12 MESES TRAS EL PACTO DEL ABRAZO EN EL CONGRESO

Sánchez e Iglesias, un año de convivencia entre roces

El presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, junto a su vicepresidente y líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso.

El presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, junto a su vicepresidente y líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso. / periodico

Juanma Romero / Miguel Ángel Rodríguez

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"Vamos a ver, Pablo. Yo creo que tenemos que formar un Gobierno de coalición para el que cuento contigo como vicepresidente". Caía la tarde en la Moncloa aquel 11 de noviembre, apenas unas horas después del cierre de las urnas del 10-N. Y esa frase, ese anuncio de Pedro Sánchez a Pablo Iglesias sentados ambos ante un café, esa aseveración que cambiaba radicalmente las relaciones entre el PSOE y Unidas Podemos, que enterraba una campaña a cara de perro y la pretensión del presidente de gobernar en solitario, aceleró la forja de la alianza de gobierno, la primera en España desde la II República.

Al día siguiente de ese pasaje, que describen los periodistas María Llapart y José Enrique Monrosi en 'La coalición frente a la pandemia', ambos líderes sellaron en el Congreso con un abrazo su acuerdo, cimentado en un decálogo cerrado por sus escuderas, Adriana Lastra e Irene Montero. Era 12 de noviembre. Hace ahora justo un año. Aún faltarían dos meses para la formación del Ejecutivo bicolor, tras una costosa negociación de investidura con ERC, y casi sin respiro sobrevino la crisis del covid que ha marcado estos primeros 10 meses de vida de un Gabinete con "buena salud de hierro", tal como valoran socialistas y morados, y que justo este jueves, un año después de aquel abrazo, supera la prueba parlamentaria que le concederá cierta estabilidad: el debate de las enmiendas de totalidad a los Presupuestos de 2021, que serán derrotadas con holgura, con un margen mucho más amplio que el que hizo presidente a Sánchez, por dos votos.

La convivencia en el Ejecutivo de coalición ha ido pasando por distintas fases. Del buen rollo de las primeras semanas pasó al estallido de la primera disputa, por la ley de libertad sexual —el 'solo sí es sí'—, y que enfrentó a los ministros morados con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Pero apenas puesta la tirita sobre la herida, el Gobierno se vio desbordado por la ola del covid, abocado a decretar un estado de alarma con confinamiento general y después a paralizar la economía. Decisiones inéditas, durísimas, que también tensionaron al Gabinete por el alcance del escudo social, y que situó en el punto de mira de UP a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño

Las primeras tensiones se debieron a la ley del 'sí es sí', con Calvo y Campo en la diana

Pero las fricciones más poderosas llegaron a partir del verano. Por los escándalos que se cernían sobre el rey emérito y el abierto choque que Iglesias buscó con la Monarquía, institución que Sánchez y el PSOE intentaron dejar a resguardo, aun demandando a la Zarzuela que soltara amarras con don Juan Carlos de manera más tajante. Para Podemos, enarbolar la bandera republicana es un elemento que le permite marcar perfil, objetivo que la cúpula se marcó tras el desastre de las elecciones vascas y gallegas del 12 de julio. 

El papel de la oposición

Sin embargo, el choque de mayor calado se produjo a raíz de la negociación de unos Presupuestos de 2021 hormonados con los fondos europeos. Los socialistas veían inmóvil a ERC y querían aprovechar la distensión con Cs, demostrada durante la alarma, para seguir tendiendo puentes. Pero Iglesias insistió en que había que priorizar a la mayoría de investidura y sacar de la ecuación a Inés Arrimadas. De momento, ambos, ERC y Cs, rechazarán las enmiendas de totalidad, pero muy probablemente los naranjas se apeen del barco

"Los gobiernos no están hechos para ser de coalición, pero comparándonos con Madrid, lo sobrellevamos con dignidad, no hay problemas estructurales", afirman en la parte socialista del Ejecutivo

La lectura de estos 12 meses transcurridos desde el pacto del abrazo es positiva para los dos socios. No hay visos de ruptura, en modo alguno. Ambos coinciden en que la coalición se ha cohesionado, por el infortunio de una pandemia que ha obligado a apretar los dientes y decidir con celeridad, y por la fiereza de una oposición, la de PP y Vox, que no da tregua. Pero no niegan que son un matrimonio de conveniencia, al que no les une "el amor", sino la obligación de entenderse.

