Aniversario

Un año del decreto de alarma: así se para un país

Los responsables de aprobar el confinamiento rememoran la sensación de “angustia” e irrealidad de esos días y los factores que llevaron al Gobierno a tomar la drástica medida frente al virus

MADRID. 12.02.2021. Ambiente en el centro de Madrid ante los anuncios de nuevas restricciones por el coronavirus. Personas con mascarillas. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA

MADRID. 12.02.2021. Ambiente en el centro de Madrid ante los anuncios de nuevas restricciones por el coronavirus. Personas con mascarillas. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA / JOSÉ LUIS ROCA

Juan Ruiz Sierra

Juan Ruiz Sierra

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Salvador Illa siempre quiere saber lo que no tiene que hacer. En enero de 2020, justo antes de viajar a Madrid para tomar posesión como ministro de Sanidad, Illa se reunió con varios responsables sanitarios del PSC. El cargo era nuevo para él.

“¿Qué es lo que no tengo que hacer?”, preguntó.

Sus compañeros de partido le recomendaron que no hablara de listas de espera, que tuviese “cuidado con los compromisos económicos”, y después, por si acaso, le advirtieron de que lo más grave era un problema de salud pública. “Pero ahí, en estos momentos, no puedes hacer nada. Cuando llega, llega. Así que si llega, ya verás”, le dijeron. 

“Era un momento muy especial. Recuerdo esa angustia. Pero no tenía tiempo de preguntarme lo que iba a pasar”

— Salvador Illa. Exministro de Sanidad

“Y mira: llegó. Llegó muy pronto”, explica ahora el exministro, cuando se cumple un año de la declaración de alarma que paralizó el país para hacer frente al mayor problema de salud pública en más de un siglo, un virus que comenzó siendo un eco lejano que venía de China para acabar convirtiéndose en una amenaza invisible que ha alterado nuestras vidas para siempre, hundiendo la economía y dejando por el camino un reguero de casi tres millones de muertos en todo el planeta. Más de 70.000 solo en España.

Pedro Sánchez ante la pandemia: de la serenidad a la alarma

Pedro Sánchez ante la pandemia: de la serenidad a la alarma / ARCHIVO

La sensación que permanece entre los consultados en el Gobierno sobre aquellos días es, sobre todo, de “angustia” y "responsabilidad". Ahora parece normal. En el último año, España solo ha estado fuera del estado de alarma tres meses y medio. Pero entonces el Ejecutivo iba casi a ciegas. Nunca antes se había aprobado un decreto de este tipo. Se conocía muy poco del virus. Las cifras de muertos impactaban mucho más. Faltaban test, mascarillas, respiradores.   

“Fue al mediodía, por videoconferencia. ‘Carmen, ponte con tu gente a ver cómo podemos decretar la alarma’, me dijo Pedro”

— Carmen Calvo. Vicepresidenta primera del Gobierno

Los recuerdos de Carmen Calvo, la vicepresidenta primera, se ven muy condicionados por el propio covid-19, porque ella lo contrajo poco después de aprobar el estado de alarma. Estuvo cinco días ingresada en un hospital, con serios problemas respiratorios. “No he salido de eso todavía –dice-. Tendré que reordenarlo en algún momento. Hay días que recuerdo muy bien y otros que aún son confusos. Y me reprochaba a mí misma, me culpabilizaba por estar enferma”.  

“Era un momento muy especial. Recuerdo esa angustia. Se trataba de adoptar las decisiones que había que adoptar. No tenía tiempo de preguntarme lo que iba a pasar”, explica Illa.

“No sabíamos si estábamos acertando. Todo el mundo nos decía que el confinamiento era la única manera, pero las cifras no bajaban”, explica un miembro del Gobierno

“Mi sensación era que la montaña que teníamos que hacer era de tal tamaño que no me podía parar. Luego con el tiempo sí. Y recuerdo mucha angustia –señala otro miembro del Gobierno, que prefiere no aparecer citado con su nombre-. Sobre todo, una vez aprobado el confinamiento, en las reuniones que hacíamos cada mañana con el presidente. Ver las cifras de muertos y no saber si esto iba a bajar. No sabíamos si estábamos acertando. Todo el mundo nos decía que el confinamiento domiciliario era la única manera, pero no había forma de que bajaran las cifras”.

El punto de no retorno

El momento clave, en el que el Ejecutivo asume que el coronavirus va a ser mucho más devastador de lo que se esperaba, es el 9 de marzo, lunes. Ese día, las cifras dieron un salto: ya había 999 casos y 16 fallecidos. Son datos que palidecen frente a los actuales (solo el pasado viernes, por ejemplo, hubo 5.348 contagios y 173 muertos), pero indicaban que el virus se transmitía a toda velocidad. Pedro Sánchez comenzó a contemplar entonces el estado de alarma, un mecanismo excepcional que solo se había aplicado en una ocasión (para la crisis de los controladores aéreos, en 2010) que nada tenía que ver con una pandemia. “No había ningún precedente”, explica Calvo. El presidente, aun así, no tomó la decisión final hasta el 12 de marzo. “Fue al mediodía, por videoconferencia –continúa la vicepresidenta primera-. ‘Carmen, ponte con tu gente a ver cómo podemos decretar la alarma’, me dijo Pedro”. 

