El tablero catalán
Aragonès, en su triángulo de las Bermudas
El cabeza de lista de ERC tiene motivos para estar muy preocupado, incluso si la negociación con JxCat tiene un final feliz. Tiene muchos números para seguir los pasos de Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra, los barcos presidenciales naufragados hasta la fecha.
Josep Martí Blanch
Periodista
Barbecho de Semana Santa para la política catalana. Tocaba, tras consumarse el fracaso de Pere Aragonès en su primer debate de investidura, recogerse y guardar reposo para los próximos combates que deberán librarse con la mona ya digerida para conseguir convertir al candidato republicano en el 132 presidente de la Generalitat.
Aragonès tiene motivos de sobra para estar muy preocupado, incluso en el caso que la negociación con JxCat tenga un final feliz y pueda sentarse en el despacho presidencial. De momento JxCat ha cumplido con su primer objetivo: evidenciar la debilidad del aspirante a la investidura y cuan pírrica ha sido la victoria de ERC en el campo soberanista en las elecciones del 14F. La maniobra envolvente de los republicanos pactando primero con la CUP, imaginando que los de Carles Puigdemont no podrían aguantar la presión y darían su brazo a torcer, ha resultado equivocada.
Y aunque el escenario más plausible sigue siendo un acuerdo con JXCat , Pere Aragonès es hoy más débil que el día después del escrutinio y consecuentemente también su presidencia amenaza endeblez. No es una novedad. En lo que atañe al sillón presidencial de la Generalitat, el triángulo JxCat-ERC-CUP opera de manera muy similar al de las Bermudas. Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra son los barcos naufragados hasta la fecha. Pere Aragonès tiene muchos números para ser el siguiente.
El candidato republicano no va a tener capacidad de maniobra al frente de su hipotético ejecutivo para manejar de manera satisfactoria todas las variables que van a poner a prueba su capacidad de liderazgo, independientemente de cuál sea la fórmula que finalmente le asegure la investidura.
Traición a la CUP
Si JxCat entra en el ejecutivo, lo más probable, Aragonès no tendrá más remedio que traicionar a la CUP. Ni desde los departamentos gobernados por los de Carles Puigdemont van a impulsarse políticas que satisfagan a la extrema izquierda independentista, ni en el Parlament sus votos van a servir para dar luz verde a iniciativas legislativas que complazcan a los cuperos.
Paradójicamente, es más fácil para JxCat este planteamiento ahora que no lideran el frente independentista que cuando tenían la responsabilidad de tirar ellos del carro. Ahora el esfuerzo de superar contradicciones debe hacerlo ERC. Pero más pronto que tarde, si JXCat acaba en el gobierno, el apoyo de la CUP al gobierno de Pere Aragonès resultará imposible. De momento Eulalia Reguant, por si acaso, ya se ha encargado de recordar que su formación no se fía de Elsa Artadi, Damià Calvet, Ramon Tremosa o Joan Canadell. Más claro el agua.
El otro escenario, JxCat facilitando la investidura de Pere Aragonès pero sin entrar a formar parte del gobierno es todavía peor para Pere Aragonès. Estaríamos ante un gobierno endeble desde que se activara el botón de su puesta en marcha. Equivaldría para Pere Aragonès a ponerse encima de una parrilla para quedar completamente carbonizado en muy poco tiempo. JxCat tendría las manos libres para bloquearle cualquier iniciativa en el terreno de las políticas sectoriales -educación, salud, fiscalidad, etc- y mostrarse intransigente en el ámbito de las cuestiones relacionadas con el proyecto independentista.
Eterna partida de póquer
Estamos otra vez ante una de las eternas partidas de póquer a las que el soberanismo es tan aficionado. En las próximas semanas veremos como se tambalea el acuerdo ERC-CUP en la medida que se produzcan avances en el flanco de negociación de los republicanos con JxCat. La única manera de cerrar el círculo para los de Oriol Junqueras, al igual que han hecho con la CUP, es que el trato con los de Carles Puigdemont sea también lo suficientemente tibio en lo que atañe a concreciones que, a la práctica, equivalga únicamente a un patadón adelante y a seguir. Cuanto más concreto sea el pacto más fácil es que salte por los aires el acuerdo ya cerrado con la CUP.
En ERC son conscientes de lo enrevesada de la situación. Si desde el primer momento han trabajado desde la convicción de que, al igual que las precedentes, esta legislatura tampoco podría agotarse, ahora ya consideran más que probable que acabe siendo mucho más corta de lo que los más pesimistas intuían.
Situados en este marco mental, el objetivo es conseguir que Pere Aragonès consiga ser investido a cualquier precio pero que, una vez ungido presidente, ejerza el cargo sin temor a tomar decisiones. Aprovechar el bocadillo al que van a someterlo JxCat y la CUP para construir en el menor tiempo posible la narrativa de que ERC lo ha intentado con todas sus fuerzas pero que con estas condiciones es imposible gobernar bien. Resumiendo: aún no podemos dar por cierta la investidura y ya hay quien imagina a Pere Aragonès firmando como 132 presidente de la Generalitat el decreto de convocatoria de elecciones.
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