El nuevo Parlament

Vuelve el pertinaz 'procés'

La constitución de la Mesa consagra la inmutabilidad de los bloques identitarios

Los 'comuns' confirman que se quedarán en la oposición tras romper con ERC

Daniel G. Sastre

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Todo indica que la “vía amplia” de ERC hacia la república mide exactamente lo mismo que los raíles por los que lleva transitando el tren del ‘procés’ durante 10 años. Es lo que abarca el espacio que ocupan los republicanos y JxCat, que conducen la locomotora y se pelean al mismo tiempo por su velocidad y su rumbo, mientras la CUP ayuda a echar carbón aunque sea también a regañadientes. En un giro lampedusiano, han tenido que celebrarse unas elecciones en mitad de una temible pandemia para que todo siga casi igual en Catalunya.

Cualquier esperanza en un cambio surgida del resultado electoral quedó sepultada en la sesión constitutiva del Parlament. A juzgar por las alianzas y la gesticulación, vuelven las jugadas maestras, las disputas por el voto de diputados electos que no acuden a las sesiones -este viernes sucedió con Lluís Puig-, los discursos inflamados y las amenazas judiciales. Vuelve, en fin, el pertinaz ‘procés’, pero reconcentrado y ahora con Vox aportando su cuota de triste espectáculo.

Los bloques identitarios no sufrieron ni un rasguño en la elección de los miembros de la nueva Mesa del Parlament. Los ‘comuns’ no lograron ninguna silla en el órgano rector de la Cámara, lo cual apunta a que el nuevo Govern será de nuevo exclusivamente independentista. “JxCat ha pedido pasar el rodillo”, decía uno de los diputados de En Comú Podem, y los republicanos no echaron una mano a un partido con el que, en teoría, quieren compartir Executiu. “Nos quedamos en la oposición”, confirmó después Jéssica Albiach.

Las novedades con respecto a la anterior etapa fueron mínimas, y en su mayoría solo estéticas. La sesión se celebró en el patio del Parlament, un espacio lo bastante amplio para cumplir con las restricciones pandémicas. Pero también ese escenario tenía reminiscencias del pasado, porque fue donde los diputados soberanistas firmaron, en 2017, la declaración de independencia, cuando buscaban un lugar que les comprometiera menos que el hemiciclo. Además, cambió la urna en la que se depositaron los votos: la histórica, de madera, muy bonita, tampoco pasó la prueba del covid y se sustituyó por otra moderna y aséptica.

Inicio entre codazos

Por lo demás, la legislatura empezó entre codazos. Y no es solo una metáfora, porque, por culpa de la pandemia, los diputados entraron saludándose con esa parte del cuerpo. Y el primer “¿para qué me pide la palabra, señor Carrizosa?” llegó rapidísimo. En las primeras jugadas del partido, el líder de Cs se quejó del discurso poco institucional del diputado con más años a cuestas, el republicano Ernest Maragall, que presidía la Mesa de edad. Para Carrizosa sí han cambiado las cosas: su grupo ha menguado y ya no lo componen 36 diputados, sino seis.

Una vez elegida presidenta del Parlament, las palabras de Borràs tampoco se apartaron de la ortodoxia. Hizo promesas de defender la soberanía de la Cámara, porque “es la ley la que tiene que adaptarse a la voluntad popular y no al revés”, y criticó el “autoritarismo borbónico”. Habló mucho de cómo tiene que ser la legislatura, sin tener en cuenta que su imputación por –presuntamente- fraccionar contratos públicos para favorecer a un amigo puede dejarla fuera de juego antes de que termine. También se olvidó de citar a su antecesor en el cargo, Roger Torrent, lo que de nuevo da cuenta del aprecio que se tienen los futuros socios.

En resumen, hubo tan pocos cambios que incluso volvieron a escena algunos protagonistas de los últimos años ya casi olvidados. En la búsqueda frustrada de un golpe de efecto, al final de la intervención de Borràs entró Quim Torra a saludarla, pero casi nadie se dio cuenta ni le hizo caso, y todos los diputados se marcharon de la sala.