EL ENDIABLADO TABLERO POLÍTICO

La era de las mociones de censura

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Juan Ruiz Sierra

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Alfredo Pérez Rubalcaba tenía dudas. En el verano del 2013, cuando las revelaciones sobre la financiación ilegal del PP se agolpaban sobre las espaldas de Mariano Rajoy, el entonces líder del PSOE anunció que pensaba presentar una moción de censura si el presidente del Gobierno no comparecía en el Congreso. Rubalcaba no estaba cómodo con el anuncio. No quería llegar tan lejos, no iba con su carácter, pero la advertencia logró que Rajoy rindiera cuentas, entre acusaciones al líder de la oposición de "amenazarle" con una moción que al estar condenada al fracaso porque los conservadores tenían mayoría absoluta, suponía una "irresponsabilidad" y un "uso fraudulento de la Constitución".

Siete años más tarde, todo ha cambiado por completo. Pocos señalan que una moción que no vaya a prosperar suponga una "amenaza" en sí misma. Tampoco una "irresponsabilidad". La censura, concebida en la Constitución como una medida excepcional, es ahora casi un instrumento parlamentario más.

En el inicio de la democracia española, se plantearon dos: Felipe González a Adolfo Suárez, en 1980, y Antonio Hernández Mancha a González, en 1987. Después, pasaron tres décadas sin que hubiera ninguna. Y en los últimos cuatro años, tres, convirtiendo lo extraordinario en ordinario. El fenómeno que dice mucho sobre la política española. Sus nuevos ritmos, su continua sensación de inestabilidad y su fragmentación: al haber más grupos que superan la barrera de los 35 escaños, el mínimo fijado por la Constitución para activar una moción, las posibilidades de ejercerla se multiplican. Pablo Iglesias la presentó contra Rajoy en el 2017Pedro Sánchez hizo lo mismo en el 2018 y la ganó, algo sin precedentes. Y ahora Santiago Abascal, de Vox, se la planteará a Sánchez, el miércoles y jueves en la Cámara baja.

El dirigente ultra no tiene ninguna posibilidad, al contar solo con sus 52 diputados. Se convertirá, salvo sorpresa, en el candidato que menos apoyos ha logrado en una moción de censura, dentro de un contexto de cuádruple crisis (económica, social, sanitaria y política), con el Gobierno y la Comunidad de Madrid tirándose la pandemia a la cabeza y los ciudadanos alejándose cada vez más de sus representantes. Sin embargo, Abascal tiene mucho que ganar, si logra aparecer como el verdadero líder de la oposición y continúa erosionando al PP. También Sánchez puede salir reforzado. De hecho, los asesores del presidente se frotaron las manos cuando Vox hizo su anuncio. El escenario de hace solo siete años, con Rubalcaba amagando a su pesar con una moción y Rajoy escandalizándose, parece provenir de otra era geológica.

"Venimos de un modelo político de bipartidismo imperfecto, donde la solidez del sistema estaba asentado en cambios cada ocho años. Cualquier ritmo que acelerara esos cambios generaba enormes resistencias", explica Joan Navarro, vicepresidente de la consultora de comunicación  Llorente y Cuenca y exalto cargo en gobiernos del PSOE. "Eso saltó por los aires con la llegada de Podemos, que aceleró los ciclos políticos. Cuando fue capaz de convertir en suyos votos que habían sido del PSOE unos años antes, Podemos cambió el paradigma. Si eres capaz de mover al electorado en muy poco tiempo, la máxima de que hace falta un periodo de abstención entre un voto y el siguiente ya no se da. Los ritmos se aceleran. En ese sentido, la moción de censura es un mecanismo de agitación de ese mismo electorado", añade.

Si Iglesias buscó atraer al votante socialista en el 2017, ahora Abascal intenta lo mismo con el del PP. Y el principal perjudicado de la moción puede ser Pablo Casado, cuyos 89 diputados, probablemente, se abstendrán.

Quién gana, quién pierde

Abelardo Bethencourt, director general de la consultora electoral Public y antiguo jefe de gabinete de Jorge Moragas, a su vez jefe de gabinete de Rajoy, distingue entre la moción de Sánchez, la única que ha prosperado, y el resto. "En la de Sánchez importaba el resultado, no el debate. En las demás, al contrario, porque ya se conocía el resultado. Cuando sabes que vas a perder la votación, hay ejemplos donde ganó la oposición, porque fue un espaldarazo, como la de González, y ejemplos donde ganó el Gobierno, porque el fracaso de la censura supuso un apoyo a la estabilidad del Ejecutivo, como la de Hernández Mancha. Nunca sabes quién va a ganar. Pero sí sabes quién no va a ganar. Y en este caso es Casado. Él no va a ganar nada. Vox puede que pierda o que gane, pero Casado no tiene nada que ganar y sí que perder", señala.

Y después está Sánchez. Sus colaboradores se muestran convencidos de que la moción de Vox reforzará su proyecto, llegando incluso a dar alas al pacto para los próximos Presupuestos Generales del Estado. Pese a mostrar preocupación por los efectos "profundamente divisivos" que tiene el partido ultra sobre la sociedad, reconocen las ventajas que trae consigo para los intereses electorales del PSOE. Mientras Vox esté fuerte, será muy difícil que la derecha vuelva a gobernar en España, argumentan, porque el electorado de izquierdas estará muy movilizado, sobre todo en torno a los socialistas, vistos como la opción de voto útil. De ahí que Podemos no se sienta cómodo con la moción de Abascal.

¿Está el PSOE reforzando intencionadamente a Vox? En la Moncloa insisten en que no, que solo mantienen su agenda prefijada, pero después de que Abascal anunciara su moción, el Ejecutivo lanzó dos anuncios que, en el fondo, más allá del juicio que susciten en sí mismos, suponen munición para la extrema derecha: el endurecimiento de la ley de memoria histórica y el inicio del trámite de los indultos a los líderes independentistas presos por el 1-O. Dentro de su cruzada contra el Gobierno "social-comunista", ambas iniciativas tendrán un papel importante en las intervenciones del líder ultra durante la moción de censura. Y mientras tanto, el malestar con los políticos continuará extendiéndose.  

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