"Los gobiernos no están hechos para ser de coalición, pero comparándonos con los que no se hablan, como el de PP y Cs en Madrid, lo sobrellevamos con dignidad, no hay problemas estructurales. Ellos intentan diferenciarse para no diluirse y nosotros llevamos el peso del Gobierno", afirman un alto mando del Ejecutivo. Esta fuente denuncia, como otros cargos socialistas, la "inexperiencia" de los morados, su "obsesión por el foco mediático", su "activismo". Pero todos destacan que los canales de interlocución funcionan y eso ayuda a parar los golpes, amén de la buena relación Sánchez-Iglesias. "Se ha hecho un Gobierno que está funcionando mucho mejor de lo que muchos creían. Hay dos partidos que son dos almas y en algunos momentos y algunos temas hay discrepancias y diferentes formas de verlo", apuntan en Unidas Podemos.

Que hay dos sensibilidades inequívocas dentro del Gobierno es un hecho objetivo, y el presidente parece haber naturalizado esa divergencia entre los socios. Pero ese era, básicamente, su argumento para rechazar la coalición antes de las elecciones del 10-N, cuando llegó a advertir de que no "dormiría" con miembros de Unidas Podemos en ciertas carteras sensibles de su Gabinete. Por ello en su partido estiman que la convivencia ha discurrido mejor de lo previsto. "El resultado no está nada mal: hemos luchado contra la pandemia y hemos sacado adelante otras iniciativas y se trata de continuar, con mil negociaciones cada día", indican desde el Gobierno. 

"Deslealtades"

A los socialistas les irritan las "deslealtades" de los morados, su política de "filtración a los medios", su querencia, subrayan, a la hora de airear las divergencias. No olvidan la escenificación de última hora de un amago de ruptura de los PGE tras dos meses de negociación y apenas unas horas antes de la firma entre Sánchez e Iglesias —"había cero posibilidades de que no hubiera acuerdo, fue puro teatro por parte de ellos", recuerdan en el círculo del presidente—, o cuando Podemos acusó a Isabel Celaá de no haber preparado el arranque del curso escolar. "Ellos juegan al foco mediático, es su hábitat natural. Pero se mueven con más dificultad en la gestión. La inexperiencia se supera a veces con interés, pero ellos no siempre lo tienen", continúan fuentes conocedoras de las tensiones entre los dos socios de coalición. 

"Se ha hecho un Gobierno que está funcionando mucho mejor de lo que muchos creían. Hay dos partidos que son dos almas y en algunos momentos y algunos temas hay discrepancias", apuntan en Unidas Podemos

"A veces les cuesta aterrizar, llegar a la política concreta, y tienen esta pulsión de activistas", valora una ministra. Lo que se ha presenciado, continúa otro alto cargo de la Moncloa, es "la coreografía de la diferencia" de un "matrimonio de conveniencia política". "Trabajamos con razonable comodidad en el Gobierno —sigue esta fuente—, pero en ocasiones llama la atención la sobreescenificación. La pandemia nos ha hecho ceñirnos a lo importante y evitar frivolidades, y nos ha ayudado a cohesionarnos. Nunca ha habido amenazas reales de ruptura ni nada por el estilo".

En el PSOE niegan que se hayan visto arrastrados por Podemos en sus posiciones, porque las carteras importantes y el pulso del Gabinete lo continúan conduciendo ellos. Aunque reconocen que han ejercido presión para que Sánchez primara a los socios de investidura en los Presupuestos. En la Moncloa, eso sí, insisten en que la partida no ha acabado y que la ambición es construir unas cuentas "de país", con los mayores apoyos posibles, y también con Cs. 

