Opinión | Análisis

Josep Martí Blanch

Prepararse para nada

La puesta en marcha de la asamblea de electos es la foto exacta del grado de degeneración, división y desorientación política que se vive en el campo soberanista. ERC plantó el acto, a pesar de ser un compromiso de legislatura, por considerarlo partidista. Razón no le falta.

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / EFE / JULIEN WARNAND

Hace ya un tiempo que el Palau de la Generalitat se ha convertido en la casa de tócame roque. En septiembre de 2019 el 'cupaire' Antonio Baños, la actriz Sílvia Bel, la lingüista Teresa Casals y el cantautor Lluís Llach, todos ellos respetabilísimos ciudadanos pero sin nómina de ujieres del departamento de presidencia, salieron al balcón de la institución como quien abre la nevera de su domicilio para abrirse una cerveza. Lo hicieron para colgar con sus propias manos una pancarta en la que se leía "libertad de opinión y expresión". El Palau de la Generalitat, con el beneplácito del entonces presidente, Quim Torra, se convertía ese día en un decorado apto para las puestas en escena de cualquier arrebato partisano y dejaba de ser el solemne edificio que alberga las dependencias de la primera institución catalana.

Las cosas sólo sorprenden la primera vez. Así que debe considerarse normal que el Palau de la Generalitat alojara ayer -en conexión con Waterloo- la puesta en funcionamiento de la Assemblea de Representants, un artilugio extraño con voluntad de erigirse en una autoridad paralela bajo el impulso de Carles Puigdemont, y al abrigo del Consell de la República que él preside para, ¿qué sino?, insistir en la legitimidad de la república proclamada en 2017 al abrigo de los resultados del referéndum del 1-O

La constitución de este artefacto es la foto exacta del grado de degeneración, división y desorientación política que se vive en el campo soberanista. ERC plantó el acto, a pesar de ser un compromiso de legislatura, por considerarlo partidista. Razón no le falta. 

El documento presentado por la recién nacida asamblea de representantes, "Preparem-nos", es una enmienda a la totalidad de la estrategia de los republicanos. De hecho, su redactado más bien parece una bofetada diseñada para encajar perfectamente en las mejillas de Oriol Junqueras y Marta Rovira. Todo a mayor gloria del 'puigdemontismo' y de la confrontación permanente que defiende JxCat. La CUP sí asistió, aunque como espectadora, y de un modo inexplicable también lo hizo el PDeCat, aunque fuentes de la dirección explicaron que era un “estar sin estar”. Ese estar sin estar explica muchas cosas de la política catalana.

Confrontación versus moderación

"Preparem-nos" no es más que el programa de JxCat, una vez que en las primarias de esta formación política sus 5.000 militantes dejaron claro que apostaban por la línea de confrontación permanente en detrimento de los candidatos más posibilitas. Se parte de la base que el mandato del 1-O existe, que la república fue democráticamente proclamada, que el independentismo tenía y tiene los votos suficientes para hacerlo y que hay que volver al lugar exacto donde quedaron las cosas en 2017 para reemprenderlas desde ese mismo punto a través de una revuelta democrática protagonizada por ciudadanos dispuestos a pagar una elevada factura por su aventura y aguantar el pulso al estado de manera indefinida hasta hacerlo claudicar.

El párrafo anterior, visto lo visto en estos tres últimos años, es pura ciencia ficción y es razonable pensar que incluso sus protagonistas ríen hacia dentro cuando valoran íntimamente lo que proponen. Pero como estrategia electoral les permite seguir golpeando en el hígado de ERC acusándola de abandonar sus objetivos y plegarse a los intereses del gobierno de España a cambio de nada.

En JxCat hay muchos intereses en juego, pero la mayoría encajan como un guante en el documento "Preparem-nos". Los miembros de esa formación política más favorables a copiar en el eje nacional la estrategia de ERC vieron como sus pretensiones chocaban con la realidad de una militancia que no atiende a las razones de la moderación. Después del revolcón que Laura Borràs dio a Damià Calvet, el representante de la tradición convergente, quedó clara cuál iba a ser la línea política que se acabaría imponiendo en JXCAT por orden de la militancia. 

En el 14-F, volver a insistir

Tras Borràs siguieron, en la segunda vuelta de las primerias, Joan Canadell, que también salió a hombros del recuento, acumulando suficiente capital político para exigir, no sólo un puesto destacado en las listas, si no un protagonismo de primer nivel en el ámbito parlamentario o gubernamental caso que JxCat se mantenga en el poder. Lo mismo puede decirse de Jaume Alonso Cuevillas o de Elsa Artadi, menos rígida ideológicamente pero que siempre va a estar donde considere que está el árbol que más sombra da. Y a ellos hay que sumar a Carles Puigdemont, que necesita transfusiones de aire político para seguir manteniendo a largo plazo su protagonismo, y eso sólo es posible en un escenario en el que se siga alimentándose la confrontación.

 "Preparem-nos" marca el inicio de la campaña electoral en Catalunya. Por el nombre podría ser el eslogan de una campaña para hacer frente a los efectos de la pandemia. Pero no, es un compendio de errores ya cometidos en el pasado que algunos insisten en volver a cometer tras el 14-F.

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