológico de los partidos, este debe estar acompañado de un cambio de liderazgo. En este sentido, el PSOE perdió una oportunidad de oro al no nombrar a alguien con perfil centrado y bien valorado por el electorado de centroderecha como Margarita Robles como candidata a la presidencia de Madrid. Pero no todo está perdido.

La segunda razón por la que la estrategia centrista del PSOE no está siendo todo lo efectiva que podría es reversible. Si el PSOE quiere atraer al electorado más centrado, de nada sirve que subraye sus reservas a gobernar con UP si a su vez no plantea un gobierno alternativo atractivo para ese tipo de votante, que pueda incluir a Más Madrid y Cs si sobrevive, o al PSOE en minoría.

Hay una última razón por la que los socialistas podrían no estar convenciendo a sus potenciales votantes moderados: el PSOE no recibe ataques de los partidos a su izquierda. Esta ausencia de ataques parece deberse a una premisa que se repite durante esta campaña como un mantra: los ataques cruzados en la izquierda desmovilizan. Lo cierto es que la investigación constata que las ofensas entre partidos son una de las principales herramientas de las que disponen los votantes a la hora de imaginarse las posibles coaliciones resultantes. Es decir, recibir negatividad por parte de Unidas Podemos ayudaría a dar credibilidad a la estrategia centrista del PSOE.

Pero es que además esos ataques podrían tener un efecto movilizador entre los votantes de UP. No solo porque la psicología política apunte en esta dirección, sino también porque UP tiene una amplia bolsa de electores 'antiestablishment' que se mueven entre la abstención y el voto a la formación morada. Estos votantes no solo se movilizan contra las derechas o las élites mediáticas y económicas del país asociadas, sino que tradicionalmente también lo han hecho contra el PSOE. Si UP se plantea gobernar con el PSOE, su única opción realista, este tipo de votante suspicaz con el acuerdo necesita saber que UP va a ser intransigente para salir a votarles.

El peligro de que UP y PSOE se distancien es el hueco de electores desencantados que puedan dejar en medio. En medio, no obstante, se sitúa Más Madrid, una formación consolidada en la Comunidad de Madrid y con capacidad de succión de aquellos votantes de izquierdas que huyen de PSOE y UP. Además, su mayor punto en contra, el desconocimiento generalizado de su candidata, Mónica García, puede jugar a su favor en campaña. Lo que el siguiente gráfico señala es que, si bien en la derecha el voto se está concentrando en el PP, el voto en la izquierda está cada vez más dividido entre las tres formaciones del bloque. Más Madrid resalta sumando 5 escaños estimados más que hace apenas dos semanas, pero si el bloque quiere sumar más que la derecha necesita a los votantes jóvenes de izquierda con tendencia abstencionista de un lado y a los moderados del otro. Si la izquierda quiere ganar ningún voto les sobrará y la colaboración óptima probablemente no consista en la competición virtuosa, la no agresión, sino en agitar con fuerza cada partido su caladero potencial.

3.Optimización de los 'shocks' y las olas

Si la izquierda consigue movilizar y convencer con sus señales coalicionales puede estar cerca de la victoria. Lo que podría terminar de asegurarla es que las tendencias u olas que hay a su favor se prolonguen hasta el final y que los 'shocks' beneficiosos sean rentables.

En el último gráfico de este artículo se pueden apreciar las tendencias y 'shocks' que se han vivido en la precampaña madrileña. Seguramente uno de los eventos más efectivos en una carrera electoral es el anuncio de los candidatos a la presidencia. Así, si bien el candidato naranja, Edmundo Bal, provocó un 'shock' muy poco significativo, los anuncios de Gabilondo e Iglesias coincidieron respectivamente con una bajada y una subida importante de sus formaciones. No obstante, los partidos suelen guardarse en la manga algunas medidas sorpresa, logros no desvelados y reproches novedosos para lanzarlos durante la campaña. Si tenemos evidencia de algo, es que este tipo de expresiones tienen un efecto pequeño y fugaz, por lo que es recomendable que los partidos no los desvelen en la primera entrevista o primer debate, si no que se esperen a optimizarlos en el último momento.

En las campañas, además de los 'shocks', hay olas o tendencias que pueden jugar un papel muy relevante. Por ejemplo, si se extiende la sensación de que un partido está en caída o que muy posiblemente no sobrepase la barrera electoral, el llamado 'efecto Titanic' puede lanzarlo al abismo. Esto puede hacer que Ciudadanos, estable a día de hoy en torno el 4%, se precipite al vacío si nada cambia hacia el final de la campaña. En distinta escala, la ola descendente en la que se encuentra Vox puede tener un efecto agregado negativo para la derecha si el PP no consigue capturar esas fugas y la diferencia se sustancia en desmovilización.

En la izquierda pasa algo similar, con un PSOE a la baja, Más Madrid disparado y Unidas Podemos en tímido ascenso. Estas tendencias, cuando son al alza, pueden tener una potente fuerza de arrastre. El mecanismo es irracional: si se genera una sensación de que hay un partido en ascenso, habrá un segmento de votantes, mayormente apolíticos, que se contagie y termine votando por ese partido. Esto, por supuesto, no puede beneficiar a todos los partidos de un bloque a la vez. Podría bastar con que al menos uno de ellos surfeara esa ola para transformar las pocas posibilidades de ganar que tiene hoy por hoy la izquierda en un posible cambio de gobierno el 4 de mayo.

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