“El presidente me preguntó si Sanidad estaba preparada para asumir las competencias de los sistemas de salud en toda España. Yo le contesté que no”

— Salvador Illa. Exministro de Sanidad

Un día después, Sánchez lo comunicó a la mayoría de los ministros. A primera hora de la mañana, llamó a Illa. “Me pidió mi opinión y le dije que había que aprobarla, con rapidez –recuerda el ahora candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat-. Entonces me preguntó si Sanidad estaba preparada para asumir las competencias de los sistemas de salud en toda España. Yo le contesté que no. La gestión, le dije, tenía que seguir siendo de las autonomías, porque cuentan con los medios para dirigir los hospitales. Las competencias de salud pública, en cambio, las teníamos que asumir nosotros”. 

Mientras tanto, en la Moncloa, un reducidísimo grupo ya había empezado a redactar el decreto: Calvo; su jefa de gabinete, Isabel Valldecabres; el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Antonio Montilla; el subsecretario de la Presidencia, Antonio Hidalgo, y el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, que hacía de enlace con Sánchez.

La alarma debía ser aprobada el 14 de marzo, así que tenían menos de 48 horas para parar un país. Al mismo tiempo, los integrantes del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) eran consultados sin pausa. Había muchas dudas sobre qué actividades restringir y cuáles no. 

“Tras aprobar el decreto, estaba agotada. Un cansancio infinito. Me levanté al día siguiente preguntándome si todo esto era verdad o mentira”

— Carmen Calvo. Vicepresidenta primera del Gobierno

“Esa era la mayor dificultad: hasta qué punto teníamos la capacidad de limitar derechos sin pasarnos de la raya. Y muchas actividades eran zona gris. ¿Por qué permitir que abran los quioscos y no las peluquerías? ¿Por qué permitir la construcción y no las tiendas de ropa? Buscábamos sustento epidemiológico”, explican en el Ejecutivo. 

La respuesta ciudadana era otro motivo de preocupación, con la sociedad teniendo por primera vez prohibido salir de su domicilio salvo para, básicamente, ir al trabajo o buscar alimentos y medicinas. “Sin responsabilidad individual, no hay cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado que puedan atajar la desobediencia –explica un miembro del Gobierno-. No hay policías para tanta gente. Y se podían producir efectos bola de nieve. Por ejemplo, que tú estés cumpliendo, pero alguien en tu barrio no. Y entonces pienses: ‘Pues si este lo hace, lo hago yo también’. Había que cortar por lo sano cualquier incumplimiento de la norma, para transmitir que esto iba muy en serio”.

En la Moncloa preocupaba la respuesta ciudadana ante un encierro sin precedentes: “No hay policías para tanta gente”

Sin embargo, la Moncloa optó por no incorporar al decreto un apartado con sanciones. “Tuvimos muchas dudas –admiten fuentes de la Vicepresidencia primera-. ¿Se iba a quedar la gente en sus casas? ¿Incorporamos o no un capítulo con infracciones? Al final no lo hicimos, porque confiamos en que España actuaría bien. Esa es la parte que más satisfacción nos dio”. 

Un Consejo eterno

Montilla, Hidalgo y Bolaños salieron de la Moncloa pasadas las cuatro de la madrugada. El borrador del decreto ya estaba redactado, para que a las nueve y media los ministros pudieran estudiarlo en el Consejo extraordinario. Lo hicieron, leyendo en voz alta cada artículo, durante una cita larguísima, la más larga que se recuerda. Siete horas con un pequeño receso ocupadas también en un debate interno que ahora algunos miembros del Gobierno minimizan, pero que prefiguraba todos los que estaban por venir en la coalición del PSOE y Podemos.

Los morados querían que la norma también incluyera ayudas económicas, pero Sánchez, al final, decidió dejarlas para el martes siguiente. La reunión acabó a las seis de la tarde. El presidente, en una de sus intervenciones más trascendentales, necesitó otras tres horas, hasta las nueve, para preparar su comparecencia. “Hemos aprobado ya el estado de alarma”, dijo. 

Calvo llegó a casa mucho más tarde. “Estaba agotada –recuerda-. Un cansancio infinito. Nunca lo olvidaré. Me levanté al día siguiente con una sensación casi física de si todo esto era verdad o mentira”. Era verdad.

(Imagen: José Luis Roca)

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