El apoyo de Bildu a las cuentas ha generado un nuevo malestar dentro del PSOE

Precisamente el último movimiento de los PGE ha generado distorsiones, pero dentro del PSOE. Al malestar conocido y verbalizado de los presidentes de Castilla-La Mancha y Aragón, Emiliano García-Page y Javier Lambán, por la aproximación a ERC y sobre todo a Bildu —ambos prefieren a Arrimadas de aliada—, se sumó este miércoles la decepción del mandatario extremeño, Guillermo Fernández Vara. Ver a Arnaldo Otegi ser "clave" en la votación de las cuentas le resulta "doloroso", afirmó en Twitter. Su comentario era relevante por cuanto es uno de los barones alineados desde las primarias con Ferraz y leales al presidente.

En la cúpula federal eran conscientes de que el apoyo de la formación 'abertzale' había disgustado a una parte del PSOE, sobre todo por la celebración que del apoyo de Bildu hizo Iglesias. En el partido se repite el runrún que hubo en primavera cuando se pactó la derogación íntegra de la reforma laboral con los de Otegi para salvar la quinta prórroga de la alarma. 

"Sentido institucional"

Como dice un alto cargo de la Moncloa, PSOE y Podemos proceden de "culturas distintas, y tienen una concepción de la gestión e incluso de la institucionalidad distinta, y eso provoca desajustes, pero los problemas suelen ser de forma más que de fondo pues en el fondo los principios políticos son similares, con diferencias de grado, y la voluntad de que esto salga bien es nítida por ambas partes". Coincide otra ministra de mucho peso: "Hemos ensayado, con éxito por los resultados, la novedad de la coalición. Lo importante son las decisiones que hemos tomado y los resultados que le han llegado a los ciudadanos. Con unos Presupuestos daremos estabilidad a la legislatura y respuestas a la crisis. Es más complejo el día a día, pero esta crisis ha ayudado a poner lo importante por delante. Lo positivo, ahora se nos olvida, es que el sistema funciona y las derechas no llevaron a este país a terceras elecciones y no gobiernan". 

Los dos partidos indican que funcionan los canales de interlocución y la vía de Sánchez e Iglesias

Otro integrante del Consejo de Ministros valora que PSOE y UP hayan podido situarse "por encima" de las discrepancias por el "interés general de España desde una perspectiva progresista basada en la defensa de los derechos fundamentales y de las libertades públicas. "Nosotros tenemos un profundo sentido institucional y mucho más presente la memoria histórica de la reconciliación, que nos hace estar mucho más comprometidos con los tres grandes pactos constitucionales: el Estado autonómico, la España civil, laica (no laicista o antirreligiosa) y la Monarquía parlamentaria". 

En los dos partidos recuerdan que funcionan bien, al menos hasta ahora, las correas de transmisión: entre ministerios, entre el director de Gabinete de Sánchez, Iván Redondo, y el jefe de Comunicación de Iglesias, Juanma del Olmo; entre el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, y la secretaria de Estado de Agenda 2030, Ione Belarra —a nivel de fontanería—; con Calvo y la portavoz, María Jesús Montero, en el ámbito de la coordinación... y entre el presidente y su vicepresidente segundo. Sin embargo, el último escollo en los PGE no lo resolvieron los líderes. Lo hicieron sus equipos. 

Sin embargo, no todos en el Consejo de Ministros son tan optimistas. "La pandemia ha cambiado todo y no hay balance que hacer mientras tenemos una crisis de este calibre. No podemos hacer un análisis autocomplaciente con cientos de personas muriendo cada día. El Gobierno debe hacer un esfuerzo para superar la crisis, no mirarse el ombligo", sentencia un miembro del Gabinete que recalca, con preocupación, uno de los datos más relevantes del barómetro del CIS conocido este miércoles: el 59,9% de los españoles ha empeorado su opinión sobre el Ejecutivo con la crisis del coronavirus. 

La siguiente etapa empieza este jueves. Ahora la argamasa para el Ejecutivo son los PGE y el pronóstico es que la coalición, pese a las recurrentes tormentas, durará

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