Colas, silencio y paciencia en Girona

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Esta ha sido la participación en las elecciones catalanas del 14-F

La fiesta de la democracia se asemeja a un velatorio en un día invernal, desapacible y de lluvia fina

Un votante en Sant Julià de Ramis.

Un votante en Sant Julià de Ramis. / NACHO DOCE / REUTERS

Josep Maria Fonalleras

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En otra vida, en una dimensión alternativa, un domingo de elecciones que coincidiera con el Carnaval y con San Valentin sería un despelote. Ya me imagino a unos cuantos vestidos de payaso ante las urnas, a una comparsa de trogloditas bailando merengue o a alguien con un disfraz de virus merodeando por las mesas. O un par de enamorados (aunque aquí somos más de Sant Jordi) dándose el lote mientras escogen opción política. Pero no. Este 14 de febrero se levanta gris y si el colorido habitual de la llamada fiesta de la democracia, que a estas alturas más parece un velatorio.

Lo digo porque en las numerosas colas que se forman en todos los colegios – aguantando un auténtico día invernal, desapacible y de lluvia fina– apenas se oye una conversación, apenas un susurro. La palabra que anoto más veces en mi libreta es “paciencia”. Es la que asumen los votantes, en rigurosa fila india para iniciar una especie de gincana a través de los pasillos de l’Escola del Pla. Y también los valientes de las mesas que han decidido presentarse contra viento y marea, más con resignación que con entusiasmo democrático.

De casa ya votados

“Yo era el segundo suplente”, me dice uno de ellos. Y le ha tocado, como le ha tocado a un profesor de literatura, Xavier Renedo, que anota nombres y documentos de identidad como si transcribiera un manuscrito medieval. Paciencia y silencio. No hay interventores de los partidos y la mayoría de los votantes han salido de casa votados, es decir con la papeleta a cuestas, sin dar opción a la posibilidad del voto “last minute”.

En el Col·legi Verd, que es donde vota la familia Puigdemont y donde se produjeron algunas de las cargas más violentas del 1-O, quedan en la memoria aquellas imágenes siniestras, pero la aglomeración de hoy es tranquila. Silente. Cerca de allí, en otra cola, en la floristería La Foule, hay quien compra un ramo para su novia. Y, en la Casa de la Cultura, se anuncia una exposición del artista Enric Ansesa. Se llama “Persistència”, que es la otra palabra que emerge en una Girona dormida, como ausente, grisácea como hace tiempo no la veía.

En les Voltes d’en Rosés descubro de nuevo porqué se inventaron los porches, para que la gente haga cola sin mojarse, una cola que se mezcla con la de la Xurreria de la Cort-Reial, donde venden unos churros fantásticos. Una de las voluntarias del colegio indica a una señora de avanzada edad, con permanente y abrigo de pieles, que tiene prioridad, y en estas salta un catedrático a quien conozco y suelta que él también es mayor. Y no cuela. Lo es, pero no tanto. Colas, silencio, paciencia, persistencia de la lluvia y del voto en una capital de provincias.

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