ASUNTOS PROPIOS

Núria Suara: "La Rambla es un cementerio para mí"

Víctima del atentado de Barcelona, el viernes testificó ante el magistrado Alfonso Guevara, que preside el juicio del 17-A

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Núria Navarro

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No había querido hacer una sola declaración desde el 17 de agosto del 2017. Simplemente desapareció. Núria Suara, dueña de la parada de semillas y bulbos de la Rambla, la más cercana al mosaico de Miró, donde la furgoneta que conducía Younes Abouyaaqoub detuvo su carrera asesina, testificó este viernes ante el magistrado Alfonso Guevara, presidente del tribunal que juzga los atentados de Barcelona y Cambrils. Y sobreponiéndose al dolor, se animó a conceder esta entrevista.

-¿La ha tratado bien el juez Guevara?

-Me ha escuchado sin interrupciones.

-En apenas cinco minutos, ¿qué ha podido explicarle?

-Yo quería contar no tanto lo que vi–que aún lo tengo como en una nube–, sino lo que sentí aquel día y cómo me ha afectado.

-La furgoneta se detuvo a pocos metros de su negocio.

-Estoy convencida de que se detuvo en el mosaico de Miró porque se empotró contra mi parada y los daños le obligaron a parar.

"Entré en la parada dos segundos antes. Oí los gritos, vi a los heridos... Era la única que quedó entera a mi alrededor"

-¿Usted estaba dentro?

-Entré dos segundos antes, dos, para hacer una lista del género que necesitaba. Pese a haber valorado volver de vacaciones después del puente del 18, abrí el día antes del atentado, el 16.

-Una mala pasada del destino.

-Nada más entrar, oí los gritos. Vi muchos heridos en el suelo. Era la única que quedó entera a mi alrededor... Me bloqueé totalmente. Intenté llamar a mi hijo, pero, con el móvil en la mano, los dedos no me respondían. Durante mucho tiempo me sentí culpable por no haber ayudado a los heridos.

-No podía.

-"Tienes que salir de aquí", me dijo alguien con uniforme. Y creí entender que en la furgoneta podía haber explosivos. Dos agentes me sacaron –no sé si yo iba caminando o en volandas– y me metieron en una tienda de suvenires justo enfrente. Pensé: "Si hay explosivos, ¿por qué no me llevan más lejos?".

-¿Estuvo mucho tiempo encerrada?

-Unas dos horas largas. Dentro había heridos. Una chica estaba tendida en el suelo, no podía respirar, se desmayaba. Abrimos varias veces la persiana para pedir ayuda, pero no había manos. Cuando logré salir, le dije a un agente que tenía que cruzar la Rambla, que vivía en la calle del Carme, y no me dejó. Me hicieron dar un rodeo de media hora. Aquella noche la pasé vomitando. Al día siguiente fui al CAP y me derivaron a un centro psiquiátrico. Sufría -sufro- estrés postraumático.

"Nadie vino a preguntar si necesitaba algo. Y el Ministerio del Interior me niega el reconocimiento como víctima"

-¿Las administraciones se ocuparon de usted?

-Nadie vino a preguntar si necesitaba algo. Pese a que puse una denuncia ante los Mossos por los destrozos en la parada, fui yo la que llamé al Ministerio de Justicia para preguntar si tenía derecho a un abogado de oficio. 

-Es una víctima de terrorismo.

-El Ministerio del Interior, que asumió parte de la indemnización por los daños materiales, no quiso reconocerme como víctima; interpuse un recurso y, pese a presentar una montaña de informes médicos, me lo volvieron a denegar. Según ellos, el atentado no me afectó.

-Es evidente que sí. No volvió a pisar la parada.

-Yo era la tercera generación y no quería que mi hijo -que tiene 21 años- viviera algo así. Le dije a mi tío -que al jubilarse puso el negocio a mi nombre- que no creía que pudiera volver más. Frente a la parada habían puesto un altar con la foto de uno de los italianos fallecidos. Por consejo de los psicólogos, intenté entrar en la Rambla, pero me daban ataques de ansiedad. Es un cementerio para mí. 

"Pasé meses encerrada en casa. Pese a la medicación, no avanzaba. Me saqué de encima el negocio y me mudé a Sant Vicenç de Castellet"

-Tiene todo el sentido.

-Pasé meses encerrada en casa. No quería ver a nadie. Pese a la medicación, no avanzaba y me desesperé mucho. Me daban miedo las furgonetas blancas, los golpes, las sirenas, los uniformes. Al principio la gente intentaba entender, pero pasaba el tiempo y no comprendían. Tomé la decisión de sacarme de encima el negocio, pero las paradas de flores pertenecen a Mercats de Barcelona y no tenía opción a traspaso. Solo he percibido los 5.500 euros por los daños.

-¿De qué vive, si permite la pregunta?

-Hace un año y seis meses se me acabó la baja y, desde entonces no cobro nada, vivo del alquiler del piso de Barcelona.

-Tampoco pudo continuar en el barrio.

-Hace año y medio me mudé a Sant Vicenç de Castellet, donde tenemos una masía familiar, en la que vive mi hermana y mis sobrinos. Alquilé una casita en el pueblo. Estoy rodeada de bosque. Adopté una perrita que me hace mucha compañía. No venía a Barcelona desde febrero. Me he tomado una pastilla para venir.

-No hay forma de olvidar.

-Cada día está presente, solo que he aprendido a detener el recuerdo. Pero hay días en que soy incapaz de moverme. Han pasado tres años y no tengo una vida normal. No creo que la tenga nunca. Yo era una persona alegre, sociable, me gustaba mucho bailar salsa...

-Tiene 56 años. Todavía es joven.

-Es que no sé cómo remontar. 

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